Evo no es el proceso ni el proceso es Evo. El verano político que vive el país es producto de mujeres y hombres. Es el resultado de una acción política y pensamiento ideológico colectivos. El camino comenzó hace tiempo con la rebeldía de indígenas con espíritu de la libertad y justicia. En la fila figuran Tomás Katari, Túpac Katari, Bartolina Sisa, Murillo, Bolívar, Sucre, Warnes, Juana Azurduy de Padilla y muchos otros y otras.
En la historia reciente aparecen nuestros inolvidables Luis Espinal, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Genaro Flores, los mártires de la Harrington y todos y todas que cayeron en las batallas por la democracia. Con la reconquista del nuevo sistema político no acabó la historia, el proceso prosiguió con Constantino Lima, Felipe Quispe y mujeres y hombres que pelearon por acabar con la exclusión social.
Por estas razones, Evo Morales no es el proceso, es parte del proceso, que justo ahora está en riesgo porque la parte se cree el todo. En estrategia política, lo que importa más que la parte es el todo.
La gestión del MAS descuidó el proceso por considerar a Evo como el todo y perdió alianzas con sectores esenciales como las clases medias urbanas, grupos empresariales honestos y otros sectores populares, cuyos componentes son claves en procesos de cambio y largo aliento. No los despreció ni siquiera el propio Carlos Marx, quien en 1850 escribió, creyendo que estaba a punto de estallar una revolución burguesa en Alemania y que esta triunfaría, un discurso al Comité Central de la Liga Comunista (para la cual había sido escrito El Manifiesto), haciendo recomendaciones a la minoría socialista acerca de la estrategia relativa a esta revolución. Un partido socialista, decía, debe cooperar con los revolucionarios de clase media hasta que triunfe la Revolución.
El MAS se creyó autosuficiente y seguro de haber cautivado eternamente a grupos sociales que desarrollan sus acciones sobre la razón de sus intereses. Evo Morales golpeó sin causa ni fundamento jurídico a símbolos de estos grupos sociales como Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez y se ganó el desprecio de los admiradores de éstos.
Elemental, las clases medias son gustosas de los símbolos, de las jerarquías titulocráticas, de los reconocimientos sociales, de los aplausos académicos, pero más que todo, son fanáticas de la certidumbre.
Un líder tiene como prioridad el proceso y trabaja para sostenerlo en la historia hasta alcanzar los fines trazados. Un caudillo se arroga el proceso, se cree el todo, mezquina los logros y prefiere escribir la historia con su nombre y apellido. En un determinado momento es un peligro para el proceso.
Evo no es el proceso
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