Marlene, Roxana, Teodosia, Marcelino, Jacinto, Arturo, Ramón y Lucio, las almas que «enjuician» a Goni

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La tarde del 20 de septiembre de 2003, Marlene, de ocho años, estaba en su casa de adobe en Cariza, a tres kilómetros de Warisata, departamento de La Paz.  Cuando iba de la habitación, donde estaba una cocina de gas, a otra, donde descansaba su madre, una bala atravesó una de las dos ventanas de su vivienda e impactó en su pechó matándola en el acto.
“Rebelión” publicó, dos días después, el certificado forense de la niña cuya muerte enfureció, no solo a los campesinos de Achacachi, sino a gran parte del país, y se convirtió en el preludio de la masacre de la ciudad de El Alto y de la caída del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Marlene vestía aquel fin de semana un buzo azul pastel con vivos de color plomo y blanco. El médico certificó un orificio de forma circular, de 1,5 centímetros de diámetro, en el tercio medio del “hemitórax del cadáver”. También evidenció otra herida en la espalda, de dos centímetros de diámetro, lo que le llevó a concluir que la muerte había sido producida por un arma de fuego.

¿Quién disparó contra esta niña inocente que estaba en su casa y no era parte del bloqueo de campesinos? Testigos culparon a militares que desbloqueaban la carretera para trasladar en un bus a un grupo de turistas que había sido rescatado de  localidad de Sorata.
Uno de los testigos del hecho, coronel Marco Ampuero, reveló después que el entonces ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, comandó aquel operativo que causó, además, otras dos muertes. También responsabilizó, según una publicación del periódico La Razón, a los comandantes de Ejército, Juan Véliz Herrera; y del regimiento de Achacachi, José Núñez Vásquez.
Quince años después, Eloy Rojas Mamani, papá; y Etelvina Ramos, mamá de Marlene, sentaron en la silla de acusados a Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín en un tribunal de Estados Unidos, cuyos jueces pueden sentenciar el pago de daños y perjuicios por la muerte de su hija. 
El alma y los familiares de Marlene no son los únicos que claman justicia. También lo hacen las almas y familiares de:
Roxana Apaza, quien, según documentos judiciales,
«fue asesinada el 12 de octubre de 2003 en su casa en la zona de Los
Andes de la ciudad de El Alto por las Fuerzas Armadas bolivianas»
.
Teodosia Morales, que falleció por el impacto de
otra bala que atravesó la pared de la casa de su hermana el 12 de octubre en la ciudad de El Alto. Teodosia estaba embarazada de cinco meses. 
Marcelino Carvajal Lucero, asesinado también en la ciudad de El Alto el 12 de octubre, en la zona Tunari. 
Jacinto Bernabe Roque, que murió el 13 de octubre
de 2003 por un disparo en Apaña, zona Sur de La Paz, mientras iba por los
cerros cercanos a visitar a uno de sus hijos. Según documentos judiciales,
recibió el impacto de una bala de un militar, quedó herido, se desangró y
falleció.
Arturo Mamani Mamani, muerto a tiros también en
Apaña el 13 de octubre, cuando había ido a ver su terreno de papas. 
Raúl Ramón Huanca Marquez, de 69 años, fue
asesinado por disparos de militares en Ovejuyo, zona Sur,  de la cuidad La Paz. 
Lucio Santos Gandarillas Ayala, que murió de un
disparo en el abdomen por parte de los militares en la ciudad de El Alto.
De acuerdo con la cosmovisión andina, las almas de los muertos permanecen vivas en otra dimensión y vuelven entre el 1 y 2 de noviembre de cada año.

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