Se podía evitar la guerra, pero la codicia del mercado europeo no dejó respetar los acuerdos e indujo al conflicto. Esto provocó una feroz reacción financiera que no solo empieza a causar estragos en la economía de Moscú, sino en todo el planeta. Si bien antes del ataque las finanzas globales estaban bajo presión, ahora las repercusiones de las sanciones sacuden los mercados y surten efectos en la inflación, en especial a partir de la industria energética.
La guerra acrecienta cada amenaza financiera que el mundo arrastra por la pandemia. La locura por vender gas a mayor precio por parte de Estados Unidos lleva a Ucrania a una posición en que carga con el poderío armamentista ruso, mientras su Presidente no tiene el rumbo adecuado para enfrentar una crisis geopolítica de estas características.
Encabezadas por Estados Unidos, otras naciones occidentales han apuntado a Moscú con sanciones severas y sin precedentes para una economía de primer nivel. Han expulsado a los principales bancos rusos del sistema de pago internacional, han limitado las exportaciones de alta tecnología a Rusia y han restringido drásticamente la utilización de las reservas de sus divisas por parte de este país.
Por ahora –y en términos generales– los efectos son relativamente leves, pero esto dependerá en gran medida de la prolongación del conflicto. Con su fuerte dependencia de la energía de Rusia, la economía de Europa está en riesgo. Los precios del gas natural se dispararon en 20% después de que comenzó el ataque a gran escala, ahora están, aproximadamente, seis veces más altos que a principios de 2021.
La crisis del precio del gas alimenta una inflación de los servicios públicos también al alza. El resultado es que los hogares tienen menos dinero para gastar y ha disminuido la esperanza de aumento en el gasto de los consumidores, pese a que muchos países comienzan a vivir con menos restricciones por la pandemia de covid-19.
En la eurozona, el lastre de los precios más altos y el efecto negativo de la confianza pueden reducir el crecimiento del PIB real, de 4,3% a 3,7 % para 2022. El aumento de los precios de la gasolina ha causado lo que los economistas llaman “destrucción de la demanda”.
Esto ocurre, por ejemplo, entre las empresas fabricantes de fertilizantes, que utilizan mucho gas y ahora han reducido la producción. Por otro lado, los agricultores hoy pagan más por el funcionamiento de la maquinaria y en la compra de fertilizantes.
La economía de Alemania, que en el cuarto trimestre de 2021 se hundió en 0,7%, se enfrentará a una recesión técnica si se contrae de nuevo en los tres primeros meses de 2022.
Tras la recesión pandémica, las empresas luchan por encontrar materias primas y componentes suficientes para producir bienes que satisfagan la creciente demanda de los clientes. Las fábricas, los puertos y los patios de carga abrumados han significado escasez, retraso en los envíos y precios más altos. En este momento, las interrupciones en las industrias rusa y ucraniana retrasarán más el retorno a las condiciones normales del flujo económico.
Rusia y Ucrania juntas suministran el 13% del titanio del mundo, material utilizado para fabricar aviones, y el 30% del paladio, elemento empleado en la producción de automóviles, teléfonos celulares y empastes dentales. También la Federación Rusa es importante productor de níquel, metal aplicado en la producción de acero y baterías para automóviles eléctricos.
Estamos al borde de una “tercera guerra mundial”. El detonante son los mercados energéticos y el dominio de las cadenas de suministro a nivel global. Lo último en que se piensa es en las miles de familias que sufren el embate de una guerra que se vale de cualquier estrategia para dañar al otro.