El tiempo determina la duración de las cosas; pues se constituye en un medio para medirlas, pese a su incorporeidad. Pero, ¿puede el tiempo ser la medida de la vida?, o ¿la vida condiciona la duración del tiempo?
En la antigua Roma, Lucio Anneo Séneca se hizo preguntas similares —incluso más profundas— y llegó a una conclusión por demás acertada: el valor de la vida no depende de cuán breve o larga puede ser, sino en cómo es aprovechada, o como escribió en Sobre la brevedad de la vida: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.
Entre otras reflexiones éticas contenidas en su libro, Séneca señaló que sólo una comprensión consciente sobre el valor del tiempo hace que el individuo cumpla con sus deberes (tanto individuales como los que tiene frente a la colectividad) de forma eficiente, lo que lo acerca al bienestar, pues sostiene su existencia.
¿Qué impide que el tiempo sea bien aprovechado? Los vicios. Séneca destacó entre éstos la ira y el ansia de poder, porque impiden alcanzar la verdadera felicidad, que no es otra cosa que una vida humilde, guiada por la razón, el respeto a los otros y la aceptación de la naturaleza de las cosas, tal cual son dadas. Cuando un individuo ocupa su tiempo en alcanzar cosas inútiles, perseguir codicias o batallas sin justificaciones valederas, desconoce el valor del tiempo, de su vida, reniega su propia existencia e incluso produce consecuencias en su entorno (sociedad).
Para Séneca, otra forma de “pérdida de tiempo” es el estado de inacción. Los deberes y los proyectos personales deben ser realizados en el «hoy»; rehuirlos, o peor aún, incumplirlos, demuestra inconsciencia y falta de voluntad. Cada minuto, cada hora, cada día… el tiempo pasa. No podemos detenerlo a nuestro agrado; aunque, si actuamos, es posible contenerlo en momentos de alta significancia a nivel personal, familiar y social.
La «mera existencia» también constituye una forma de desvalor del tiempo. A modo de ejemplo, Séneca expuso la anécdota de un hombre rico que al estar tan sumido en vastas comodidades y en una molicie supina, no sabía cuándo estaba sentado o de pie.
Resumiendo: la cantidad de tiempo “vivido” no basta para justificar o demostrar la existencia del ser humano. La acumulación de años es nada frente a la “sustancia” que debe haber en ellos; es decir, el «tiempo real», aquel que, aún en su brevedad, buscó ser eminente para el propio individuo, haciéndole consciente de sí mismo y de sus iguales. Más productiva y verdadera será la vida de quien actúo guiado por su razón y las buenas virtudes, que desechó todo vicio y cumplió con sus deberes consigo mismo y como «ciudadano mundial». Al contrario, la vida de quien malgastó o perdió el tiempo en cosas mundanas como la codicia, la ira o el poder desmedido, pese a los años, siempre será escasa, tan poco notoria que resultará inútil, incluso nociva a otros.
Las reflexiones sobre la vida y el tiempo que hizo Séneca buscaron un doble propósito: el mejoramiento del individuo y, a través de él, del resto social. Sus varios escritos —entre los que destacan Sobre la brevedad de la vida y Epístolas morales a Lucilio— dan cuenta de la visión —utopía, dirían algunos— que compartió con los filósofos griegos (Sócrates y Platón, principalmente): la política requiere seres virtuosos y racionales. A éste deber ser, Séneca añadió el «sentido de servicio», basado en un conjunto de acciones «buenas», mismas que sólo pueden ser realizadas por seres conscientes del valor de su existencia y del tiempo.
Quienes desconocen el valor del tiempo —y que además carecen de las virtudes necesarias para ser llamados “políticos”— son los que hoy ocupan altos cargos de poder en nuestro país. Ya van más de siete días desde la promulgación de la Ley 1549 (Ley Transitoria para las elecciones judiciales) y aún no se publicó la convocatoria. Al parecer, para el régimen y sus legisladores, una ley es suficiente para enmendar la crisis judicial existente. No cumplen sus deberes de servicio; malgastan el tiempo, tanto el suyo como el nuestro.
La ley 1549 es apenas el primer paso de una serie de actividades que la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) debe realizar. Según señala su artículo 14, éstas son: publicación de convocatoria, recepción de postulaciones, verificación de documentación presentada, publicación de habilitados e inhabilitados, recepción y resolución de impugnaciones, recepción y resolución de recursos de impugnación, publicación final de habilitados, evaluación de postulantes, aprobación de informes de preselección, aprobación de listas de candidatos preseleccionados… Todo en un plazo de 80 días.
Tanto el Ejecutivo como el conjunto de la bancada masista en la ALP afirman que las elecciones judiciales se realizarán este año, entre agosto y septiembre. Si la Comisión Mixta de Constitución de la ALP hubiese empezado a trabajar al día siguiente de la promulgación de la Ley 1549, las fechas que aseguran Iván Lima y varios legisladores “arcistas” serían factibles.
Desde el pasado año, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) anticipó que este 2024 tiene actividades electorales previamente agendadas: posibles referendos revocatorios y elecciones primarias. Por eso señalaron que las elecciones judiciales deberían celebrarse, preferiblemente, hasta antes de la convocatoria para las Primarias, cuyo mes tentativo es agosto. Haciendo cálculos, aún si se publicara la convocatoria en los próximos tres días, las actividades que debe realizar la ALP no se concluirían antes de mayo, lo que decantaría en que las elecciones sólo puedan ser realizadas en octubre, tomando en cuenta que el TSE tiene 150 días (desde que la ALP le envía la lista de preseleccionados) para realizar el proceso electoral. La pregunta formulada desde hace meses sigue en el aire: ¿habrá elecciones judiciales?
El tiempo pasa. Las atribuciones legislativas y ejecutivas incumplidas suman y siguen. Tres años y casi tres meses de mandato fueron malgastados en peleas insulsas y acciones autoritarias. La ALP, ¿qué leyes importantes ha sancionado en todo ese tiempo?, ¿ha cumplido con la elección del contralor del Estado en el plazo que se determinó?, ¿ha fiscalizado al Ejecutivo?
Por su lado, ¿qué han hecho Luis Arce y sus ministros en todo ése tiempo? El primer año lo usaron para perseguir opositores y forzar la falacia del “golpe de Estado”; para preparar la escisión de su partido, los otros dos; los menos de 24 meses que les quedan servirán de campaña electoral y para seguir creando enemigos y golpes imaginarios.
“Evistas” y “arcistas”, frente a las diversas crisis que nuestro país enfrenta —y que ellos provocaron—, actúan como si el tiempo sobrara. Al contrario, aquellos hechos vinculados a su disputa interna reciben respuestas sin demora. Claro, la lucha por el poder no admite descansos. Y no está mal. La vigencia de un partido político depende muchas veces de generar momentos determinantes, o responder rápidamente a los que se presentan. Sin embargo, cuando éstos chocan con acciones de gobierno, no producen más que efectos nocivos en el Estado: déficit económico, inseguridad, proliferación de narcotráfico y contrabando… por mencionar sólo algunos.
El masismo siempre se jacta de ser el gobierno que más años ha estado en el poder: 17 años y contando. No hubo un partido que gobernara tanto, sí, pero tampoco hubo uno que derrochara tanto el tiempo y destrozara nuestro país. No trajo ni desarrollo, ni progreso, ni convivencia, menos justicia y bienestar.
El tiempo pasa, y es así como debe ser. Sólo podemos aprovecharlo y evitar consecuencias irremediables. Por ello, las reflexiones sobre la vida y el valor de nuestra existencia deberían ser tareas constantes en todos nosotros, y en todos los ámbitos, principalmente en el político. Tal como dice un pasaje de Sobre la brevedad de la vida: “Haz memoria de cuántas veces perseveraste en el propósito, de cuántos días transcurrieron con la destinación que les asignaste, de cuánto sacaste provecho de ti mismo, de cuándo tu rostro mantuvo una tranquilidad dignidad, de cuánto tu alma no sucumbió a la cobardía, de cuántas obras terminaste en tan largo plazo de vida (…)”.
La vida se acorta por negligencia, irresponsabilidad e inacción, no por el paso irremediable del tiempo. Ésta premisa es aplicable a gobiernos democráticos y autoritarios. Largos años de males y errores sólo dejan repudio; y ningún régimen subsiste en el tiempo en base al temor y la imposición.
América Yujra Chambi es abogada