Periodistas y propagandistas

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Andrés Gómez Vela
 
Hay dos profesiones que se parecen, pero no son lo mismo. Nacen del mismo huevo, pero tienen funciones diferentes. Periodista y propagandista. Hay personas que un día son periodistas y otro día relacionistas (salvo excepciones). O un día relacionistas, propagandistas y otro día quieren ser periodistas. Veamos las diferencias:
 
El periodista tiene como objetivo buscar y publicar la verdad (humilde, circunstancial) así afecte a su jefe máximo, su padre, su madre, el dueño de la empresa donde trabaja, el compañero de trabajo o el amigo más cercano. Opta por la verdad porque es el alimento de la democracia

El propagandista tiene como objetivo cuidar la imagen de su jefe máximo así afecte a la verdad, que nutre a millones de personas que componen una sociedad. Presta sus servicios a un político, un empresario o una institución pública o privada o al gobierno de turno. Si un día se animara a decir la verdad en contra de su jefe, cometería un contrasentido en su profesión y perdería el fin último de su existencia funcional.
 
El periodista tiene un gran jefe: la sociedad, su público, su audiencia, los televidentes, los radioescuchas, los internautas, los lectores, se debe a ellos y ellas, ante ellos y ellas rinde cuentas; sólo ante la sociedad puede inclinarse y someterse en última instancia.
 
El relacionista tiene un gran jefe, al que cuida de la sociedad, de los públicos de los medios de comunicación, de los internautas, de los radioescuchas, de todos aquellos y aquellas que se atrevan a cuestionarlo o a descubrir lo que intenta ocultar.
 
El periodista produce información, comprendida como un bien público, que tiene como esencia cualificar la democracia, aportar con elementos de juicio a la sociedad para que ésta pueda asumir decisiones en función de sus intereses y respetando al otro en su dimensión humana y cultural.
 
El relacionista produce propaganda, entendida como la fábrica de la mentira porque oculta la verdad o la exagera o la disfraza para preservar el poder o la “buena imagen” de su jefe, de su partido.
 
El periodista distribuye la palabra, de esa forma distribuye el poder porque al distribuir la palabra entre los diferentes actores distribuye el flujo democrático de ideas en la sociedad, que no es más que un abigarrado sistema de intereses, donde cada uno y una se esfuerzan por convivir bien con el otro diferente.
 
El propagandista distribuye la palabra de su jefe, de la persona que le paga, generalmente no le interesa las otras palabras o voces, menos aquellas críticas, aquellas que desnudan la verdad o buscan contrastar opiniones para llegar a la realidad de los hechos; busca sobredimensionar la palabra de su jefe para cuidarlo.
 
El periodista es un ser político, tiene una inclinación clara, una opción definida y mantiene su honestidad intelectual y claridad mental en el marco de la libertad de expresión y el derecho a la información, que corresponde a la sociedad, más que a él.
 
El propagandista es un mercenario de la palabra, hoy puede trabajar para su jefe izquierdista y mañana para su jefe derechista o fascista; casi siempre es oficialista porque es hábil para vivir bajo la sombra del poder y se parece al gato porque cae siempre parado.
 
Periodistas y propagandistas están ahí. Ninguno es malo o bueno. Lo que no es bueno, es que el propagandista o relacionista se disfrace de periodista y engañe a la sociedad, al que da propaganda en lugar de información para conservar intereses partidarios, de grupo o personales. Cuando llega a ese nivel se convierte en un sicario del periodismo.

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