Señalar que la igualdad es suficiente para determinar qué o quiénes son de “izquierda” o de “derecha” no sólo denota una mala lectura del libro Destra e sinistra, sino también un conocimiento parvo de los postulados que Norberto Bobbio ha desarrollado a lo largo de su vasta obra teórica.
Bobbio —quien nació el 18 de octubre de 1909, en Turín, Italia— vivió de cerca el fascismo de Mussolini, un régimen que suprimió las libertades y derechos a quienes éste consideraba “enemigos”. Esto llevó a que muchos italianos tuvieran que elegir entre declararse simpatizantes u optar por el exilio.
El profesor turinense vio cómo Mussolini transformaba el fascismo en un monstruo ajeno a cualquier entendimiento dicotómico: se alió con la monarquía (existente en la figura de Víctor Manuel III), el ejército y la oligarquía; encarceló a opositores o líderes de otros partidos (socialistas, cristianos); gobernó por decretos. En el ámbito económico, dijo abogar por la industria interna y anteponer la moneda nacional; sin embargo, sus medidas fueron plenamente intervencionistas y gozaron de apoyo externo. Un régimen abyecto y enredado, además de insostenible social, económica y políticamente.
Con esa experiencia, Bobbio desarrolló sus postulados teóricos considerando la igualdad, la libertad y la justicia como bases del Estado de Derecho y la democracia liberal. Su teoría de la democracia parte de la defensa de derechos y libertades de los hombres por encima de las ideologías, porque lo único que éstas producen es división. Volveré a teoría bobbioriana sobre Estado, Derecho y democracia en otros párrafos infra.
Centrémonos, por ahora, a lo esbozado en Destra e sinistra sobre la diferenciación entre “izquierda” y “derecha”. Para empezar, cabe hacer notar que Bobbio optó por la palabra “díada” antes que “dicotomía”. Con esto, ya de entrada el profesor italiano nos indica que “izquierda” y “derecha” no son plenamente excluyentes, que su esencia no es el antagonismo de una sobre la otra. Son considerados opuestos, pero se vinculan entre sí.
El uso de éstas dos palabras como posicionamientos políticos tiene un origen anecdótico: la distribución de la nueva Asamblea Nacional Francesa luego de la Revolución de 1789. Se siguió el ejemplo del parlamento inglés: la oposición al gobierno se ubicó a la izquierda del presidente de la Cámara. De ahí que se consideró a la izquierda como frente opositor a un gobierno o régimen de turno.
En Destra e sinistra, Bobbio resalta que la diferenciación espacial con la que surgió la díada es sólo uno de los elementos diferenciadores que puede aplicarse; pero no es válida para distinguir entre ideologías, tendencias o posturas políticas. Esto debido a que las palabras “izquierda” y “derecha” no tienen el peso suficiente para determinar o calificar un gobierno, un régimen.
La historia ha demostrado que las revoluciones de “izquierda” se degeneraron con apoyo de “la derecha” que supuestamente destruyeron. ¿Esto significa que hay procesos de “derechización” y de “izquierdización”? Ambos son absurdos, pues sólo constituyen un análisis cómodo y poco profundo. Las causas centrales son las deficiencias morales y éticas de los actores en ambos polos.
Bobbio identificó otros motivos para el mantenimiento de la díada “derecha-izquierda” en la discusión política: crisis de las ideologías tradicionales, confusión doctrinal y la interpretación errónea de un autor o representante.
En otra parte del referido libro, Bobbio escribió que es posible el desplazamiento entre y hacia los extremos: “izquierdismo” y “derechismo”. Esto no expone la conversión de un polo en el otro, sino los efectos que produce la radicalización de uno u otro en el Estado de Derecho.
Como puede verse, Bobbio utilizó varios puntos para diferenciar a los componentes de la díada, uno de ellos fue la igualdad. Empero, es erróneo concluir que sólo la “izquierda” valora o lucha por ella. Según el texto, es “utópico” y “una declaración de intenciones”, porque no todas las desigualdades naturales se pueden eliminar ni todas las desigualdades sociales pueden ser corregidas. Además, cada polo entiende (y trabaja) la desigualdad de diferente manera.
Querer endosar un principio específico (igualdad) a la “izquierda” o a la “derecha” es atribuir a la díada un carácter ontológico que no tiene. Asimismo, “izquierda” y “derecha” son sólo términos calificativos superficiales y emotivos; vale decir, no tienen un significado determinante. Tal como escribió Bobbio en un apartado adicional a su texto: “(…) el lenguaje político no es un lenguaje riguroso, pueden tener los dos significados emotivos, positivos y negativos, según quién la utilice y en qué contexto”.
Otra confusión que reconoció Bobbio es la referida a los gobiernos de izquierda/derecha con gobiernos democráticos. Decir que sólo los de “izquierda” son democráticos es apócrifo. Un sistema democrático puede subsistir con la alternancia de “izquierdas” y “derechas” porque los principios base para la democracia no son potestativas de ninguno de esos términos.
El párrafo supra da pie para volver a la teoría bobbioriana sobre democracia y Estado de Derecho.
La construcción del Estado de Derecho debe partir del reconocimiento de la libertad como elemento que permite el desarrollo social de cada individuo, y que el conjunto de éstos permite la configuración del Estado. Pero también debe mirarse hacia la igualdad y la justicia distributiva.
Bobbio creía firmemente en el gobierno de las leyes y rechazaba el gobierno de los hombres. En un Estado de Derecho, las leyes están por encima de ciudadanos, autoridades y del Estado mismo. En el gobierno de los hombres priman el culto y la obediencia a una figura (carismática o no), lo que facilita el surgimiento de autocracias y totalitarismos. Esto conduce a una de las conclusiones bobbiorianas más difundidas: sólo un gobierno de las leyes puede garantizar la competencia política y la garantía de los derechos fundamentales.
El precursor de la “Escuela de Turín” tenía muy en alto a los valores de justicia, coherencia, firmeza, seriedad, desinterés y abnegación dirigidos a la lucha contra la arbitrariedad, el abuso político, la restricción de libertad y la profundización de la desigualdad. Con ello, Bobbio diferenció la buena política (de valores) de la mala (de intereses).
En consonancia a todo ello, la democracia debería construirse y preservarse a través de las reglas que mandan las leyes y de principios ideales como la no violencia, la tolerancia, el debate de ideas, la convivencia entre individuos e ideologías. También subrayó el aporte de la “fraternidad” en la comunidad política, principalmente para que ésta no enfoque sus fines en buscar enemigos a destruir.
Las sociedades democráticas actuales, resaltó Bobbio, deben buscar la tolerancia entre los diversos grupos que las conforman. Por ello, reducir éstos sólo a “derechas” e “izquierdas” es negar la existencia de grupos que se contraponen, sobreponen, se acercan o separan, no porque sean “izquierdistas” o “derechistas”, sino porque sus perspectivas son más profundas: ideológicas e históricas.
Siguiendo el entendimiento de Bobbio, la vigencia de esta díada no es otra que la necesidad de antagonismo como forma de sobrevivencia: sin “derecha”, la “izquierda” no tendría a quien echar la culpa de los males que aquejan al Estado, y viceversa. Por ello, dividir el escenario político en dos polos sólo responde a mantener un conflicto entre facciones o partidos.
En el contexto político actual, el gobierno de Arce —que es la prolongación del régimen de Morales— sigue siendo el tipo de “izquierda” que mostró el MAS desde su inicio: radical y antidemocrática. Entonces, no es cierto que exista una «derechización». En el caso de la supuesta disputa interna del MAS, el uso de ése término responde sólo a objetivos de confrontación entre “evistas” y “arcistas”.
Tanto “evistas” como “arcistas” equivocan la concepción que tiene sobre la díada y los criterios de Norberto Bobbio. Veamos porqué.
El masismo considera como “derecha”: el capitalismo, el neoliberalismo, el colonialismo, el prebendalismo sindical, el racismo y la discriminación. Entiende a la “izquierda” como la “lucha” contra ésos frentes. Sin embargo, la cara “izquierdista” del masismo no está alejada de lo que entiende por “derecha”. Dice que es antiimperialista y anticapitalista, pero tiene como aliados importantes a China y Rusia.
En el ámbito internacional, la “izquierda” masista dice abrirse a la “multipolaridad” política y económica, aunque en realidad sólo aplica el criterio antagónico, denominado por Bobbio como «dicotomía amigo-enemigo». Desde 2006, el MAS sólo realiza alianzas y cercamientos con países que comparten su visión de izquierda-socialista y un enemigo común: el imperio. Las relaciones internacionales, en consecuencia, no están dirigidas al posicionamiento de Bolivia en el ámbito económico o industrial. El masismo sólo busca un respaldo extranjero de sus símiles para justificar su accionar autoritario.
En el contexto nacional, la “izquierda” radical del masismo fomentó (y continúa haciéndolo) el prebendalismo entre sectores sindicales, e incluso lo trasladó a las organizaciones indígenas, originarias y campesinas. Las cabezas dirigentes del partido utilizan el racismo y la discriminación para mantener la polarización entre el campo y la ciudad.
Entonces, ¿es realmente el masismo una “izquierda”? ¿O es una “izquierda derechizada”?
Siguiendo a Bobbio y a la evidencia contenida en hechos y discursos, la díada “derecha-izquierda” es insuficiente para responder ambas preguntas, porque el masismo es un régimen antidemocrático, contrario al Estado del Derecho. Antepone una “figura” (Morales y/o Arce) sobre la Constitución y las leyes por mero fanatismo de sus seguidores. Limita libertades y restringe derechos de quienes considera “enemigos”. No propugna justicia y ahonda desigualdades, tanto naturales como sociales.
Durante gran parte de su trayectoria académica y política, Norberto Bobbio se consideró un hombre de izquierda, pero de aquella que fue determinante para la Revolución Francesa: aquella que se oponía a toda forma de restricción a la libertad y a la igualdad. Fue un crítico acérrimo de la “izquierda” que se decía democrática, pero que se manejaba con acciones autocráticas, o que se escudaba bajo ese denominativo para justificar sus atrocidades. En su autobiografía, confesó detestar a los fanáticos “con toda el alma”.
Queda claro que al profesor italiano no le agradaría el masismo. Sirva ésta línea para enfatizarlo, por si queda alguna duda.
América Yujra Chambi es abogada.