Discurso presidencial y la ilusión del crecimiento y la desigualdad de pobreza

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Por: Joshua Bellott Sáenz

En pasados días, recordando un aniversario más del Estado Plurinacional, el presidente de la república dio un discurso, por un lado, que no sorprendió a nadie; y por el otro,  que acentuó el racismo, la diferenciación cultural, la discriminación y la exclusión social; así como es habitual en discursos de autoridades de gobierno desde hace varios años. Este discurso, justificó la supuesta “fundación” de un Estado Plurinacional,

Pese al triunfalismo y al sentimiento de orgullo por este constructo que a veces nadie entiende, estoy seguro que uno de los efectos más perversos del modelo económico que se derivó de la plurinacionalidad, es haber despojado de sus tierras a los más pobres del área rural, engañándolos con discursos y cosmología de lo “comunitario y la reciprocidad”, para que la tierra no tenga dueño.

No conformes con haberlos despojado de su tierra, el modelo expulsó a miles de campesinos a las ciudades, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria, que luego sería cubierta con la producción de otros países con bienes a bajo costo.

Este hecho, fue acompañado con la destrucción del aparato productivo, las restricciones a la generación de valor por parte del pueblo y el crecimiento de un Estado que gobierna a nombre de los bolivianos, restringiendo la actividad económica de todos los ciudadanos, pero especialmente de los más pobres. El objetivo, MAS poder para la élite que gobierna el país, que hace el “esfuerzo”; dada su magnánima benevolencia, de dar al pueblo “bonos” de “regalo”.

Pero volviendo al discurso, una de las pocas aseveraciones que llamó la atención son los grandes éxitos respecto a la reducción de pobreza en el país, en un año de “reactivación”. Arce, manifestaba: “La brecha entre los más ricos y los más pobres se redujo a 20 veces, la brecha más baja en toda la historia de Bolivia. Hoy la pobreza moderada se sitúa en 36,3% y la pobreza extrema en 11,1%”.

Para contrastar estas cifras, debemos saber inicialmente que la pobreza moderada, el 2020 se situó en 39%, y la pobreza extrema en 13,6%.

Es interesante conocer que del 2005 al 2015, la pobreza moderada en el país había caído de casi 60% a 38,6% (21,4% de reducción). Resulta que el Banco Mundial[1], en una publicación del 2015, afirmaba que la pobreza en Bolivia decreció de un 63% de la población en 2002 a un 39% en 2013, y la pobreza extrema de 37% en 2002 a 19% en 2013. El coeficiente Gini de 60 puntos a 49 en 2013. Tres eran las causas principales para esa reducción.

La primera, está relacionada con el crecimiento provocado por los precios internacionales de las materias primas y las transferencias hacia los privados. La segunda, al crecimiento en el número de adultos relativo al tamaño del hogar como resultado secular en la reducción de la tasa de fertilidad,esto, explica el 11% del total de la reducción de pobreza en Bolivia. Este proceso fue denominado “bono demográfico”. La tercera, resultante dde que los ingresos de los migrantes rurales que se trasladaron a las ciudades duplicaron el ingreso respecto a los que se quedaron en su chaco; y sólo este hecho, explicó el 10% de cambio en la pobreza extrema.

En ese sentido, podríamos afirmar que sólo el 3% de la reducción de la pobreza entre esos años, se debió “al rebalse” o al “chorreo” del saqueo del gas y los recursos naturales. Por supuesto, si extrapolamos esos datos hasta el 2015, seguro, la reducción fue casi automática, sin que la intervención del gobierno en la economía tenga ningún efecto para los pobres; más que los que mencionamos anteriormente, despojarlos de sus tierras y expulsarlos hacia las ciudades.

Otro apunte importante, es la reducción de la pobreza extrema que redujo en 2,5%. Este indicador es calculado a través de la comparación de líneas de pobreza basadas en encuestas para definir una canasta alimentaria. Resultado de esta metodología se calcula un ingreso mensual, que, si no es superado por un individuo, se lo considera “pobre extremo”. Muchos analistas se preguntan si esto fue posible dada la crisis económica que vivimos.

Para dilucidar este “cambio exitoso del modelo”, acudamos a un pequeño ejemplo. Si el 2020, 14% de la población estaba en la pobreza extrema, esto equivale a groso modo a 1,5 millones de ciudadanos que contaban -según datos de 2020- con menos de 1,6 dólares de ingreso diario. Recordemos que el gobierno dotó del “bono contra el hambre” de 1.000 bolivianos a un poco más de 4 millones de personas, con un monto total de 4 mil millones de Bs., casi 575 millones de dólares.  Esto quiere decir que cada persona (de los beneficiarios) experimentó un incremento diario en su ingreso, equivalente a 0,4 dólares adicionales diarios. Si suponemos que sólo el 30% de la población pobre extrema tenía más o menos 1,2 dólares diarios de ingreso, la reducción en la pobreza extrema, sólo por el efecto del bono, debería haber sido, como mínimo de 4 puntos porcentuales.

Queda claro que medir la pobreza por ingresos es una ilusión que puede ser reflejada sólo por el efecto de un bono, que no cambia las condiciones de vida, ni la posibilidad de que el ciudadano cuente con un trabajo que le permita contar con un ingreso estable. En realidad, creo que, si ese individuo es soltero, el bono se esfuma máximo en 2 meses, si tiene familia, es posible que no te dure ni siquiera uno. Pero más triste aún, es que los bolivianos quedamos reducidos a una cifra, para justificar el despilfarro, las malas inversiones y la corrupción de cualquier gobierno de turno que se apodera de la plata de los bolivianos.

Apuntando ahora a la brecha entre los más ricos y los más pobres, mencionamos a Velásquez I. y Torrez L. (2020)[2], que, en su publicación sobre instituciones y desigualdad, afirma que: “el ingreso promedio del percentil 90 (que contiene al 10% de la población con mayores ingresos) era 15 veces más grande que el ingreso del 10% de la población más pobre”, entre los años 2006 y 2013.

Por esta aseveración, creo que queda claro que la brecha mencionada por el presidente; mayor a la reportada por estos autores, no es ni de cerca la más pequeña de la historia de Bolivia.

Por último y de manera muy breve, es importante analizar el crecimiento del 6% anunciado para este 2021, aclarando que cada día que pasa, aumenta mágicamente. Hago esta aseveración, porque los sectores u organizaciones sociales afirmaron públicamente que el presidente parece estar hablando de otra realidad. Concordando con estas afirmaciones, mi hipótesis es que no importa que el crecimiento haya sido de 10%, creo que de todas maneras los “ciudadanos de a pie” no lo sentiríamos.

El problema es que la generación de valor en la economía boliviana está concentrada sólo en 7 productos de exportación, y la distribución de los excedentes por estos rubros; en gran parte, estaba sólo a cargo del Estado. Por lo que en esta etapa donde hay escases de recursos esta distribución es muy limitada, lo cual no conforma a gran parte de la ciudadanía con migajas como en anteriores años (las migajas se redujeron mucho).

Los excedentes del gas se redujeron en los últimos años porque las exportaciones cayeron en más de 2.500 millones de dólares, con la consecuente reducción del IDH que era distribuido en parte a los gobiernos subnacionales; los ingresos de la minería son muy reducidos por el bajo porcentaje de regalías que llega al Estado, aunque, en el caso del oro, dichos excedentes llegan por lo menos a 200 mil personas de manera directa (cooperativistas). En el caso de la distribución de los excedentes por parte del Estado, tenemos a 550 mil trabajadores públicos que se benefician de manera directa (sueldos). Por las exportaciones de soya, digamos 10 mil beneficiarias directas y por la castaña otros 10 mil. Lo cual quiere decir que los beneficiarios directos del crecimiento en Bolivia, alcanzan a menos de 1 millón de ciudadanos, por lo que los demás vivimos del “rebalse” o de lo poco que queda del excedente.

En Bolivia, llegamos a un punto, en el que no sólo se agotó el modelo económico propuesto desde hace 16 años, sino que, que el Estado creció tanto, que acapara todo y no se puede pensar nada sin él, discriminando a 11 millones de bolivianos que son sólo una cifra y fueron mutilados para no crear valor y vivir de la limosna. La participación del Estado en la economía llegó el 2013 a más del 60%, prueba irrefutable de lo mencionado. Este hecho, redujo las posibilidades de los bolivianos para erradicar la pobreza. Sin Estado habrá más pobreza, lo cual reduce a los bolivianos a la condición de “ganado” que no sabe, ni puede producir. TAREA URGENTE…REDUCIR EL ESTADO!

Joshua Bellott Sáenz es economista e investigador.

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[1] Banco Mundial (2015). Bolivia Systematic Country Diagnostic. Rebalancing Inclusive Growth to Deepen Gains on Poverty and Inequality Reduction.

[2] Velásquez I. y Torrez L. (2020).  Instituciones, Desigualdad y Crecimiento en Bolivia (1996-2018). Evaluación de la calidad del crecimiento en Bolivia. KAS – Análisis – 2020, INESAD N° 2.

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