Gonzalo Colque – ¿Biotecnología o semillas transgénicas?, es hora de llamar las cosas por su nombre

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Crece la presión del gremio agropecuario del oriente para la legalización de más semillas transgénicas, pero esta demanda sectorial está posicionada mediáticamente como uso de biotecnología.

Se ha hecho habitual escuchar a los agropecuarios cruceños exigiendo el uso de “biotecnología” para aumentar la producción y la productividad agrícola. Pero, en realidad, lo que piden es el uso de semillas de organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos. Evitan llamar las cosas por su nombre para mostrarse como partidarios de la ciencia y la ingeniería genética y, sobre todo, para ocultar sus verdaderas intenciones ante la opinión pública.

En mayo de este año, la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) se sumó a esta campaña anunciando que como “ente generador de ciencia y tecnología” respalda el pedido agroempresarial y elaborará una “Ley sobre biotecnología en Bolivia”. Los pequeños productores de San Julián y Cuatro Cañadas también se alinearon al discurso biotecnológico y están plenamente convencidos de que los problemas de plagas, sequías y bajos rendimientos se solucionarán con las semillas transgénicas.

Para aclarar, vale la pena hacer notar algo elemental. Los términos “biotecnología” y OGM no son sinónimos, por lo tanto, no son intercambiables ni pueden usarse indistintamente. Biotecnología refiere a técnicas y procesos propios de la ciencia biológica para manipular y alterar artificialmente material genético, células, ADN y otros; mientras que OGM es un resultado o producto concreto: un organismo vivo salido de laboratorio. Este último es lo que piden los agropecuarios y sus aliados.

El lenguaje engañoso del gremio agropecuario no es accidental, por supuesto, sino forma parte de una estrategia comunicacional del agronegocio global. Las multinacionales gastan miles de millones de dólares para formar corrientes de opinión pública amigables y no contestatarias frente a la expansión de la agricultura que destruye bosques, ecosistemas y pueblos. Forman y financian miles de publicistas que se encargan en varios países de promocionar el uso comercial de los OGM, monopolizar los medios de comunicación y deslindar cualquier responsabilidad corporativa. Por ejemplo, es bastante común que los biólogos genetistas auspiciados se presenten frente al público como científicos apegados al conocimiento, divulgando explicaciones biotécnicas, y una vez que se rodean de un halo de cientificidad, se lanzan a discutir temas ajenos al campo biogenético, sin más sustento que sus juicios de valor. La versión menos apegada a la honestidad intelectual está integrada por publicistas formados con perfiles híbridos, una mezcla entre gestores comerciales de OGM, lobistas y gente de marketing corporativo.

¿Por qué no llamar las cosas por su nombre? El uso del lenguaje engañoso no es algo privativo del agronegocio. Al contrario, está bastante extendido para adornar, disfrazar y ocultar las verdaderas intenciones del poder económico y político. El Gobierno Nacional enmascara, bajo el denominativo “Madre Tierra”, las políticas regresivas en materia ambiental. El presidente Luis Arce promociona el biodiesel con el nombre de “diésel ecológico”. La manipulación parece estar tan normalizada que no es extraño encontrarnos con titulares de prensa como “productores exigen ley para uso de biotecnología”.

Dicho esto, el arte de los agropecuarios y sus publicistas de manipular las palabras y sus significados nos conduce a una duda razonable: ¿son creíbles las grandes y múltiples ventajas que predican sobre el uso de las semillas transgénicas?

Gonzalo Colque es investigador de la Fundación TIERRA.

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