América Yujra – “Evistas” y “arcistas”: una vana estrategia en su juego por el Poder

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Para ganar un juego, cada jugador elabora su estrategia basándose en diferentes pautas y ponderaciones. El objetivo es ganar, claro está; y a veces, para lograrlo, puede recurrir a decisiones controversiales, algunas impensadas o poco esperadas por su contrincante.

Dentro de la teoría de juegos, para analizar cómo un jugador elige una estrategia, existe un modelo interesante. Se denomina “dilema del prisionero”. Este tipo de problema fue usado en matemática, economía y psicología; principalmente, para analizar el comportamiento humano ante situaciones que exigen decisiones importantes e identificar el grado de confianza y cooperación que es capaz de demostrar con los demás contendientes, participantes y/o compañeros de juego.

Este dilema consiste en lo siguiente: dos personas acusadas de cometer un delito son interrogadas de manera separada. Se les ofrece un “arreglo” si deciden “cooperar” con la investigación. Cada uno, entonces, se enfrenta a la posibilidad de terminar condenado o absuelto, dependiendo de alguna de las decisiones que pueda tomar: declararse inocente y culpar a su compañero o no declarar y esperar que el otro haga lo mismo.

La última opción, al depender de la decisión del otro, es la más incierta y, por ende, la más lejana. Por lo que, aún si existiera un acuerdo conjunto previo, la decisión o estrategia dominante que tome cada prisionero será aquella que le sea más beneficiosa. Considerará que lo más razonable es confiar en sí mismo y no esperar que la otra persona actúe de forma altruista.

Como escribí líneas supra, este dilema analiza los incentivos que tiene cada persona para inclinar su estrategia a un determinado sentido. En circunstancias límites, una persona hará una ponderación entre las opciones y sus posibles resultados, llegando a la opción más conveniente (en su percepción), aun sabiendo que puede terminar perjudicada

“Arcistas” y “evistas” están justamente en una situación límite: se ven entre sí como únicos potenciales contrincantes dentro del juego por el poder. Empero, el verdadero problema que enfrentan es la percepción que tiene la opinión pública sobre ellos.

Aunque continúen insistiendo en cambiar la historia, ambas facciones fueron parte de la maquinaria que puso y pone en jaque a la democracia boliviana. Ninguno reconoce que el máximo responsable del recrudecimiento de la corrupción, el narcotráfico y la injusticia en nuestro país es su régimen autoritario impuesto hace 17 años. Al contrario, creen que son los paladines de democracia, la justicia, la libertad; y que sólo a ellos les corresponde el poder.

Con todo, saben que en las elecciones nacionales de 2025 no tendrán la misma suerte de 2020. Entonces, ¿qué les queda para seguir aferrados al poder? Marcar diferencia entre lo que eran, lo que son y lo que serán.

Vistos ya en desventaja dentro del juego por el poder, “arcistas” y “evistas” sólo cuentan con pocas opciones: a) atacar y culparse mutuamente, b) aceptar/negar una culpa conjunta. Y tal como marca el postulado de la “decisión dominante” que analiza el “dilema del prisionero”, cada bando eligió la opción que cree más razonable y conveniente a sus propósitos: afrenta mutua.

Así pues, señalarse unos a otros como protectores de la corrupción, tener vínculos con “peces gordos” del narcotráfico, desestabilizadores del “Proceso” o aliados de la “derecha golpista y neoliberal” no es una estrategia de ganancia o de una sanción menor. Al contrario, es un boomerang que golpea en la memoria de la ciudadanía y sólo les llevará repudio y derrota electoral a su regreso.

Ningún bando es más o menos culpable que el otro. Uno marcó el inicio del debacle económico, político e institucional de Bolivia, el otro se encarga de continuar y profundizarlo. Un ejemplo es la corrupción. Más allá de que “arcistas” y “evistas” convengan en que este problema ha estado mucho antes de su régimen (una herencia de la Colonia, dicen), en los últimos 17 años hemos sido testigos de los casos más graves y descarados de toda la historia de nuestro país.

Durante los mandatos de Morales, tenemos los siguientes: Fondo Indígena (con un daño económico de casi 200 millones de bolivianos), empresa china CAMC, barcazas chinas, Air Catering, Quiborax, descalfo del Banco Unión. En los casi tres años del gobierno de Luis Arce figuran el caso de exministro de Desarrollo Rural y Tierras, Edwin Characayo, por cohecho; uso indebido de influencias dentro del Ministerio de Minería y la AJAM, coimas dentro de la Autoridad Boliviana de Carreteras (ABC) entregadas por la empresa china CHEC; coimas millonarias a favor del exministro de Medio Ambiente y Agua, Juan Santos Cruz.

“Arcistas” y “evistas” se tachan de “renovadores” y “radicales”, pero lo cierto es que ambos son despiadados vulneradores de la ley y los derechos humanos. Uno de los casos que reúne todo esto es ADEPCOCA. Un conflicto provocado por el masismo desde 2017 con el único fin de imponer una dirigencia dócil. Al no poder concretar ese plan, conformó dirigencias paralelas y mercados ilegales con reconocimiento ministerial, vulnerando la Ley No. 906 (Ley General de la Hoja de Coca) y su reglamento.

El gobierno de Morales se ensañó atrozmente con los dirigentes Franklin Gutiérrez (encarcelado sin pruebas), Sergio Pampa y Armin Lluta. ¿Qué hizo Luis Arce? Permitió que la dirigencia paralela, a la cabeza de Arnold Alanez, abriera nuevamente un mercado ilegal, acusó de casi una veintena de delitos a los dirigentes de ADEPCOCA, iniciando en su contra una cruel persecución policial y judicial (sin pruebas) contra Freddy Machicado y César Apaza.

Estos dos ejemplos bastan para concluir que marcar una supuesta “diferencia” es irrisoria y una simple fantasía que sólo “arcistas” y “evistas” creen. Ambos bandos son la consecución de un proyecto totalitario que no tiene el mínimo respeto a la Constitución, las leyes y los derechos humanos; que no respeta las reglas democráticas; que antepone sus intereses a los de la sociedad; que vilipendia a las minorías y se cree dueño del Estado.

“Arcistas” y “evistas” están equivocados. Los primeros creen que diferenciándose de los segundos les basta para ser reelegidos en 2025. Por su parte, los “evistas” imaginan que la ciudadanía olvidó todo lo que su deidad (Evo Morales) hizo durante su mandato y que volvería a votar por él.

A medida que se acerca el mes de octubre —mes del congreso masista en ¿Lauca Ñ?—, los señalamientos entre “arcistas” y “evistas” irán en aumento. Ataques y sillazos irán y vendrán. El juego por el poder entre ambas catervas ha pasado a un nuevo nivel. El siguiente fragmento de Novela de ajedrez del escritor austríaco Stefan Zweig relata casi a la perfección lo que sucede al interior del MAS:

“De pronto, había algo nuevo entre los dos jugadores: una tensión peligrosa, un odio apasionado. Ya no eran dos compañeros que querían probar cuál era el mejor en el juego, sino dos enemigos que habían jurado destruirse el uno al otro”.

Lo bueno de esto es que ambas facciones terminarán perjudicándose mutuamente: pierden la poca confianza y legitimidad que tenían en la ciudadanía; y al enfocar sus esfuerzos en defenestrarse entre sí, no tendrán el tiempo necesario para trabajar un nuevo proyecto a ofrecer en 2025; allanan el camino para el surgimiento de otras opciones. ¿Sabrá la oposición no masista aprovechar estos errores azules a su favor? Lo malo: los verdaderos y más importantes problemas de nuestra Bolivia siguen en el fondo del mar de podredumbre al cual nos sumergió el MAS.

América Yujra Chambi es abogada.

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