América Yujra – Movimientos indígenas y campesinos: de “revolucionarios” a “hombres-masa”

907 views
5 mins read

Desde el inicio de nuestra historia, los movimientos indígenas y campesinos han sido actores principales para el establecimiento de las bases de nuestro Estado tal cual lo conocemos. Su rol siempre ha sido revolucionario y cargado de convicción, siendo la búsqueda del reconocimiento de sus derechos y el respeto a su autodeterminación, identidad y territorios sus principales luchas.

Esas demandas los han llevado a enfrentar al poder; incluso a realizar alianzas impensadas. Como algunos ejemplos están: la unión de Pablo Zárate Willca con los liberales, durante la Revolución Federal de 1899; el Pacto Militar Campesino, durante el gobierno de René Barrientos; y las alianzas de facciones kataristas con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que permitieron el primer mandato de Gonzalo Sánchez de Lozada.

No cabe duda, los movimientos indígenas y campesinos siempre han estado presentes en el escenario sociopolítico. Si bien es cierto que han estado relegados a papeles de reparto durante gran parte de los capítulos de nuestra Bolivia, su fuerza revolucionaria fue preponderante para la estabilidad política y la realización de los objetivos que la independencia de 1825 vislumbró.

Con ello, no es de extrañar que cada gobierno de turno haya buscado formar coaliciones con sectores sindicales, campesinos e indígenas para garantizarse gobernabilidad y arroparse de legitimidad. Estos sectores aceptaron esas imbricaciones políticas con la expectativa de ver cumplidas sus demandas históricas.

Las promesas nunca se cumplieron del todo. El desencanto y las ansias profundas de revolución, para ver a sus demandas pasar de la ilusión a la realidad, los llevó a conformar organizaciones. Así nacieron la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), en 1979, y la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB), en 1982.

La idea de organización también tenía aspiraciones políticas: formar un partido que les permita tener más espacios de poder y, a partir de ahí, conseguir su revolución. Surgieron, entonces, los posibles nombres: “Asamblea por la Soberanía de los Pueblos” (ASP), “Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos” (IPSP). Ante la imposibilidad de registrar alguno de ellos, nuevamente se recurrió a formar alianzas impensadas. Así, de la unión con una facción escindida de la Falange Socialista, surge, a finales de la década del 90, el MAS-IPSP.

La retórica de “construir un Estado desde y para los movimientos sociales” cautivó por completo al “Pacto de Unidad” (conformado en 2004, con la CSUTCB, Confederación Nacional de Mujeres Campesinas «Bartolina Sisa» y la Confederación Sindical de Colonizadores (CSCB). Posteriormente, se integraron el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo (CONAMAQ) y la CIDOB). Todas estas organizaciones se agruparon y apoyaron el proyecto que presentó la cúpula del MAS-IPSP.

Producto del prebendalismo, la cesión de espacios de poder, o incluso cosas tan terrenales como la construcción de sedes lujosas o desembolsos económicos para proyectos fantasmas, las organizaciones campesinas e indígenas dilapidaron sus aspiraciones iniciales. Perdieron su independencia ideológica y orgánica cuando se declararon defensores del “Proceso de Cambio”. Dejaron de lado su activismo individual y se convirtieron en una “masa” pseudo-colectiva, incompatible con sus demandas históricas

Para explicar ésa adjetivación, recurro a José Ortega y Gasset, quien definió a la “masa” como un conjunto de “hombres-masa”: un tipo de seres humanos sin libertad de pensamiento y de crítica; es decir, sin individualidad. Son indolentes con el esfuerzo histórico que les permitió gozar de derechos, o simplemente lo desconocen. No utilizan su razón y se dejan llevar por la corriente de la “masa”, lo que no les permite desarrollarse individualmente. Cómodos en un adormecimiento siniestro, permiten que el “conjunto” se encargue de resolver y decidirlo todo.

Ortega y Gasset reconoció que la agrupación humana es necesaria para enfrentar retos colectivos o monstruos terribles como las dictaduras. Empero, concluyó que, con el tiempo, éstos grupos se convierten en “masas” irracionales e impulsivas, constituyéndose en un peligro para el ser humano; pues le provoca inapetencia por la libertad y anula su razón, convirtiéndolo en un ser estéril: sin proyectos ni ideales propios. Y en algo más: la materia prima para el establecimiento de regímenes autocráticos o totalitarios.

La “masa” y los “hombres-masa” son peligrosos para el desarrollo social. Y también para las democracias. ¿Cómo desmarcarse de esas catalogaciones? El filósofo español pide recurrir a la naturaleza del ser humano: la razón. Sólo a través de ella es posible una renovación moral y un retorno a la autenticidad personal; y con ello, contagiar al resto de “hombres-masa” con entusiasmo para promover verdaderos procesos de emancipación.

En los últimos 17 años, hemos visto la conversión de los movimientos sociales, indígenas y campesinos en “masas” desprovistas de voluntad, razón y sentidos políticos-ideológicos propios. Sus dirigencias han dejado de lado sus convicciones, se conformaron con pequeños botines de poder y el reconocimiento (irresoluto) de su existencia en dos artículos (30-32) dentro de la Constitución Política del Estado.

La CSUTCB, la CSCB, las “Bartolinas”, el CONAMAQ, la CIDOB, Interculturales, todos los miembros del “Pacto de Unidad” entraron en el plan de cooptación y adoctrinamiento de la cúpula del MAS-IPSP. Se dejaron arrastrar en él porque creyeron que sólo subordinándose al gobierno de turno pueden ejercer el poder.

Obviamente, hubo desmarques. No todos los movimientos indígenas y campesinos se “masificaron” (recordemos los conflictos suscitados durante el proceso Constituyente de 2008-2009, el descontento ante el “gasolinazo” de 2010). Lamentablemente, los rasgos de “masa”, según Ortega y Gasset, los tienen tan enraizados que continúan siendo arrastrados por los “beneficios” que les proporcionó el régimen masista.

En la actual coyuntura política, principalmente la que ocurre al interior del MAS, ¿qué papel muestran las organizaciones indígenas y campesinas? Se dice que ahora respaldan a la facción “renovadora” porque consideran que la “primigenia e histórica” es ilegítima y sólo responde a intereses personales. ¿Será esto una muestra de que los movimientos indígenas y campesinos están dejando de ser una “masa”?

Por mucho que intentan diferenciarse, “evistas” y “arcistas” tienen una misma esencia: autoritarismo. Ambos comparten su desprecio por las voces contrarias y la obsesión por retener el poder, a cualquier costo. Las dos facciones usan a las organizaciones sociales, indígenas y campesinas para legitimarse entre sí e imponerse ante el resto de la ciudadanía boliviana.

Pero, ¿las organizaciones indígenas y campesinas respaldan real e incondicionalmente a una u otra facción? ¿Es genuina la identificación que dicen tener con el “evismo” o el “arcismo”? Mi respuesta para ambas preguntas es negativa.

Las organizaciones agrupadas en el “Pacto de Unidad” siguen dejándose dejan llevar por falsas promesas de igualdad, justicia social y reivindicación de sus demandas. Unos siguen creyendo el vaticinio de García Linera (“el sol se va a esconder y la luna se va a escapar”) y continúan idolatrando al “líder histórico”. Otros ven que la imagen de Luis Arce es menos grosera que la de Morales; creen que eso genera cierta aceptación en la ciudadanía y lo hace potencialmente reelegible. Premisas tan falsas sólo pueden provenir de “hombres-masa”.

Parecía que octubre iba a ser el mes en donde se produciría la emancipación de las “masas” para instalarse como la verdadera esencia del MAS-IPSP. Eso está lejos de suceder. Sólo veremos un triste espectáculo entre dos bandos arteros, cada uno con “hombres-masa” por escudos. Uno de ellos totalmente cooptado por un tirano ególatra. El otro, decidido a mantener su comodidad y sus privilegios, siguiendo, para ello, a quien detente el poder.

Los movimientos que encendieron el fuego para la independencia de nuestra patria (en primera instancia) y contribuyeron a que Bolivia mire al mundo como un Estado democrático (en la década de los ochenta) hoy mantienen vivo a un régimen con serias aspiraciones totalitarias. ¡Qué ironía! Cierto es lo dicho por George Bernard Shaw: “Las revoluciones nunca han aligerado el peso de las tiranías, sólo han cambiado de hombros”.

América Yujra Chambi es abogada.

Facebook Comments

Latest from Blog