América Yujra – El masismo y su licantropía hobbesiana

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«Homo homini lupus est»: “el hombre es lobo del hombre”. Una frase que recurrentemente se la adjudica a Thomas Hobbes. Aunque ésta expresión no es de su autoría —pertenece a Plauto, comediógrafo romano del siglo III a.C.—, sintetiza las ideas contenidas en sus principales obras (Elements of Law, De Cive, Leviathan).

Hobbes vivió entre guerras, exilios e inestabilidad sociopolítica (guerra de los Treinta Años (1618-1648), guerras civiles inglesas (1642, 1647, 1650), ejecución pública de Carlos I, disolución del Parlamento Inglés, instauración del Protectorado); presenció, de cerca y de lejos, cómo la lucha permanente y la discordia sometían a todos los hombres.

En base a ésas experiencias, Hobbes construyó una posición filosófica-antropológica de la política que, desde la publicación de sus primeros escritos, ha sido catalogada como pesimista, sombría, aciaga y hasta cínica.

Según Hobbes, los individuos son egoístas y desconfiados por “naturaleza”; buscan incansablemente riquezas, vanagloria o privilegios; casi siempre actúan bajo el dominio de la impaciencia y la irreflexión.

Ése “estado de naturaleza” se profundiza a causa de “condiciones objetivas” (derechos, peligros, amenazas, etc.). Cuando éstas se presentan, surge un conflicto despiadado —y hasta violento—  entre individuos. Es ahí donde unos y otros se procuran el “mal mayor”: la destrucción o la muerte.

En el Leviathan, Hobbes señaló tres causas de ésa lucha encarnizada entre hombres: 1) la desconfianza (se combate para lograr seguridad), 2) el afán de gloria (se combate para lograr, o mantener, una reputación superior a los demás) y 3) la competencia (se combate para lograr un beneficio).

De todas las causas o “condiciones objetivas”, de todos rasgos “naturales”, el poder es el impulso más determinante para que la lucha entre hombre se active, puesto que es —como escribió Hobbes— “la inclinación general de toda la humanidad, un deseo perpetuo e insaciable (…) que sólo cesa con la muerte”[1].

La lucha por el poder se origina por la equivocada creencia de que existe un derecho sobre todo y ante todos; así lo explicó Hobbes en Elements of Law[2]: “(…) deriva de la imaginación, o la idea, de nuestro poder, superior al poder de quien se compara con nosotros”. En consecuencia, el individuo se convierte en lobo, un depredador peligroso, y ataca a sus similares.

En ésa contienda entre “equivalentes” por el poder, la violencia no es el único recurso al que se acude. El engaño o la simple amenaza bastan para iniciar un conflicto, para dar rienda suelta a la “brutal rapacidad”[3], dado que “la guerra no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el lapso de tiempo en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente”.

Expuestas las miserias humanas y el deseo irracional de detentar el poder a toda costa, el “estado de naturaleza” se convierte en un “estado de guerra de todos contra todos”. Y surge el “horror”: la convivencia se hace imposible, el orden desaparece, el Estado se derrumba.

Las ideas hobbesianas —así también su licantropía metafórica— calzan perfectamente en el masismo. A medida que se acercan las Elecciones Nacionales de 2025, una “condición objetiva” empuja a cada una de sus facciones hacia la radicalidad —y también al ridículo—: tanto el “evismo” como el “arcismo” dicen tener el derecho a detentar el poder.

El poder es la razón y el objetivo del “estado de guerra” al interior del masismo: Evo Morales quiere retomarlo, Luis Arce quiere mantenerse en él. Y aunque intenten diferenciarse, ambos utilizan las mismas tácticas para disputar su propia conservación, para destruirse y someterse mutuamente.

Uno de esos artificios es la idea del “líder redentor”. Morales y Arce se señalan a sí mismos como los “salvadores de la democracia”. Para validar este delirio, recurren a otra táctica: “dominio/control de masas”: se rodean de grupos dóciles y obsecuentes, a quienes convencen con discursos que reviven viejas crisis y vaticinan escenarios de “dolor e infelicidad”, siempre culpando a “otros” y ocultando sus responsabilidades (actuales y pasadas).

La “apelación a la emoción”, otra habitual táctica. Morales intenta mostrarse como un indígena perseguido “por imperialistas y fascistas”, sólo por luchar “por el pueblo”. Por su parte, Arce se presenta como una víctima de “intentos golpistas” propiciados por quien fue su amigo y compañero. Uno dice que lucha “por el pueblo”, el otro dice defenderlo. Sus actitudes nos dicen todo lo contrario: Morales combate para recuperar los privilegios que le daba el poder, y lo único que defiende Arce es su estadía en plaza Murillo.

No cabe duda que la lucha encarnizada al interior del masismo ha escalado y ya cuenta con todos los aditamentos identificados por Hobbes: impaciencia, desconfianza, amenazas, engaños, violencia, rapacidad… A éstos debemos añadir la irreflexión; pues sólo con ella puede entenderse el entramado de espectáculo, catástrofe y simple teatro que ambos grupúsculos ofrecen a diario: luchar con palabras, con golpes o empujones, y, recientemente, con pruebas de laboratorio. Es de admirar la rapidez con que el masismo pasa de la desgracia al ridículo

Muy probablemente, Hobbes no imaginó que en la “lucha encarnizada” se recurra al absurdo; pero sí vaticinó que las acciones de los contendientes pueden generar terribles consecuencias para la sociedad y la estabilidad del Estado. En una situación de “guerra (fría o violenta) constante”, ninguna actividad económica, de desarrollo o meramente social es posible.

Pese a los calificativos, Hobbes no era pesimista o sombrío del todo. El “estado natural” de los individuos no es perfecta, pues ninguno de ellos lo es. Sin embargo, creía que pueden salir de ése “escenario de horror”, venciendo la desconfianza, los apetitos perniciosos y la lucha incansable por el poder. En costo de no hacerlo sería una vida “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Conociendo la “naturaleza” de Morales, Arce y sus respectivas facciones, queda decir lo mismo sobre la existencia del masismo: será desagradable, pobre, cruenta y breve.

[1] Hobbes, Thomas. (2018). Leviathan. (Trad. Escohotado, Antonio). Deusto.

[2] Hobbes, Thomas. (1928). The Elements of Law, Natural and Politic. Cambridge University Press. (Ebook)

[3] Hobbes, Thomas. (2000). De Cive. Alianza.

América Yujra Chambi es abogada.

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