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Ante la pérdida del 98% de la fauna monitoreada en América Latina en los últimos 45 años, la solución para una recuperación de la naturaleza viene por esforzarse en la conservación, producir eficientemente y consumir reduciendo desperdicios y de forma saludable.
El consumo de la humanidad tiene un efecto directo en la pérdida de biodiversidad. El cambio de uso de suelo para la producción de alimentos, en desmedro de los bosques, es el factor principal de la biodiversidad. “En torno al 50% del área de tierra habitable se destina a la agricultura, para el ganado como vacas y cerdos y para cultivos para alimentar tanto a las personas como al ganado”, dice el informe.
El Cerrado en Brasil, por ejemplo, una región de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados, caracterizada por una biodiversidad entre las más ricas del mundo y ser fuente de agua y almacén de carbono, ha perdido la mitad de su extensión por la cría de ganado y la producción de soya para el consumo mundial.
Planeta Vivo 2020
El Informe de Planeta Vivo 2020, recientemente difundido por WWF, publica el Índice de Planeta Vivo (IPV) que muestra un cambio cuantitativo promedio en el tamaño de las poblaciones salvajes del globo desde 1970. En general, el IPV reporta una pérdida global del 68% de peces, mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Esa medida, sin embargo, llega al 94% en América Latina.
El IPV no es un censo de la fauna silvestre, sino una medida a partir del seguimiento a 4.392 especies de vertebrados y 20.811 poblaciones. El artículo “Contrarrestar la curva de la biodiversidad terrestre implica una estrategia integrada”, escrito por WWF y otras 40 organizaciones, que contiene tanto el IPV como el modelo para una recuperación del medio ambiente, fue publicado en la revista Nature el 10 de septiembre.
Revertir la pérdida
La pérdida se puede revertir, según el modelo diseñado por científicos, a través de tres acciones conjuntas e indivisibles: la conservación, la producción y el consumo. WWF dice que recuperar la biodiversidad sería posible a partir de 2030 si se unen los “esfuerzos de conservación más audaces y ambiciosos, así como con los cambios transformadores en la forma en que producimos y consumimos alimentos, como hacer más eficiente la producción y el comercio de alimentos, reducir el desperdicio y favorecer la salud y dietas más sostenibles”.
La tendencia actual es que, para el año 2100, la fauna sea reducida a su mínima expresión si no existe un cambio en los factores directos, las presiones y los factores que afectan indirectamente a la naturaleza.
Entre los factores directos están el consumo, la demografía, las instituciones de la sociedad, la gobernanza, la economía, la tecnología, los conflictos armados y las epidemias. Las presiones hacia la naturaleza son las pesquerías en el mar y en agua dulce, la agricultura, el tipo de energía, la minería, la construcción de infraestructura (caminos, represas), la silvicultura y el turismo. Como factores indirectos se anotan la contaminación, la sobreexplotación de los recursos, el cambio climático, la pérdida y degradación de hábitats, las especies invasoras.