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América Latina debe dejar de depender de energía fósil para lograr una transición energética justa y renovable

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El último informe, de agosto de 2021, del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alertó que existe evidencias sobre los cambios recientes en el clima y bajo este enfoque se llevó adelante la primera jornada de debate sobre el tema de una Transición Energética ¿Justa y sustentable en América Latina?, donde  los expositores invitados a esta primera jornada, abordaron deferentes aristas que tiene este tema  complejo e importante; en el mismo evento coincidieron en la importancia de implementar una Transición Energética en la región.

En su intervención el Director Ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Javier Gómez Aguilar, contextualizó la situación energética de la región en los tiempos de la pandemia del Covid-19, acotando que actualmente existe insuficiencia e incapacidad del sistema económico para transformar el consumo y explotación de energía. Agregó que los gobiernos en este periodo de emergencia profundizaron la explotación de recursos naturales para enfrentar la pandemia.

Futuro energético y geopolítica de los recursos y la tecnología

Ana Lía del Valle Guerrero, plantea “estudiar la matriz energética sudamericana en su proceso de transformación, situando como principal foco, la geopolítica de la energía”, aseverando que actualmente a nivel mundial, la matriz energética está en un momento de transformación o transición mucho más completa y compleja.

La investigadora argentina resaltó que hasta ahora las transiciones energéticas tenían periodos entre  40 a 130 años, con una fuente de energía, una tecnología y un país que dominaba, empero, en la actualidad se da el crecimiento simultáneo de hidrocarburos no convencionales junto al crecimiento de los recursos no convencionales renovables, que se han acelerado a una velocidad sin precedentes, y ya se habla de una transformación energética dual en camino a una transformación energética global.

Este hecho significa que existe un incremento en la generación de energía eólica y solar que da paso al uso de energías más limpias. Estas se incorporan en el sector de electricidad, sin embargo, el último informe IRENA del 2019, plantea la necesidad de combinar distintas posibilidades de energéticos como el uso del gas, energía solar y eólica, el petróleo entre otras, para alcanzar esta transición.

El contexto descrito por Ana Lía del Valle Guerrero, plantea que la demanda de transición surge a la par de los cambios en la sociedad, quienes presionan por el cuidado del medio ambiente, logrando que las empresas también se vayan abriendo al uso de la electricidad en reemplazo de la energía fósil, incluso que potencias como Estado Unidos y China cambien el uso de carbón por gas y lideren en tecnologías en energías eólica y solar.

En ese escenario, nos encontramos en un marco de capitalismo y neoextractivismo, donde las dependencias continúan. Si bien existe la posibilidad de alcanzar independencia energética y avances hacia energías más sostenibles, continuará la dependencia tecnológica y de algunos recursos estratégicos para la transición, aseveró la investigadora.

En ese marco, concluye que una transición energética debe ser justa por sus procesos, siendo colectiva e inclusiva, y por sus resultados, para garantizar que los beneficios y costos se repartan de manera equitativa entre actores e intergeneracional. Esta transición plantea desafíos para las políticas de los países y un enfoque mas integrador y complejo que busque no solo mitigar el cambio climático, sino contribuir a mejorar la calidad de vida, evitar la pobreza energética y alcanzar la transición justa.

¿Adiós al desarrollo sostenible?

Para el investigador del CEDLA Juan Carlos Guzmán, quien expuso el tema “Matriz energética sudamericana ¿Adiós al desarrollo sostenible?”, afirmó que en la década de los ´70 el progreso estaba ligado a “exportación de recursos no renovables”, en los ´80 se habla de preservar el “medio ambiente” y consumir los recursos no renovables de forma racional y prudente, los ´90 se acuña el término “Desarrollo sostenible” es decir se esperaba cambio en las matriz energética, asociada al desacoplamiento entre el consumo de energía, crecimiento económico, calidad ambiental y mejora en la calidad de vida.

Guzmán explica que en Sudamérica la energía renovable se concentra en hidroenergía de megarepresas, productos de caña y leña que generan emisiones de dióxido de carbono. La participación es menor a la energía tradicional de los combustibles fósiles, lo que se explica por la demanda creciente del transporte, la exportación fuera de la región y por las pérdidas en la transformación.

En versión de Guzmán, el consumo de energía eléctrica de fuentes renovables creció en la región; pero es insuficiente para reemplazar al de origen fósil. Por tanto, si bien la región logró avanzar en productividad energética, en la cobertura de suministro energético a los hogares con importantes diferencias entre países, ha reducido sus emisiones específicas, pero no ha logrado avanzar en energías renovables.

En ese escenario, señala, que los gobiernos y la población en la región, parecerían no haberse percatado del desafío y problema al que nos enfrentamos, y esto está relacionado con el crecimiento del transporte resultado del proceso de expansión de las ciudades, como también por el sector industrial, en el que destaca el sector relacionado con la produccion de materiales de construcción.

Es necesaria la integración regional para una Transición energética

Guillermo Koutoudjian, representante de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) sostuvo que no existe una “transición energética única”, según el experto, cada región tiene sus propias particularidades. En la actualidad el desafío para los países de la región es cuidar el medio ambiente, dejar de usar energías fósiles y utilizar energías más limpias para alcanzar su desarrollo económico.

En el balance energético de 2019, señala Koutoudjian, la produccion de energía primaria está en un 70% basada en hidrocarburos destinada a diferentes usos industriales y residenciales. El desafío ahora es abandonar este sistema para pasar a sistemas más limpios. Comparando con la matriz energética global, la región está en una situación privilegiada en términos de energía renovable alcanzando al 30% de la energía que se produce.

El analista de OLADE aseveró que cada región tiene particularidades para la transición energética, pero esta no es única, cada país transita hacia una geopolítica de la energía del siglo XXI en la que se tiene que tomar atención al financiamiento económico con el que la región cuenta para dicha transición y los recursos que tiene los países para desmontar la actual matriz energética, por ello el cambio en cada región es diferente y marcha a distintas y diferentes velocidades.

“Las normas de eficiencia energética” son muy importantes, En la región están bien planteadas y nos permite trabajar en mejorar la eficiencia energética. “Bolivia no tiene leyes ni proyectos, a diferencia del resto de países de la región, para diseñar programas sectoriales y reducir el consumo de energías no limpias”, señaló Koutoudjian.

También se tiene que considerar, dice el experto, que el paso a energías más limpias puede generar un impacto en la economía de los trabajadores por lo que se tiene que tratar de minimizar este impacto del cambio para no afectar los empleos que dependen de esa producción. En ese contexto, las transiciones deben ser inclusivas y justas, avanzando paulatinamente, evitando afectar regiones y en especial al sector de los trabajadores.

En la actualidad la innovación tecnológica permite con las energías renovables, abundante en América Latina y Caribe, que exista espacio para esas energías y mediante electrolisis, producir hidrogeno verde para reemplazar combustibles fósiles, además tratar de insertarse a nivel internacional con un producto que podría ser industrializado y llevarlo a mercados mundiales.

La generación de gases de efecto invernadero es también motivo de atención para la OLADE que identifica que los actuales compromisos no permiten acercarse a la meta del Acuerdo de Paris de reducción de emisiones para no superar los 2 oC, concluyó el experto.

La matriz energética de Bolivia es la menos sustentable de la región

El investigador del CEDLA, Carlos Arze, en su ponencia “Contradicciones de la política energética en Bolivia: el caso de los subsidios”, planteó que en el país existe un deterioro ambiental generado por las emisiones de CO2 y se cuenta con una matriz energética que es la menos sustentable de la región. Esto es resultado del modelo económico vigente que implica el incremento del consumo de combustibles fósiles y la deforestación acelerada asociada con la urbanización y en especial con la ampliación de la frontera agrícola, incluida la destinada a habilitar cultivos para la producción “verde” de biocombustibles, además, las políticas públicas expresan la intención de avanzar sobre la Amazonia como nueva fuente de recursos para el crecimiento económico.

Según el investigador, el 2019 el transporte consumió el 82% de la oferta de combustible líquidos y el 69% del total, cuando se incluye al gas natural. Además, el parque automotor se incrementó a 115 mil vehículos por año durante la última década -este crecimiento se debe a las importaciones y contrabando de vehículos- pasando de 1,08 millones a 2,1 millones, resultado de un proceso de desinstitucionalización y una política que ha alentado esta situación como una forma de consolidar una alianza política con grupos sociales de la mano de una visión de modernidad en determinados sectores y la transformación de la estructura social con el surgimiento de las nuevas clases medias.

Frente al déficit en la provisión de combustibles que alcanzó el 2019 al 71% en el caso de diesel y 36% en el caso de gasolina, la solución se dio a partir de la importación de estos combustibles, que incluye la subvención. El 2011, el 9,2 % de los ingresos corrientes del gobierno fueron destinados a la subvención de estos combustibles y el 2012 se destinó alrededor del 3% del PIB, el nivel más alto alcanzado como proporción del PIB. Estas políticas son la continuidad de la política que se inicia el 2004 y la orientación se mantiene hasta ahora generando costos muy elevados para el estado.  El 2012, además, se incorporó un incentivo a las empresas productoras de hidrocarburos como parte de una política de solución para incrementar la oferta.

El fondo de la política en relación a las subvenciones muestra una concepción ambigua y cambiante, el 2006 se señalaba que las subvenciones son una muestra del fracaso de la política neoliberal resultado de la imposibilidad de desarrollar una política energética que garantice la provisión de combustibles para las actividades económicas, se incorpora las subvenciones como medida opuesta a la liberalización. El 2010 es el momento importante en el intento de levantar los subsidios como parte de la política pública, pero se presente esa medida como medida necesaria, populista y presentada como estatista y necesaria. El 2012 el gobierno presenta a la subvención como medida antiinflacionaria. En el 2014 se declara como mecanismo redistributivo, demostrando la contradicción permanente y su utilización como medida electoral.

El 2006 el Plan Nacional de Desarrollo del MAS plantea el cambio de la matriz energética con una medida inicial que es la produccion de biocombustibles, sin embargo, en la actualidad la base energética de Bolivia enfrenta un escenario de reducción de reservas de gas y petróleo que no le permite comprometerse con Brasil y Argentina. El 2021 el gobierno de Bolivia está orientando a algunas medidas: reactivación de campos maduros y generación de biocombustibles a partir de biodiesel y para ello tiene que ampliar la frontera agrícola hacia la amazonia, la importación de crudo para reducir los márgenes del subsidio, la electromobilidad  e intentos de introducirse en la producción de litio, todas medidas ante la reducción de venta de gas.

Para el investigador del CEDLA, Bolivia debería tener una política integral en su modelo económico para equilibrar a los sectores extractivos con los renovables para tener un desarrollo integral.

Como conclusión, Javier Gómez director del CEDLA, coincidió con los expositores en que el actual contexto obliga a mirar la explotación, producción, trasformación y consumo en la región tras la dependencia de energías fósiles, y enfatizó, ratificando el desafío de integración como región, para una transición energética justa y sostenible.

La segunda sesión de este ciclo se llevará a cabo este jueves 2 de septiembre con la temática: “Minerales y otros materiales críticos para la transición energética” que se realizará desde las 16:00  a 18:00 (hora Bolivia), evento  trasmitido a través de las plataformas virtuales del CEDLA.

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