RNMM
La mujer minera se encuentra en una situación de inequidad y desigualdad para valer su voz en la cadena de valor y en cuanto acceso a servicios básicos.
María es una mujer barranquillera de Tipuani que vive en una pequeña casa de madera al borde del río. Se levanta a las 5 de la mañana, prepara el desayuno y se alista para ir a trabajar. Su mirada cansada y triste, mientras se ata el manto con sus instrumentos de trabajo, nos adelanta ese pesar del drama que viven muchas mujeres mineras que trabajan muchas veces en condiciones precarias. Entra a las 9 de la mañana al río a “pijchear”, coge una batea, una pala y se sumerge todos los días en las aguas de un río caudaloso. Del trabajo va saliendo una chispita, otra chispita (de oro) que más tarde cobrará en el pueblo por un dinero que les sirve para sobrevivir.
Contrariamente a lo que popularmente se conoce, la minería para las mujeres es un desafío ante las inequidades de género del sector y en sus comunidades. Ellas luchan por hacer valer su voz en su sector, enfrentan condiciones laborales precarias y están expuestas a peligros de la actividad. Sumado a esto, en la mayoría de veces, recae en ellas el rol de mantenimiento del hogar y los quehaceres domésticos, están expuestas a situaciones de violencia doméstica y son el único sustento de sus hogares. Hoy en día, la Red Nacional de Mujeres y Minería (RNMM) une y empodera a las mujeres mineras de la pequeña minería, convirtiéndolas en agentes de cambio y líderes en sus comunidades. A través de programas de formación y capacitación, busca hacer valer sus necesidades de acceso a servicios básicos como lo es vivienda digna, servicios médicos para la mujer, agua y desagüe que escasean según cada región donde viven. Ahora, con su principal ingreso bloqueado, y la mayoría de ellas viviendo bajo la línea de pobreza, están enfrentando las penurias, pues no forman parte de entornos protectores a nivel comunitario para contribuir a eliminar riesgos a los que podrían estar expuestos en emergencias actuales y similares.
La RNMM, junto con la organización Solidaridad y Cumbre del Sajama, ha generado una serie de recomendaciones de política pública en base a participaciones de las mujeres mineras en talleres que buscan mejorar la calidad de vida de ellas. La minería ha sido uno de los sectores que más ha impulsado el desarrollo de la economía boliviana contribuyendo al PBI y a las exportaciones totales. Sin embargo, la pandemia del COVID-19 ha paralizado la explotación mineral en toda la región, y con ello, la principal fuente de ingreso de las mujeres mineras y sus familias.
La Red está conformada por trabajadoras de la minería a pequeña escala, amas de casa, profesionales y voluntarias de 7 provincias consideradas de alta concentración de mujeres mineras: Larecaja (La Paz), Ñuflo Chávez (Santa Cruz), Vaca Diez (Beni), Cercado (Oruro), Tomás Frías (Potosí), Sur Chichas (Potosí) y Nor Lípez (Potosí); y tiene por objetivo reunirlas y empoderarlas, a través del conocimiento de sus derechos, para convertirlas en agentes de cambio y líderes de comunidades.
Ante este contexto de emergencia, por el lado de las mujeres mineras del sector tradicional, comentan que la mayor preocupación para ellas es la falta de recursos económicos para enfrentar la crisis, pues en su gran mayoría, son viudas, divorciadas o madres solteras; por lo que esperan el reinicio inmediato de sus operaciones. Ellas requieren el apoyo para arrancar la operación minera particularmente en la provisión de combustible y explosivos. Las socias de cooperativas auríferas, por su parte refieren que sólo las que viven en la ciudad de El Alto cuentan con abastecimiento de alimentos en los días que les toca salir, en cambio, las que se encuentran en una situación crítica son las mujeres socias que se han quedado en las comunidades, principalmente las que están más alejadas de los centros poblados más importantes del área rural. Dentro de las trabajadoras individuales, se encuentran las barranquilleras, mujeres que desarrollan sus trabajos de rescate de oro en los ríos del norte del departamento de La Paz, y las bateadoras, que realizan la misma labor, pero con esta denominación en el departamento de Santa Cruz.
Actualmente, la mayoría de ellas se encuentran acatando la cuarentena, a excepción de algunas mujeres que, por la alta necesidad de contar con ingresos económicos para proveer de alimento a sus hijos, son impulsadas a ir a los ríos. Muchas están atravesando por situaciones críticas y en algunos casos extremas, al preguntarle a una de ellas sobre cómo le está afectando esta pandemia respondió: “Muy dura nuestra situación, necesitamos más atención por parte del gobierno».
Las amas de casas mineras, entendidas como esposas de trabajadores de mineros, no son ajenas a la problemática del sector. Su temor es el agotamiento del aprovisionamiento de alimentos por parte de pulperías o medios de aprovisionamiento de las empresas que hasta hoy han utilizado. Por todo lo mencionado, es que, en el tema de mujeres mineras, es recomendable que se establezcan programas especiales de asistencia a los grupos más vulnerables, que el estado ponga su mirada en ellas y se genere el plan de salud que por años ellas lo vienen solicitando, que los organismos cooperantes miren esa realidad en frente y apoyen con programas sociales sobre todo a los grupos más vulnerables como como las barranquilleras y bateadoras.
En este sentido, la Red Nacional de Mujeres y Minería y las organizaciones que conforman la misma, consideran importante y solicitan apoyo de la cooperación internacional y medios de comunicación para canalizar estos apoyos, que por la coyuntura es dotar de alimentos e instrumentos de bioseguridad para las mujeres en emergencia y en apoyar a la identificación de casos de violencia doméstica. Si desean sumarse a esta campaña pueden contactarse a los correos electrónicos: mujerminerabolivia@gmail.com o cumbredelsajama@gmail.com