Hace días, Morales se desafió a un referéndum revocatorio con el fin de pasar de victimador a víctima y articular otra vez el exitoso discurso de excluído: la derecha no me quiere porque soy indio, vengan sálvenme otra vez con su voto. Algunos políticos caen en la trampa y amenazan con recurrir al pueblo, fuente de mandato de las autoridades, para despojarlo de su poder. Otros, más reflexivos, prefieren que Morales termine su mandato, como debe ser, hasta el último día sin preocuparse de perder el sillón.
Sin embargo, esta bravuconada puede inspirar a aplicar el recurso del revocatorio en contra de otras autoridades electas por voto popular, tal y como señala el artículo 240 de la Constitución. Por ejemplo, al vicepresidente Alvaro García Linera y no a Morales. Sólo aquel sin éste ante el juicio del voto. ¿Cómo le iría a García sólito en las urnas? Si ganara, obviamente, afianzaría su imagen y potenciará al propio gobierno, pero si no pasa la prueba, hay tres posibilidades: la primera, que la persona que emerja de las urnas, como su sustituto, sea del mismo partido, lo que significaría que el voto sería un cuestionamiento a García y no a la gestión del MAS (ergo, la Asamblea Legislativa seguiría bajo el control del partido de gobierno). La segunda, que el nuevo Vicepresidente sea de un partido opositor al MAS, pero defensor del proceso de cambio, lo que cualificaría las relaciones Legislativo y Ejecutivo y marcaría una verdadera independencia entre ambos poderes. La tercera, que el reemplazante sea un opositor destructivo, en ese caso, se bloquearía la fluidez de una acera a otra en Plaza Murillo y el país correría el riesgo de inestabilizarse pese a que el MAS seguiría teniendo mayoría parlamentaria.
Ninguno de los dos últimos escenarios conviene a Morales, pues, en ambos casos tendría a su lado ya no a “un soldado”, sino a un pensante del cambio o un acérrimo enemigo, pero con mucho poder, al igual que García, con atribuciones en los poderes Legislativo, Ejecutivo (en cumplimiento del artículo 174) y hasta en el mediático. Entonces, se develaría Morales en su soledad (más allá del sentido poético) post-tipnis.
La prudencia aconseja no provocar la aguda inteligencia popular, que puede tomar en serio el autodesafío de Morales también contra una docena de asambleístas (o más), entre senadores y diputados, en lugares donde el MAS, al menos por los últimos acontecimientos, ya no goza de los mimos urnísticos. Potosinos, cruceños, paceños, orureños, que viven particularmente en las ciudades, pueden despertar sus ganas revocatorias sólo para profundizar el proceso de cambio y salvarlo del peligro azul.
En el peor de los casos, el MAS puede perder los 2/3 en elecciones, lo que lo obligaría a pedir revocatorios contra otros diputados y senadores de la oposición para recuperar poder. Entonces entraríamos en una extendida política de revocatorias (incluso en gobernaciones y municipios), lo que conduciría al país hacia un exceso de democracia que puede desgastar al propio sistema y generar rechazo en la población, además de un monumental gasto económico.
Dada la posibilidad de este cuadro político, más vale prudencia y reflexión en Morales, pues, él mismo sabe que los días revolucionarios ya pasaron, salvo que tenga una fe ciega en los miembros del Órgano Electoral, más que en el electorado. No es conveniente convertir el 2012 en el año de los revocatorios y obligar a la sociedad a una actividad electoral permanente.
Me animo a decir que la mayoría de las personas entendió el autodesafio de Morales como una desesperada llamada de auxilio y no le dio mucha importancia porque está más preocupada de que la economía transforme su vida antes de que vengan siete años de vacas famélicas.