La praxis pedagógica, política e intelectual de Filemón Escobar

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José Luis Saavedra[1]

El pasado 6 de junio ha fallecido el gran
dirigente minero Filemón Escobar, acerca de cuya vida y obra se ha escrito una
diversidad de artículos, incluso se han publicado separatas especiales en
varios periódicos de circulación nacional, y en general resaltan la faceta
política del líder obrero. Por nuestra parte queremos virar un poco este
enfoque común y atender, con un poco más de cuidado, el aspecto cultural,
educativo e intelectual de Filemón y sus enseñanzas para la juventud de hoy.

Filemón
profesor y educador
Sin duda alguna, Filemón Escobar ha sido uno
de los más importantes caudillos del siglo XX boliviano[2].
El provenía de los centros mineros, más propiamente de Uncía, donde nació el 26
de octubre de 1936 en la localidad de Uncía, Potosí, la cuna de la insurgencia
social boliviana, tanto en el contexto de la revolución nacional de 1952 como
en el de la resistencia antifascista contra las dictaduras militares de las
décadas del sesenta, setenta y ochenta. Y por ello mismo ha tenido una
importante contribución a los procesos de re-construcción democrática de los
mismos años ochenta.
Filemón Escobar también ha sido uno de los
pocos dirigentes obreros que no salió al exilio durante la dictadura militar
del coronel Banzer, sino se quedó aquí, en el país, combatiendo y articulando
la lucha contra la dictadura y por el restablecimiento de las libertades
democráticas. ¿Y dónde se refugió? En el famoso colegio Juan XXIII[3],
ubicado en la zona de Coña Coña, hoy prácticamente en el centro de Cochabamba,
regentado por los sacerdotes jesuitas y dirigido por el P. Pedro Basiana (“Yo
trabajé con Basiana unos siete años en la década del 70”), donde era conocido,
no precisamente como Filemón Escobar sino más bien como don Lucho (Rodríguez),
por las condiciones de clandestinidad, a las que obligaba la atrabiliaria
dictadura militar. Al respecto, el testimonio de Max Murillo es muy
rev(b)elador:

“El compañero Filemón Escobar queda en mi memoria como el reflejo de
aquel obrero, de barba y pinta de cura tercermundista allá en el colegio Juan XXIII,
cuando le escuchábamos sus historias y aventuras también, y la mirada del padre
Basiana con aquella profunda admiración hacia personajes destinados a lo más
grande que la especie humana pueda imaginar: hacer la Revolución, es decir
cambiar las reglas de juego de la historia. Aquel inquisidor y exigente maestro
de historia, de sociología minera y movimientos sociales, como crítico de cine
y arte y cultor de las más sofisticadas formas de la pintura. Ese flaco con
vocación de maestro. Tantas anécdotas de clases, de recreos, de juegos de
ajedrez, básquet y noches de asambleas con sus reflexiones. Un flaco exigente
que deseaba jóvenes coherentes, entregados a las causas de los más pobres; pero
también entregados a los desafíos del conocimiento. A ese flaco quiero siempre
recordarle” (La Paz, 7 septiembre 2016).

Es precisamente en el colegio Juan XXII, y su
importante biblioteca, que Filemón Escobar desarrollaba las labores de maestro
y educador (ahí también ha sido mi profesor de historia boliviana), así como
una labor teórica, política e intelectual extraordinariamente importante,
además de sistematizar sus propias estrategias y experiencias políticas. Ergo,
Filemón, además de ser un notable dirigente obrero[4],
también ha sido un escritor muy vital y significativo. Una de sus primeras
obras escritas se publicó con el título de “Testimonio
de un militante obrero
” (La Paz, Hisbol, 1984).
La
síntesis vital de la vida y obra del Filipo
Filemón Escobar tiene varios trayectos, tanto
políticos como ideológicos o discursivos, y por hoy interesa destacar los más
trascendentales y que pueden ser útiles a los jóvenes del presente, algo así
como los mensajes de Filipo para la juventud de hoy. Primero, él era un
militante ateo, no creía en divinidad o deidad alguna, menos en los discursos
de la cristiandad colonial o del poder eclesial; sin embargo, ha tenido un
acercamiento y una proximidad muy genuinos y solidarios con la teología de la
liberación y los sacerdotes que la sustentaban y vivenciaban, sobre todo con
los párrocos de los centros mineros, como los oblatos y el gran P. Gregorio
Iriarte. Es también una de sus perspectivas políticas y teológicas (¡sí!) más
ricas y que la podemos apreciar, en toda su magnificencia, en el extraordinario
libro de Filemón Escobar: “El Evangelio
es la encarnación de los derechos humanos
”, subtitulado “Una respuesta a los ataques del MAS: la
Iglesia Católica y su lucha por la recuperación de la democracia
” (La Paz, Plural,
2011).
Segundo, Filemón siendo trabajador minero,
cuyas actitudes casi siempre entraña diferencias jerárquicas (cuando no
racializaciones) en relación con los campesinos e indígenas y el famoso mito de
la centralidad proletaria, también ha tenido un acercamiento muy honesto y leal
hacia y con la problemática indígena originaria campesina. Es probablemente el
dirigente obrero (y uno de los pocos) que con más lucidez y sentido de
solidaridad orgánica se ha aproximado a la comprensión de las luchas de emancipación
y liberación de los pueblos y comunidades andinas[5]:
“No me estoy metiendo hoy día con los indios; yo me he metido antes de que
aparezca el Evo”.  Más específicamente,
Filemón se ha vinculado con las luchas del movimiento katarista, llegando a ser
candidato a la vicepresidencia junto con el gran líder aymara Jenaro Flores
Santos por el Movimiento Revolucionario Túpaj Katari de Liberación (MRTKL) en
las elecciones del año 1985 (que es también cuando yo empiezo a militar en el
katarismo).
Tercero, es en verdad sorprendente ver cómo
siendo Filemón Escobar marxista, de formación y militancia trotskistas,
creyente de la lucha de clases y del materialismo dialéctico (que supone la
eliminación del contrario), entendió y asumió vitalmente las ancestrales
lógicas andinas de la reciprocidad y complementariedad, que él las desarrolla,
de una manera sencillamente genial en su obra, muy reveladora e igualmente
significativa, “De la Revolución al
Pachakuti: El aprendizaje del respeto recíproco entre blancos e indianos

(La Paz, Garza Azul, 2008), en la que plantea nuevos principios, como la
“economía de la naturaleza” y la “complementariedad de los opuestos” (“en la
filosofía de nosotros no hay la confrontación, hay la complementariedad”), es
decir el t’inku entre la civilización
euro-occidental y la andino-amazónica. He aquí la síntesis vital de la obra y
el pensamiento radicalmente descolonizador del Filipo.
“El líder
sindicalista se forjó en los sindicatos y en el trotskismo durante 40 años, y
después de esa experiencia cuestionó la esencia de la izquierda en Bolivia.
“Para él (Filemón), la izquierda boliviana se caracteriza
por copiar -en la forma más ortodoxa- las revoluciones internacionales (…). Lo
que no se comprendió, dijo, que el proletariado en Bolivia tiene origen en la
civilización andina-amazónica, que hace fuerza por la complementariedad y no
por la confrontación, como hace el actual gobierno del presidente Evo Morales.
“Y esa fue la idea que planteó en varios de sus trabajos
que resumen su pensamiento y propuestas para la concepción de un Estado fuerte
a base del ayllu, una forma de organización (político territorial) en la que
prevalece la solidaridad y la complementariedad.
“Su hijo, César, señala que este legado y el ejemplo de
su padre deben marcan un norte para los actuales líderes y para las nuevas
generaciones” (Página Siete, 8 junio
2017).
Así, la reflexión en torno a la propia
realidad económica, política y cultural llevó a Filipo a postular “la
reciprocidad y la complementariedad entre opuestos”, en oposición a la lucha de
clases. Y, en general, estas tres facetas, entre muchas otras, son
extraordinariamente ricas y engrandecen la obra y el pensamiento de Filemón
Escobar y constituyen sabias enseñanzas para la vida de la juventud de hoy y
–diría- para el conjunto de la humanidad.
¡Jallalla
tata Filipo!!
        
        
[1] Intelectual quechua, militante katarista, docente universitario y
consultor internacional del IESALC/UNESCO.
[2] El ex presidente Carlos Mesa no duda en catalogar a Filemón  Escobar como el segundo dirigente sindical más
importante de la historia boliviana. “Después de Juan Lechín Oquendo diría yo
que (Filemón) es el más importante dirigente sindical de la historia de nuestro
país”, dijo ante los medios de comunicación.
[3] Filemón Escobar, perseguido por la dictadura y en lugar de optar por
el exilio, buscó refugió entre la comunidad de los jesuitas, es así que llegó
al colegio Juan XXIII.
[4] “Como dirigente de la COB en 
los años 80 era el más brillante, pues tenemos que reconocerlo. Fue de
los pocos ideólogos ilustres que tuvo la dirigencia obrera minera, con ideas
que ni siquiera los intelectuales de las oligarquías de izquierda se atrevían a
pensar. Los documentos de la época pueden testimoniar esta afirmación. Su
conversión de trotskista a cobista, en aquellas épocas, fue por demás coherente
y brillante” (Max Murillo, 9 septiembre 2016).
[5] Cfr., por ejemplo, el debate con la antropóloga Olivia Harris en: La mina vista desde el guardatojo:
testimonio de Filemón Escobar
(La Paz, CIPCA, 1986).

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