Por: Alison Spedding Pallet[1]
El pasado domingo 4 de abril de 2021, el periódico oficialista ‘Bolivia’ publicó un reportaje que supuestamente devela los manejos económicos dudosos que ocurren dentro del Mercado Legal de la Hoja de Coca en Villa Fátima. No lleva nombre del o la autora, pero es de suponer que proviene de uno o más miembros de planta de ese periódico. Las únicas personas identificadas como entrevistadas o fuentes son Rosemary Alarcón, la Ejecutiva de mujeres de COFECAY paralelo quien fue elegida junto con Rolando Canseno, aunque sólo es identificada como ‘ejecutiva del Consejo de Federaciones Campesinas de los Yungas’ sin indicar que existe otro COFECAY, y Elena Flores, como ‘presidenta de Adepcoca (reconocida legalmente por un fallo judicial de la Sala Constitucional IV de La Paz)’, que hace evidente que sólo consultaron a un lado de las partes involucradas; además de ellas, refiere los testimonios de ‘Ramiro’ y ‘Álvaro’, aparentemente productores cocaleros de base, aunque sin indicar de qué lugares proceden. En todo caso, o es que el o la reportera anotó mal lo que le dijeron, o sus informantes se equivocaron, pues el artículo presenta varios errores de hecho, empezando cuando indica que ‘Ramiro’, para llevar su coca desde los Yungas a Villa Fátima, ‘inicia con la obtención de la hoja de ruta que entrega el dirigente comunal, quien es representante de Adepcoca’. La hoja de ruta es emitida por DIGCOIN y sirve para llevar coca al interior del país, lo que se requiere para llevar coca desde los Yungas al Mercado Legal es el orden comunal que es enteramente distinto. Posteriormente, habla de como dentro del Mercado ‘hay un gremio de revendedores que compra la coca de los productores a precio mínimo. Cada uno adquiere aproximadamente 20 taques … para llevar al interior y también pagan un monto a Adepcoca’. Esta referencia es atribuida al mencionado ‘Álvaro’. ¿Es que él no conoce la diferencia entre las y los revendedores, que adquieren coca dentro del Mercado y lo vuelven a vender allí mismo en diversas cantidades, incluso por libra, y los detallistas o productores con carpeta al detalle que sí llevan coca al interior, y que en ningún caso tienen un cupo mensual que sobrepasa los 10 taques? Nadie tiene un cupo de 20 taques. Puede ser que el informante se equivoca honestamente (cree que es así, no está mintiendo a propósito), pero es deber del o la periodista triangular su fuente para fundamentar los datos que luego presenta en su publicación.
También aparecen ‘aparapitas o cargadores’, luego calificados como ‘estibadores’, cuya actividad es ‘trasladar las bolsas de coca a los depósitos o a los vehículos que esperan afuera’. Habrá que deducir que está refiriendo a los taquiadores. Que yo sepa, nadie les denomina ‘estibadores’ y menos ‘aparapitas o cargadores’, pues sugiere que la persona que escribió este remedo de periodismo tuvo información superficial o nula respecto a lo que realmente pasa en el Mercado. ‘Estibadores’ es un término que se utiliza en otros contextos, siendo uno de ellos el transporte nocturno y clandestino de mercancías de contrabando en la frontera en Charaña.[2] Sería excesivo insinuar que se hubiera introducido esta expresión intencionalmente para sugerir por implicación que el traslado de ‘bolsas de coca’ en ADEPCOCA es igualmente clandestino e trata de mercancía ilegal, pero sí demuestra mínimamente ignorancia o una ‘investigación’ completamente superficial y descuidada que no corresponde a un periodismo serio. Considero que de entrada estos errores descalifican esta publicación.
Luego, aparecen otras aseveraciones que, si bien no se puede demostrar de entrada que son equivocadas, sí son cuestionables. Empiezo con el tema de los kioscos ‘en inmediaciones de Adepcoca’. El artículo indica que sus ‘propietarios o administradores … deben cancelar un alquiler mensual que alcanza a Bs3.000’ y que ‘estos ingresos … no figuran en los registros de Adepcoca ni se informan en la rendición de cuentas’. Cualquier que estuviera presente en la asamblea del lunes 5 de abril de 2021 habría escuchado el ítem del informe económico respecto a los kioscos, que igualmente figuró en informes de anteriores directorios. Es otra cuestión hasta qué punto estos informes eran correctos, y de hecho el actual directorio ha contrastado su rendición con anteriores para indicar que aquellos no incluyeron todos los ingresos en éste u otros rubros, pero de informar, sí informaron, es decir que es falso aseverar que ‘ni se informaron en la rendición de cuentas’. Es cierto que siempre se informa en global y no detallan cuánto paga uno u otro kiosco (que puede variar según su tamaño o su rubro, cierto que desconozco esos detalles, como para decir que es cierto que todos y cada uno pagan Bs3.000 – suponemos por mes, tampoco especifica en el artículo si esto es por mes o por año o por día) pero sí informan sobre ingresos de este rubro. Lo mismo pasa con los pagos por parte del sindicato de taxis, que según ‘Álvaro’ ‘son manejados como un secreto de Estado, ya que pocos saben’. Da para pensar que este ‘cocalero de base’ sería tan de base que jamás habría asistido a asamblea general alguna de su organización (o sea, jamás habría cumplido cargo en el comité comunal o en el sindicato de su comunidad donde sí es obligatorio asistir), pues en esas asambleas habitualmente citan ‘taxis’ como una de las fuentes de ingreso.
Luego asevera que ‘Si otros taxis o radiotaxis llegan para prestar servicios a ese lugar pueden sufrir la rotura de parabrisas o el pinchado de llantas’. Bueno, he perdido la cuenta de cuántas veces he tomado taxis para irme del Mercado de la calle Arapata, sea un taxi que bajaba o estaba parado en esa calle o uno que estaba bajando por la avenida, y eran toda una variedad de taxis, aunque en varias ocasiones el taxista comentó que no era la primera vez que me había alzado de ese lugar (tal vez porque como una gringa de pollera no suelen olvidarme una vez que me hayan encontrado); pero en ningún caso he sabido que sufrieron rotura de parabrisas o pinchado de llantas por pasar por allí en busca de pasajeros. Claro que es una cosa alzar pasajeros y otra cosa, presentarse en la puerta principal del Mercado para cargar la coca que va destino al interior, y que tiene que salir con su hoja de ruta y documentos en orden y ser descargado luego en el lugar que se señala en esos documentos. Esto no es algo que se puede encargar a cualquier vehículo que se presenta de paso, y por tanto es justificable y hasta recomendable que un solo sindicato de taxis se encargue de esa tarea, para tener posibilidades de control en caso de que no se hubiera cumplido con el descargo que corresponde, es decir, si se hubiera colaborado con un desvío de la hoja – todo esto, cumpliendo con la ley. Sin embargo, el artículo lo presenta como si fuera una especie de arreglo de camarillas, donde ‘el personal de seguridad del establecimiento’ (se entiende, de ADEPCOCA) se encarga de destrozar cualquier vehículo que ofrece servicio sin ser parte de su ‘contrato de exclusividad’.
Otra aseveración textual es ‘Los comerciantes minoristas en el interior del mercado suman alrededor de 7.000 y todos los días hacen un pago de Bs30, en tanto que los detallistas son más de 6.000 y pagan Bs20 a diario.’ No me es claro quiénes son estos o estas ‘comerciantes minoristas’. ¿Incluyen los kioscos, ventas de comida y otros que hay dentro del mercado, más las y los ambulantes que pasean por los galpones ofreciendo una variedad de productos (tampoco sé si todos ellos y ellas se presentan todos los días, o sólo cuando quieren) y además incluye ‘revendedores’ específicamente de coca, aunque como hemos visto se menciona aparte a ellos? En todo caso, en este caso los ‘detallistas’ serían los que sacan coca para el interior, y sí sabemos que pagan Bs20 por taque que sacan, pero eso es una vez al mes y no a diario; a la vez, pocas líneas después, Elena Flores ‘reveló que los minoristas también pagan Bs50 para salir de mercado de la coca’. ¿Estos ‘minoristas’ son lo mismo que los ‘detallistas’, o son todo y toda ‘minorista’ que vende dentro del mercado, aunque sea ofreciendo gelatina, y tienen que pagar Bs50 para ‘salir’, caso contrario no podrían regresar a sus hogares? Prosigue Flores diciendo que ‘un socio para entrar a este negocio cancela hasta Bs20.000’. Hablando de ‘socio’, es de deducir que refiere a lo que se paga para obtener el carnet de productor, aunque un lector o lectora que no conociera el tema quedaría en duda si habla de ser comerciante dentro del mercado o para sacar coca de los Yungas. De todos modos, para obtener el carnet de Adepcoca se suele cancelar un total de Bs800 entre lo que se paga a la comunidad y lo que se paga en la Departamental. ¿O será que cuesta, o ha costado (actualmente dicen que se da gratis) ‘hasta Bs20.000’ para ser ‘socio’ de Adepcoca de la Flores? Y de todos modos, dado que ella aún no ha logrado que se le entregue las oficinas de Villa Fátima y por lo tanto no tiene conocimiento de los movimientos económicos que allí ocurren, como menos los tiene Rosemary Alarcón, cómo es que estas personas saben que (según cita de Alarcón) ‘Adepcoca gana al menos Bs 350,000 cada tres meses, que es el tiempo en que la coca llega a La Paz’, o según Elena Flores, ‘Todos los meses se tiene una ganancia aproximada de Bs 1 millón para los dirigentes de Adepcoca’, aunque ella misma aún no ha podido tomar la dirección de esa organización y a lo largo del artículo repiten que nunca han informado sobre los ingresos que tienen, y por tanto se deduce que si así fuera nadie sabe en realidad el monto de ‘ganancia’ a que llegan? Es como para sospechar que Flores ha hecho gestiones legales para asumir la presidencia de Adepcoca precisamente porque quiere aprovechar de esta ‘ganancia’, tal como dice el mencionado ‘Álvaro’: ‘Es por eso que hay constantes peleas en la dirigencia. Todos se quieren hacer cargo de Adepcoca porque es una mina de oro donde fluye mucho dinero’.
Volveré a la cita de Alarcón, de que tres meses ‘es el tiempo en que la coca llega a La Paz’. Bueno, al inicio de este reportaje dice que en ‘los Yungas paceños … la coca se cosecha tres veces por año, lo que no sucede en el Trópico de Cochabamba’. Entre 2002 y 20003 he dirigido una investigación en los Yungas tradicionales (Chulumani y Arapata), Yungas de colonización (Asunta, específicamente en la Central Asunta) y en el Chapare. Entre los muchos datos que hemos registrados eran las fechas exactas de las sucesivas mitas, o cosechas, en cocales concretas; es decir, no hemos quedado con datos referenciales tipo ‘de tal tiempo se cosecha’. Les invito a revisar los datos consignados en las pp.202-3 de Spedding, Huanca y Llanos (2019),[3] donde se observa que el intervalo entre mitas es variable, pero que es menor en Asunta (acercando a ‘dos meses’, es decir 60 días) que en Yungas tradicional o en el Chapare, donde vira alrededor de 90 días, o sea ‘tres meses’, que puede dar lugar a tres cosechas en el curso del año, o en casos cuatro en un año calendario según las fechas precisas de las mitas. Igualmente, se observa bastante variación en los intervalos registrados. No conozco otra publicación que presenta datos tan precisos como éstos. Sería excelente que nosotros los y las productoras nos dedicamos a anotar las fechas de nuestras cosechas para tener un registro amplio al respecto, junto con los datos de la altura, la edad y otras características relevantes de nuestros cocales, como por ejemplo por cuántos pillus ya ha pasado y con qué plaguicidas, fertilizantes u otros productos lo hemos fumigado o tratado; sería un primer inicio de recopilación de datos auténticos sobre la producción de coca, para empezar a rellenar los inmensos vacíos al respecto. Pero más allá de eso – que apunta a un proyecto de investigación auténticamente comunitaria y colaborativa, al cual yo me presto a coordinar en cualquier momento con las personas que se prestan a hacerlo – la tal Alarcón dice que esos tres meses serían el tiempo en que ‘la coca llega a La Paz’. Obviamente, de un cocal dado su producción estará disponible para la comercialización en La Paz cada ‘tres meses’, es decir, el lapso convencional entre una cosecha y la siguiente. Pero la informante habla como si todos los cocales se cosechan en la misma fecha, entonces solo cada tres meses hubiera oferta de coca en Villa Fátima. El artículo ofrece un relato del cocalero ‘Ramiro’ de cómo es la ‘travesía’ de llevar su coca desde su comunidad hasta venderla en la ciudad. De paso, no menciona que cualquier que no quiere o no puede realizar esta ‘travesía’, tiene la opción de vender su coca a negociantes que están buscando en las comunidades, pero dice que después de haber vendido su coca, según ‘su habilidad para la transacción y de las amistades que tiene ‘retornará a su comunidad con, al menos, Bs 30.000’. No dice cuántos taques habría llevado, pero mas antes indica que el precio por taque ‘está entre Bs2.100 y Bs.2.800’. Ya, suponemos que ‘Ramiro’ obtuvo el precio menor citado. Entonces Bs 30.000 equivale a 14,29 taques. ¿Cuántos productores de base tienen 14 taques o más por mita? Y si los tienen ¿los van a estar acumulando, de manera de que algunos están guardados y otros más frescos, hasta llevarlos todos juntos y venderlos en una sola ocasión? Dejo al criterio de los lectores y lectoras de esta reseña evaluar la validez de este monto, de ahí que se dice que con este ingreso, ‘Ramiro’ irá a ‘mantener a su familia. Luego de tres meses retornará con otra cantidad similar del producto milenario’.
Creo que he expuesto lo suficiente para demostrar la invalidez total de este supuesto reportaje. Es necesario que publicamos sus defectos e indicamos sus falsedades sino desinformación intencionada dirigida a desacreditar a nuestra ADEPCOCA, la única verdadera y mayoritaria que reúne a las y los productores de coca del departamento de La Paz.
ADEPCOCA SE RESPETA ¡CARAJ0!
______________________
- [1] Doctora (PhD) en Antropología Social de la Universidad de Londres. Docente emérita de la Universidad Mayor de San Andrés.
- [2] En caso de que reclamen que yo tampoco consto mis fuentes, esta información procede de un estudiante de Sociología quien había trabajado personalmente en este traslado. Para no comprometerle no voy a consignar su nombre real, como tampoco se hizo con ‘Álvaro’ o ‘Ramiro’, ni con es ‘estibador’ anónimo citado en el artículo.
- [3] SPEDDING Alison, Bernardo HUANCA y David LLANOS (2019). Kawsachun coca. Economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare. Tercera edición ampliada y actualizada. La Paz: Editorial Mama Huaco/PIEB. Para adquirir el texto comuníquense al número 725 59890 o 725 97354.