En torno a la tradición Nacional Popular

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Sin ánimo de ofender

Doña Purísima Catilipo

Vamos a comenzar (y a terminar) con una Pregunta. La tradición Nacional Popular; esa tradición política nacionalista y modernizadora que nace en Bolivia con la guerra del Chaco y con la generación del Chaco, esa tradición que sirve de caldo de cultivo para la revolución del 52, esa tradición que el MNR relanza e impulsa desde el Nacionalismo Revolucionario tras la Revolución, esa tradición que desde entonces y hasta hoy continúa vigente e imperante en la política boliviana casi sin intervalos (con un régimen o con otro; con rojos/rojos como lo de Torres y con fachos/fachos como lo de Banzer, con democracias y con dictaduras, con neoliberales como Goni y con Estatistas como Soliz Rada), esa tradición; Ésa, la tradición nacional popular que hoy también da sentido, racionalidad, estrategia y mensaje al MAS y a Evo; esa tradición, en fin, ¿es contraria a los valores del republicanismo? He allí la pregunta.

O sea, la tradición nacional popular -que fíjense, no sólo es la decisión boliviana sobre cómo organizar la convivencia y el orden político, sino que además, es la ideología, es la cultura hegemónica y es la mitología que los bolivianos asumieron para vivir su vida pública- ¿resulta que es contraria a la democracia del voto liberal? ¿Y resulta que no solamente que es contraria al voto liberal sino que además, sale siendo contraria a la libertad política? Y que por si todo eso fuera poco, encima, ¿es contraria al Estado de Derecho?  Y en definitiva, ¿es  contraria a lo Republicano? (Oye, el voto liberal, la libertad política y el tal Estado de Derecho -en suma, lo Republicano- no son poca cosa compañero, son el fundamento de esa rara idea política que ve al hombre como individuo y desde allí, le ve como ciudadano y no como simple súbdito).

Entonces, ¿Hemos construido una tradición política enemistada con la libertad y sus cosas? Habrá que ver. Y por eso hay que preguntarse sin susto ni prejuicio: la tradición nacional popular -aquella con la cual los bolivianos somos tan golosos y con la cual nos hemos criado todos y cuando digo todos, es todos – aquella que, en efecto, nos fascina con morbo, seamos andinos o cambas; Aquella: ¿condena a Bolivia a construir lo público de espaldas a la libertad y le condena además, a  vivir en el empeño perpetuo por engrandecer y santificar el poder político y sus mitos? En suma, aquella nuestra tradición (tan nuestra, la querida): ¿Es sólo nacionalismo socialista y facho y no es nada más que eso?

O por el contrario, ésa tradición (que en el fondo es la única que conocen los bolivianos, pobrecitos), ¿es algo más que nacionalismo, que socialismo, que autoritarismo y que caudillismo tercermundista?

Vaya. Uno que es ingenuo a veces duda: podría ser la tradición nacional popular -como noblísimo hilo conductor que va desde Busch hasta Evo pasando por Goni y su Participación Popular- un camino paradójico, respetable y razonable (o por lo menos una oportunidad respetable y razonable) para la libertad política y para los valores del republicanismo? ¿O eso es imposible del todo?

O sea, ¿hay algo (aunque sea poco) en la famosa tradición política nacionalista y popular de Bolivia, que se contacta y se conecta con la tradición y los valores republicanos? ¿O es que ambas cosas, como suponen con emotividad cansina los compañeros del régimen actual, son terriblemente incompatibles ya que una cosa es el bien y otra muy distinta es el mal?

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