Pierde el MAS, gana la democracia

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Hay triunfos que en realidad son derrotas. Especialmente cuando los números no acompañan los sentimientos o los sentimientos no coinciden con los números. Pasa como en el cacho, ganas por puntos y no por “dormida”.
Sucede cuando se confunde la realidad con la ficción y se trata a un pueblo como si no hubiera pasado de la edad infantil, cuando en realidad ya es maduro.
Las causas de la derrota del triunfo del MAS son muchas, pero las consecuencias serán saludables.
Soberbia.- El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define esta palabra en los siguientes términos: “Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas”. ¿Notó usted esta actitud en Evo Morales, algunos ministros y uno que otro de sus senadores y diputados? El sopapo democrático que experimentó el pasado domingo puede ayudarlo a redescubrir el valor de la humildad: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”, dice el “mataburros”.
Adanismo.- La historia no es una mera suma o narración de hechos. Es una interpretación del pasado a partir del presente; es una conexión de hechos que arrojan un sentido. En definitiva, es un proceso continuo de una inmensa realidad sucesiva (valga la redundancia), lo que significa que cada causa se convierte en consecuencia y cada consecuencia en causa. Entonces, no se pueden hacer cortes en la historia y creernos el origen de todo, incluso del pasado. El adanismo conduce a ese defecto, creerse la causa de las causas, el origen de los orígenes. Evo es hijo de la Revolución Nacional de 52, nieto de la democracia liberal y pactada y puede ser el padre de la inclusión de los indígenas en el poder. La luz roja del pasado domingo, le ayudará a reflexionar con sabiduría sobre el lugar que debe ocupar en la historia.
Dedazo.- La fuente del poder es la suma de la personas que crean pensamiento, inteligencia, intereses y se organizan en sociedades para resguardarse, primero, y desarrollar bienestar material y espiritual, segundo. Un buen gobernante sabe que debe cuidar esa fuente, porque es el origen de su poder. Evo Morales lo despreció al pensar que la fuente de su poder era su dedo y no la gente, y le impuso candidatos y le ordenó votar por sus candidatos con amenazas y chantajes. La respuesta del domingo no admite dudas: por ejemplo en El Alto, seis de cada 10 ciudadanos alteños le dijeron que está equivocado y votó con gran inteligencia contra el candidato que nominó sin tomar en cuenta el criterio del “soberano masista”. Aguardo que a partir de ahora, las consultas serán reales y escuchadas.
Ambición.- Recurro otra vez al Diccionario para comprender mejor esta palabra: “Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”. ¿Observó algo de eso en el Presidente y en sus partidarios? La democracia se caracteriza por ser un poder negociado entre grupos sociales de diferente naturaleza política. Cuando se intenta desconocer este límite, la fuente del poder saca a relucir sus propios mecanismos de defensa a través del voto (en el caso ideal) para frenar alucinaciones totalitarias y expulsar la tentación del pensamiento único. Confío que en Palacio reconocerán que la democracia requiere equilibrios para ser realmente democracia.
Etnocentrismo.- El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss demostró que no hay culturas superiores ni inferiores y que es pésimo para la reproducción de la cultura la tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. Evo Morales no entiende hasta ahora que más del 50 por ciento del país no es aymara ni quechua ni indígena, por tanto, le incomoda esas ideas de mostrarle la vida sólo desde la cosmovisión andina. Aguardo que a partir de ahora, comprenderán en los pasillos del poder que la suma de la cultura uno con la cultura dos genera una cultura tres y cualifica el conocimiento del ser humano.
Deslealtad.- Obvio, es lo contrario de lealtad que significa el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien. Conlleva la honestidad intelectual, la coherencia con uno mismo, la sincronía entre teoría y práctica. En otras palabras, hacer lo que se dice y decir lo que se hace y no cambiar de opinión de una noche a la mañana por un mero interés político como sucedió con Evo Morales, que dijo que nunca se daría la mano con Rubén Costas, porque éste lo llamó “macaco”, pero sí dio la bienvenida a los racistas de la unión juvenil cruceñista que le “compusieron” hasta una canción (evo… evo…). Es decir, fue leal con quienes no fueron con él y desleal con quienes sí lo fueron.
Endiosamiento.- “Como empleado de la sala de audiencias pude observar que los nombramientos (realizados por el Excelentísimo Señor) producían no sólo cambios físicos en las personas sino también otros cambios radicales. Por lo pronto cambiaba la silueta de la persona. De delgada y ágil empezaba a convertirse en cuadrada: un símbolo de la seriedad y del peso del poder. A su lado no cabía relajarse. También la mirada cambiaba. Iba a tener otro alcance y otro ángulo de visión, prolongándose hasta un punto totalmente inalcanzable para nosotros. Por eso si hablábamos con uno recién nombrado, éste, en virtud de determinadas leyes ópticas universalmente conocidas, no nos vería: su visual estaría mucho más allá de nuestras espaldas (…) Se producía aquí el extraño principio del periscopio, según el cual incluso siendo la persona de estatura más baja que uno, igualmente miraría por encima de nuestras cabezas”. Cualquier parecido con la realidad actual es mera coincidencia porque este bello texto lo escribe el periodista polaco Ryszard Kapuscinski en su libro “El Emperador”, en el que narra parte de la vida del emperador etiope Haile Selassie, que estaba en la tierra, pero parecía vivir en el Olimpo. El voto del domingo los devolvió a la tierra a los “dioses” de hoy, de donde ya no se irán porque pertenecen a esa realidad, y no tienen otra.
Siete pecados o errores, llámelo como usted quiera, que causaron el sopapo democrático del domingo. Esto no significa que sea el fin del proceso de cambio, se trata de la cualificación del mismo con actores diversos y pensamiento crítico. Vale la pena recordar, al despertar y dormir, que la lucha de contrarios marca el avance de la historia, por tanto, del ser humano.
Y como ya dije, hay triunfos que parecen derrotas o derrotas que en realidad son triunfos, y en este caso lo fue: perdió el MAS, pero ganó la democracia.

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