Apenas despertamos y nos asaltan las cosas pendientes de ayer.
Siempre nos falta tiempo, queremos horas de 120 minutos y minutos de 120 segundos y días de 48 horas.
Todo transcurre rápido, cuando nos damos cuenta ya estamos durmiendo otra vez y despertando de nuevo con las cosas pendientes de ayer.
Hace rato que no disfrutamos amaneceres, hace rato que no vivimos atardeceres, ni nos detenemos a ver las formas y los colores de la luna.
La vorágine del trabajo y la competencia nos obnubilan y ya no tenemos ni idea de las constelaciones y del cosmos, dónde apenas somos unos seres microscópicos.
Olvidamos que somos seres humanos y actuamos como máquinas con fijaciones inhumanas.
Olvidamos que más que seres culturales somos seres naturales, pero vivimos lejos de la causa de nuestro origen: la naturaleza.
Lucimos como perfectas personas lógicas, esforzándonos por esconder nuestro imperfecto lado psicológico, y nos reprimimos de contagiar cariño a todo el mundo.
En definitiva, vivimos en la artificialidad y al margen de nuestra humanidad.
La Navidad es un memorándum divino para recordarnos que antes que máquinas de producción somos seres humanos.
Si Jesús siendo un ser divino se hizo humano para compartir nuestra vida, ¿por qué hombres y mujeres no podemos reproducir las 365 vueltas de la tierra sobre su propio eje nuestros sentimientos inmensamente humanos?
Que la humanidad siempre nos persiga por el resto del tiempo y no solamente en estos días de Navidad y Año Nuevo.
Que la humanidad se haga en cada uno de nosotros, como Dios se hizo en Jesús.
FELICIDADES Y UN EXITOSO 2009