De hecho la intolerancia no sólo está en Santa Cruz. Está en El Alto, Cochabamba, La Paz, Tarija; también, en el gobierno. La intolerancia es una expresión política, basada en la irracionalidad y complejo de inferioridad. En el caso cruceño, tiene mentores que conocen de marketing político porque eligen el tiempo y espacio precisos para captar la atención pública. Está muy bien articulada por personas que destilan odio en lugar de razones y se manifiestan a través de la violencia organizada. Su fin es fabricar la molestia de Santa Cruz contra todo aquel o aquellos que no están de acuerdo con la visión de futuro que tienen los privilegiados de la región y a partir de ello justificar cualquier acción de facto en defensa del falso concepto del “bien común”. Fracasan en su propósito porque la mayoría de los bolivianos estamos aprendido a excluir mentalmente a los discriminadores y a aceptarnos iguales como seres humanos, pero diferentes culturalmente.
Iguales, pero diferentes
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