América Yujra – Apartar la piedra y liberar a Sísifo

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En la mitología griega, los Infiernos eran los lugares que ni buenos, ni malos, ni dioses podían evadir. El «mundo infernal» se encontraba en los subterráneos más alejados, y estaba conformado por cuatro espacios. El erebo estaba destinado a las almas errantes que no fueron sepultadas en la tierra. El segundo era el infierno de los malos, una región pantanosa, con ríos de hielo y azufre en donde las almas de los criminales eran sumergidas perennemente. La tercera región era el tártaro, o prisión de los dioses. Y en el último espacio estaban los campos elíseos, donde las almas virtuosas disfrutaban de la «primavera eterna».

Entre los “criminales” condenados a habitar en el tártaro está Sísifo[1], hijo de Eolo, casado con la pléyade (“estrella”) Mérope. Levantó la ciudad de Corinto, antes Efira, y se hizo rey. Para incrementar el comercio y la navegación, Sísifo se valió de métodos engañosos e indebidos para aprovecharse de viajeros, robando sus mercancías o provocando su muerte.

En varias oportunidades, Sísifo usó su astucia para burlar a los dioses y obtener beneficios. La primera tuvo lugar cuando Asopo, dios de los ríos, acudió a Corinto en busca de su hija Egina. Sísifo sabía que ella había sido raptada por Zeus y, a cambio de que Asopo hiciera brotar un manantial inagotable para abastecer de agua a Corinto, reveló el secreto del dios del Olimpo.

Anoticiado de ésa infidencia, Zeus envió a su hermano Hades ir a por Sísifo. Valiéndose de su astucia, convenció al dios de la muerte a ponerse esposas y quedó preso durante varios días. Esto produjo un desequilibrio en el mundo, pues nadie pudo morir. Zeus, furioso, ordenó a Ares liberar a Hades y matar a Sísifo.

Sabiendo su destino, Sísifo convenció a su esposa de no sepultar su cuerpo. Ya en los infiernos, el alma de Sísifo pidió volver al mundo para remediar ésa deshonra. La diosa Perséfone cedió ante su insistencia, pero con la promesa de volver sin demora. Sin embargo, Sísifo no cumplió su palabra. Se quedó en su palacio y murió de forma natural muchos años después.

Cuando volvió a los infiernos, los jueces del inframundo le indicaron a Sísifo que debía llevar una enorme piedra a la cima de una colina. Pero nunca pudo hacerlo. Ni bien se acercaba al objetivo, la roca resbalaba y rodaba… Sísifo debía bajar a recogerla y volver a subir la colina.  Ésa fue su condena.

El mito de Sísifo mereció diversas interpretaciones. Para algunos representó la condena que reciben los hombres que sobrepasan los límites impuestos o que se empecinan a realizar “lo irrealizable”. Otros dejaron de lado la personalidad embaucadora de Sísifo —causa de su castigo— y usaron su condena como analogía de trabajos inútiles, estériles o poco exitosos.

Todas las épocas han estado plagadas de planes descabellados y sin éxito. Muchos de ellos han condicionado el desarrollo de sociedades, sistemas políticos y formas de gobierno. Nuestro país no es ajeno a todo esto. Si de tareas infructuosas hablamos, hay una que tiene dos fracasos en su haber y lleva algo más de un año intentando un tercero: la realización de elecciones judiciales.

La ciudadanía boliviana siempre ha demandado un “mejor sistema de justicia”. Ésta transformación requería una reingeniería constitucional, misma que llegó en 2009 con la aprobación de la Constitución Política del Estado Plurinacional, propiciada por el MAS. La tarea para cubrir ésa demanda histórica requería cambios trascendentales, pero acordes a la Bolivia del siglo XXI. El tiempo demostró que muchas de las “innovaciones” —sobre todo las relacionadas al ámbito judicial— incluidas en el texto constitucional fueron hechas a la medida del proyecto totalitario del régimen masista.

Según datos de World Justice Project (WJP), en 2009, el sistema de justicia en Bolivia mostraba bajos índices de calificación en temas de derechos fundamentales, leyes de protección, servicios de la administración de justicia, mecanismos de solución de conflictos, acceso y participación ciudadana. Los redactores de la Constitución de 2009 aseguraron que tanto la incorporación del pluralismo jurídico como la elección de magistrados por voto permitirían un sistema de justicia independiente, transparente, armónico, accesible y equitativo.

El “innovador” proceso eleccionario fue observado ya en aquel entonces porque no parecía garantizar la meritocracia. Las irregularidades saltaron desde el primer momento del proceso de selección de candidatos a las altas magistraturas, producto del descarado cuoteo y manipulación de las listas de postulantes por parte del MAS. El primer signo de fracaso se produjo el día de la elección (16 de octubre de 2011): con votos blancos y nulos, el 60% de la ciudadanía manifestó su desacuerdo y desconfianza.

Consolidada una “nueva” estructura, ¿mejoró el sistema de justicia boliviano? Dejo los siguientes datos de WJP a modo de respuesta:

  • En 2011, Bolivia ocupó el puesto 11 de los 12 países de la región analizados. En la protección de derechos fundamentales, en el sistema de justicia civil y penal se posicionó en décimo lugar.
  • En 2012 y 2013, de 97 países, Bolivia ocupó el lugar 77 en derechos fundamentales, 92 en justicia civil y 95 en penal.
  • En 2014, Bolivia se ubicó en el puesto 94 a nivel mundial (considerando 99 países). En 2015, el puesto 80 entre 102 países. En ambas gestiones, las deficiencias de leyes, protección de derechos (información y libertad de expresión, principalmente), participación civil y mecanismos de solución de conflictos continuaron en índices bajos.
  • En 2016 y 2017, Bolivia se posicionó en los peores lugares del ranking de WJP: 104 a nivel general; 108 (de 113 en 2016, de 117 en 2017) en justicia civil; 112 (de 113 en 2016) y 116 (de 117 en 2017) en justicia penal.
  • En 2018: puesto 106 (de 113) a nivel mundial, 111 en sistema de justicia civil y 112 en penal.
  • Dos años después de la segunda elección, en 2019: puesto 129 (de 139); 123 en justicia civil y 125 en penal.
  • En 2020, Bolivia obtuvo el puesto 121 (de 128); 129 relativo a justicia civil y 127 en penal.
  • En 2021: puesto 129 (de 139); justicia civil, 137; justicia penal, 138.
  • En 2022: puesto 130 (de 140) a nivel mundial.
  • En 2023, puesto 131 (de 142); en derechos fundamentales, 111; justicia civil, 140; justicia penal, 141.

Todos los datos anteriores reflejan que después de dos elecciones judiciales, el sistema de justicia en Bolivia ni es más independiente, ni transparente, ni accesible, ni armónico; decayó año tras año. Desde 2011, se ha ubicado en los últimos puestos del ranking mundial de WJP, quedando como uno de los peores en los ámbitos de protección de derechos fundamentales, justicia civil y penal. En pocas palabras: la “innovación” del régimen masista es un fracaso.

¿Por qué las elecciones judiciales son inservibles para restaurar la justicia boliviana? Porque atienden un supuesto problema central, y dejan de lado otros de mayor trascendencia: independencia judicial material, lucha contra la corrupción (en todos los niveles del Estado), cultura jurídica, entre otros. Un sistema de justicia no refleja calidad y eficacia con autoridades disfrazadas de legitimidad exigua.

El masismo ha convertido las elecciones judiciales en la piedra que el sistema de justicia boliviano —cual Sísifo— intenta llevar a la cima y alcanzar un “cambio”. Las elecciones judiciales son ésa piedra pesada que resbala y cae, ya sea por la ineptitud de los legisladores en la construcción de leyes, la astucia del Ejecutivo o por impertinentes recursos constitucionales.

¿Es posible evitar que la perennidad del castigo de Sísifo? Sí. A diferencia de la piedra que cargó el rey de Corinto, la impuesta por el masismo puede ser apartada de los hombros de nuestro sistema de justicia a través de una ley de reforma constitucional que considere:

  • Un diferente mecanismo de designación de magistrados, a cargo de un ente externo al Legislativo, conformado por representantes de universidades, colegios de abogados, asociaciones de jueces y periodistas, Consejo de la Magistratura y grupos ciudadanos, pudiendo ser refrendados mediante elecciones.
  • La reestructuración de las atribuciones y funciones de los altos tribunales de justicia (Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Tribunal Agroambiental y Consejo de la Magistratura), a fin de mejorar sus ámbitos administrativos, jurisdicción y regímenes de evaluación y disciplinarios.

Datos y hechos concretos han demostrado que las elecciones judiciales no son la solución. Insistir en ello es un completo despropósito, es ahondar la decadencia de nuestro sistema de justicia. Podemos detener su agonía: como ciudadanía, exigiendo acciones inmediatas al Legislativo; y éste, recuperando su autoridad mediante leyes contundentes que terminen con la usurpación de los magistrados autoprorrogados y con ésa “innovación” estéril.

En su ensayo sobre el mito del rey de Corinto, Albert Camus[2] señaló que “no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”. Legisladores, aún hay tiempo para aplicar respuestas que no resbalen de las manos y aparten la piedra que entumece a nuestra Justicia. ¿O quieren mantener ésa condena y seguir siendo presos de ella?

América Yujra Chambi es abogada.

[1] Graves, Robert. (2012). Los mitos griegos. Vol. 1. Ariel

[2] Camus, Albert. (2021). El mito de Sísifo. Debolsillo

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