Tu huella sin voto

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A finales del 70, un grupo de policías llegó a mi pueblo, Pocoata (Norte de Potosí). El comandante, vientre abultado, cetrino y ojos pitañosos, infló el estómago y preguntó a los curiosos y curiosas que nos pusimos delante del vehículo policial: “¿quiénes no tienen carné en este pueblo?” No esperó respuesta y completó: “vayan e informen a sus vecinos, vecinas, madres, padres, hermanos, a todos; la Policía Bolivia les entregará carnés”, exclamó. “Tukuyman, tukuyman willaychis (avisen a todos)”, remató en quechua. Miradas y sonrisas cómplices y nos convertimos en ocasionales pregoneros.
Era domingo, día de feria en el pueblo, y se acercó una mujer de aproximadamente 30 años, acompañado de su hijo. Ajsu (vestido de mujer quechua) hecha jirones, rebozo (manta) verde con flores descoloridas y abarcas de goma que en cada pisada dejaban las huellas de una transnacional: good year. “¿Ima sutiyqui? (qué te llamas)”, preguntó el mismo policía que nos convirtió en pregoneros un día antes. “Exaltación Jachatakjo”, respondió lacónicamente. “Imawuan ima (qué más)”, insistió. “Chaylla (eso nomás es mi nombre)”. ¿Cuándo naciste? “Mi mamá dice que nací cuando estaban floreciendo los duraznos y rebrotaban los sauces”. ¿Cuándo es eso? “Cuándo empieza la siembra” ¿Qué año? Silencio. Los dos policías se miraron: “Estas pobres indias no saben ni cuándo han nacido, carajo”, comentaron. “Es joven nomás debe tener entre 30 y 35 años”, dijo uno de ellos. “Anótale como Exaltación Jachatakjo Jachatakjo”. ¿Y su fecha de nacimiento? “Ponle al cálculo, debe ser septiembre de 1940, que sea 15 de septiembre de 1940”. Exaltación Jachatakjo quedó bautizada y le entregaron su carné de identidad. No sé qué será de su vida, pero 30 años después, ella seguirá excluida de las decisiones del país, de la elección de su futuro, está vez con el rótulo de “observada”.
Uno tras otro pasaron los “invisibles” y las “invisibles” de la vida en busca de una identidad. ¿Nombre? “Gabino”. ¿Apellido? Ankjayo. ¿Gabino Ankjayo? Sí. ¿Fecha de nacimiento? Otra vez silencio. ¿Cuándo naciste? El aludido mira a su madre que estaba a su lado en espera de auxilio (A Gabino, jamás le cantaron un happy birthday, ni le invitaron una torta, ni le felicitaron, ni le abrazaron ni le regalaron un vino). “Mi hijo ha nacido cerca de Carnavales, ese año ha llovido mucho”. “Carajo, encima el carnaval es fecha movible, cuándo putas habrá nacido este chango”. “Ponle en febrero, 20 ó 22, debe tener 15 años o algo más”. 30 años después el Organismo Electoral Plurinacional sigue ignorando a Gabino, y los políticos de derecha lo siguen considerando como a un “bárbaro” (extranjero sin derechos en Grecia). Como él hay más de 400 mil, privados del derecho básico de la democracia: el voto. Marginado del voto automáticamente será excluido de la posibilidad de elegir a la persona o al grupo de personas que administrarán su futuro.
Pasado el meridiano de los años 80. Me fui al cuartel con mi amigo Eduardo Solano. Nos presentamos en Sucre, en el Tejar. Como faltaban soldados, fuimos reclutando en el camino. Cayeron varios indígenas, entre ellos, un Jalkja, Andrés, quien vestía calzona (pantalón) hasta media nalga y camisa larga que cubría la parte que debía hacerlo la calzona. Muy parecido a la pinta de los hiphopheros de hoy. Mirada apacible y voz de trueno. Todo blanco, incluso su sombrero casi diminuto. Inmediatamente lo apodamos: “soldado mejicano”. Fila india para registrarse en Abapó Izozog, Regimiento Marzana, 7 de infantería, pleno Chaco, 40 grados bajo sombra. Le llegó el turno a Ramón. No cargaba consigo su certificado de nacimiento, menos una libreta escolar. ¿Cuándo naciste? Preguntó el entonces subteniente Guido Flores Bellido. “El día de San Andrés”. Recordaba muy bien ese detalle el “soldado mejicano” porque su padre le había contado que el cura del pueblo de Antora (Potosí) le había bautizado con ese nombre tras fijarse el calendario. En su comunidad le llamaban Andrisi, pero recibió su Libreta de Servicio Militar color rosado con el nombre de Andrés y todos los honores de ley. Otra historia con los datos calculados y la vida verdadera.
A todas estas personas ya les tomaron sus huellas, pero por lo visto nunca les tomaron en serio como ciudadanos con derecho a participar en las decisiones públicas. No sé si estarán entre los 400 mil, pero sí los conocí y vi como les entregaron sus carnés y sus libretas de servicio militar. ¿De qué lado quedarse tras haber visto esta exclusión?
Por lo visto fue un mero slogan la frase “Tu huella, tu voto”. Estas personas tienen huella, pero no tienen voto. Dudaban de su certificado, entonces les pidieron sus huellas, ahora dudan de sus huellas. El Estado (léase los políticos con espíritu hitleriano) no certificaron su nacimiento, pero sí lo identificaron con un carné de identidad y una libreta de servicio militar, pero como no certificó su nacimiento, ahora se niega a certificar sus huellas, en definitiva le niega la vida, le condena a la muerte civil.
Pronto se preguntarán si tienen alma y le exigirán un certificado. Un papel vale más que la certificación de Dios, un papel vale más que la carne y los huesos. Un papel vale más que la vida misma. ¡Qué injusta la Ley que ningunea al ser humano, más injustos aún quienes la aplican!

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