Ironías de la libertad de expresión

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La libertad de expresión es a la democracia, lo que la salud mental es a la persona, del estado de aquella depende el desarrollo de ésta; y no es facultad privativa de los empresarios de medios o de periodistas, quienes suman menos del uno por ciento de la población boliviana (cerca de 10 millones), pero gran parte de éstos se arrogan la representación de facto del restante 99 por ciento, cuando en realidad apenas dan cobertura en sus páginas, espacios radiales y televisivos a otro uno por ciento de la población nacional, constituida generalmente por autoridades nacionales, departamentales y locales.
De rato en rato aparecen los caídos en desgracia convertidos en un paquete de noticias súbitas, sin embargo no son competencia de los seres extraordinarios, millonarios, divas, divos, comentaristas, analistas que tienen espacios fijos en horarios estelares y páginas privilegiadas sin la necesidad de caer en desgracia, y conforman otro uno por ciento de la oferta noticiosa.
La libertad de expresión, el derecho a la información y el derecho a la comunicación tienen sentido cuando es ejercido por el 100 por ciento de la sociedad, el uno por ciento no es el todo, lo que significa que si el 99 por ciento es afectado por los privilegios de aquel uno por ciento (propietarios y periodistas, por ejemplo) los derechos en cuestión están en grave riesgo. Para apreciar mejor esta realidad desmitifiquemos algunos elementos e ironías.
Estado, gobierno.- La historia de la doctrina jurídica del derecho a la información nos enseñó que el gran peligro para la libertad de expresión y el derecho a la información era el Estado. Por ello, había que articular leyes y normas para defender a los medios y periodistas del ente estatal, por eso, la legislación estadounidense no acepta que el Congreso legisle en materia de prensa, aunque en realidad hay muchas normas que regulan la actividad de los medios. Sobre esa base filosófica se pretendió mantener la autonomía de la empresa privada frente al peligro del Estado y se lo otorgó el papel monopólico de administrar “medios independientes” erigidos como cuarto poder.
Un gobierno, que temporalmente administra el futuro de la sociedad, o un Estado, que es un ente legal y perenne, no siempre es peligroso, más bien puede ser un benefactor de los sectores sin acceso a la palabra; así como puede subvencionar a empresarios productores, también puede subvencionar a las personas o grupos sociales que necesitan medios de comunicación para participar en las instancias de decisión públicas. Pero como no contribuyen al negocio de la empresa privada, pueden ser acusados de peligrosos.
Mercado.- Es una gran aliada de la empresa privada para acumular ganancias a través de la venta de espacios de publicidad. Es una actividad legal, pero no siempre sana. En determinados momentos, el mercado gobierna a gran cantidad de medios y periodistas y les pide bailar y hablar al son de sus intereses. Por ejemplo, el mercado exige sexo, drogas, morbo, sangre, violencia, sus prisioneros (empresarios y periodistas) se los dan en bandeja en nombre de la libertad de expresión, pese a que las normas jurídicas y éticas señalan que los medios tienen el fin de reproducir buenos valores en la sociedad. El poder del dinero se impone sobre los deseos de bienestar moral y espiritual de la sociedad, cuyos componentes observan pasivamente cómo violan sus derechos.
Propaganda.- En tiempos recientes cuando florecía la democracia liberal, los gobiernos de turno recurrían a la propaganda oficial para ahogar medios de comunicación, como lo hizo el gobierno de Banzer con el periódico católico Presencia. “O informas como conviene al gobierno o ya no hay publicidad”. “O echas a tal periodista o ya no hay publicidad”. ¿Y la tan defendida libertad de expresión dónde queda? Lo más seguro es que no haya más publicidad así eches al periodista que dice la verdad, y en un Estado donde la torta publicitaria privada es poca, lo más probable es que el medio se hunda en una crisis total y desaparezca.
Periodistas.- Luis Espinal, a quien evocan hoy hasta sus enemigos ideológicos y morales, escribió que “un periodista vende su fuerza de trabajo, pero nunca su conciencia”. Pero hay periodistas que por trepar a un cargo traicionan a “dios” (así llamaban a Raúl Garáfulic padre sus jefes sumisos, entre ellos el “joven director”), luego a Jesús (así denominaban a Raúl Garáfulic hijo), después a los españoles y terminan encamándose con los venezolanos, o sencillamente ponen un titular equivocado y luego se quedan a esperar una ascenso como premio a su mediocridad. Estos periodistas aceptan vetar a los enemigos del propietario, ya sea en columnas de opinión o espacios informativos; elaboran listas de fuentes peligrosas y roban a la sociedad una parte de la verdad a fin de defender intereses que no les corresponden y afectan la libertad de expresión, los derechos a la información y comunicación de la sociedad.
Empresarios.- Hay de todo tipo, desde aquellos que creen de verdad que su misión es social y actúan en ese sentido, hasta aquellos otros que fundan medios para influir en los niveles de decisión y lucrar de negocios mal habidos. Estos forman parte de la galería de los Garáfulic, Asbún, Monasterios. El medio es un pretexto, el fin es el lucro; la libertad de expresión significa para éstos la libertad de acumular millones de dólares así sea violando la libertad de expresión y el derecho a la vida de otras personas. Estos empresarios se esconden en la “institucionalidad” como si la empresa tuviera derecho a la libertad de expresión, no dan la cara, quieren hacer creer que habla el periódico o el canal de televisión, cuando el derecho a la información beneficia a las personas naturales y no a las jurídicas.
Mediocres.- Periodista que no lee es cada vez menos periodista. Un periodista mediocre es un peligro para la libertad de expresión y el derecho a la información porque no sabe ni cómo informar y si lo hace, lo hace mal, desconociendo el valor de cada palabra de sus códigos de ética y violando las mínimas reglas de articulación de la lógica y retórica. Algo más, generalmente, el periodista mediocre es flojo, trabaja como burócrata y disfruta de su finca desde el viernes por la tarde; y la institución donde trabaja no tiene incidencia ni vigencia; lo peor es que por su flojera sus públicos están desinformados.
Políticos.- Un periodista o propietario convertido en político es como un ser que lucra con dinero ajeno y se baña de glorias que no le corresponden. Utiliza el cliché de su independencia para luego ser dependiente de un partido o un jefe político y desconocer los derechos de otras personas. Todos puede cambiar de profesión u oficio, no es malo, lo lamentable es que vuelvan al gremio como si nada hubiera pasado en el ámbito del derecho a la información.
Asesores.- Un periodista no puede servir a Dios y al Diablo. No puede servir a Dios y al Dinero, como señaló Jesús. Por ejemplo, no puede ser Asesor de la Alcaldía de La Paz y a la vez Asesor de una gran red de televisión. ¿Dónde queda el derecho a la información de la sociedad? ¿Podrá informar con libertad acerca de los actos de su otro asesorado? ¿Puede moverse libremente entre tres amos: la sociedad, la alcaldía y los venezolanos que le pagan?
Golpeadores.- La intolerancia viste de todo color. Hay desde los cívicos cruceños hasta miembros de la COR de El Alto. ¿Qué porcentaje suman estos elementos que golpean a periodistas con o sin fundamento? Es otro uno por ciento. Vale decir, este uno por ciento se cree dueño de la libertad de expresión y golpea y corretea a ese otro uno por ciento (periodistas-propietarios) que también se cree dueño de las mismas prerrogativas. En total, un dos por ciento se aporrea e insulta: los unos con palos y puños en las calles, y los otros desde las pantallas de televisión.
Opinadores.- Si un conductor o conductora de televisión o radio habla dos horas por día. En una semana, que va de lunes a viernes, habla 10 horas. En un mes, 40. En un año, 480 horas. Un opinador que circula por todos los rincones mediáticos puede machacar con sus ideas hasta 500 horas al año. Ni qué decir de don Juan Evo Morales, que tranquilamente puede hablar mil horas sin restricción de ninguna naturaleza.
Condiciones laborales.- Periodista que no come bien, no trabaja bien, periodista que no tiene un buen salario, no puede ser excelente; periodista que sufre el robo de su salario cada mes no puede garantizar el derecho a la información de la sociedad. Esta realidad se pasea en algunas salas de redacción y de prensa, debido a que algunos empresarios no depositan a las AFP el dinero que corresponde a los trabajadores de prensa, es más ni siquiera facilitan un servicio de Internet o un teléfono.
La gente.- A diferencia de los anteriores privilegiados, millones de ciudadanos y ciudadanas no hablarán ni un segundo en un medio de comunicación hasta el fin de sus días, ya sea porque son ignorados o porque no cayeron en desgracia. ¿Acaso la libertad de expresión no consiste en abrir los medios de comunicación como espacio de participación? ¿Y el derecho a la información acaso no consiste en investigar, difundir y exigir información? ¿Por dónde van a difundir si no son tomados en cuenta? ¿De qué libertad de expresión hablamos si de ella está marginada el 99 por ciento de la sociedad? Toda esta gente no salió a las calles a protestar ni a golpear, sencillamente se rebeló mentalmente e ignoró a los que les ignoraron, dejaron de creerles, ver noticieros o comprar periódicos.
Tras esta desmitificación de factores se ¿puede decir que la libertad de expresión está en peligro? ¿Se puede asegurar que el derecho a la información está en riesgo? Sí, está en peligro. ¿Por culpa de quiénes? ¿Propietarios, gobierno, Presidente, empresarios, mercado, periodistas, sociedad civil? ¿O goza de buena salud porque finalmente la libertad de expresión ya no está monopolizada en poder del uno por ciento, sino que ya beneficia a más del 90 por ciento de la sociedad? La respuesta se la dejo a usted, identifique a los más peligrosos y denúncielos, aproveche estos días de la Libertad de Expresión y del Periodista boliviano.

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