El Nuevo Herald .- En una zona rocosa y pobre de Bolivia, al principio el sonido no parecía de disparos. Etelvina Ramos Mamani estaba acostada en su cama, débil y febril. Escuchó un grito junto a la venta. Su hija de 8 años, Marlene, se desplomó de pronto y echó la cabeza hacia atrás, tratando de que el aire le llegara a los pulmones, perforados por una bala disparada por soldados bolivianos. “Le salía sangre del pecho como si fuera una fuente”, testificó Ramos el martes. Afuera, soldados del gobierno atacaban el pequeño poblado, disparando por todas partes. Pasaron horas