Consideraciones económicas: materia y psique

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Por: Christhian V. Lizarazu G. 
La economía no ha sido dada al hombre, ha sido y es construida por él. Un monumento de características titánicas como la construcción y funcionamiento de la economía humana, requería la combinación de dos fuerzas constituidas en un existente constructor a cabalidad; requería el ingenio y la fuerza de trabajo del hombre. A su vez el hombre desarrolló la economía para poder subsistir en primera instancia, y luego, para vivir mejor. 
Es cierto que la economía, como cualquier otro campo del saber y del hacer humano con seriedad, se ha entrelazado con otros campos del saber y del hacer, entre ellos, con la política, de ahí que muchas corrientes consideren a la economía como economía política en realidad. Esto podría parecer casi natural a primera vista, ya que dicha concepción considera que el desarrollo de toda la historia humana se basa en una lucha de clases; a través de contiendas continuas que pelean de una u otra forma por la propiedad de los medios de producción, en síntesis, por quién se hace con la administración de la riqueza de una sociedad. Dicha concepción considero, sólo puede darse al pulular en el barniz de las cosas, dónde, como diría el filósofo Antonio Escohotado “se cree que lo complejo es una simple suma de simples”, pues bien, la economía no es una suma de simples, lo que no significa tampoco que sea algo abstruso. La economía, aparte de estudiar cómo administrar los recursos que son escasos, es ingenio, es transformación y transmutación de la materia del mundo, es innovación, es deconstrucción, es la simbiosis de dos universales en acción: materia y psique, psique y materia. 
Con ello, no pretendo “agotar” una complejidad con una fórmula o un conjunto de recomendaciones moralistas sobre cómo estudiar la economía. Lo que pretendo en este texto, es poner sobre la mesa, tal vez algunos puntos de vista no muy comunes para el abordaje de nuestra realidad económica. Nuestra realidad económica está inmersa en el comercio en gran escala y en la producción en pequeña y tal vez mediana escala, el individuo navega dentro de este marco. Cualquier actividad económica nace de una necesidad diádica, una interrelación entre la materia que se quiere producir y aquella que se vislumbra como requerida, este es el plano de la materia. Dentro de esa misma necesidad diádica de producir y consumir aunque sea para uno mismo, también está latente la gratificación que se quiere obtener y el deseo que se proyecta como conato motivacional, este es el plano de la psique. 
En la dinámica escalar de nuestra economía hay movilidad, por tanto, no hay per se, clases fijas o predestinadas históricamente a tal o cuál tarea. Por ello, si tomáramos en cuenta esta perspectiva, la aspiración motivacional que se desplaza por la fuerza conativa desde una situación potencialmente dada y atractiva de ser cumplida, hacia su cumplimiento y satisfacción, hará fluir en la psique, los conectores del ingenio, de ahí surgen las irrupciones de la innovación como diría Schumpeter. Y con las irrupciones del ingenio, el desarrollo económico, las transformaciones y transmutaciones de la materia en bienes, productos, servicios y ahora experiencias. 
Desde las antiguas y no tan antiguas concepciones que ven a la riqueza como algo sospechoso moralmente, y que ven en cualquier actividad comercial, algo ligado a la usura, lo que se ha fomentando ideológicamente; es un resentimiento y una demanda impositiva inconsciente de la masa social general, cuando mediante actos conativos, individuos o grupos específicos y por consiguiente minoritarios, crean riqueza en primera instancia para sí. Ahí evidentemente surgirán otras pulsiones; desde la envidia hasta la admiración, pasando por instancias como la impotencia y el deseo de emular. Todas estas pulsiones, derivarán en muchísimas conductas y comportamientos económicos, desde cómo se educará a los hijos, tomando al dinero como un fetiche o como un medio, hasta cómo se concebirá la sociedad. A su vez creo que bajo una ideología económico-política de igualar a todos artificiosamente, los comportamientos económicos también serán múltiples, y de hecho así ha sido, ya que en los experimentos de pseudo-sociedades sin clases, igual las había y eran dinámicas también, claro, si se pertenecía al partido. Para el estudio económico, las clases sociales no deben tomarse como una categorización, sino como variables de acción, como parámetros para identificar las dinámicas de los movimientos económicos y cómo estos fluctúan, mejoran o empeoran con base en objetivos técnicos de gestión para la administración económica de una sociedad. 
Esas fluctuaciones económicas surgen de la diversidad de ingenios y voluntades en acción, del movimiento como un continuum vital. Así, cualquier intento de dar soluciones inmutables a algo dinámico, carece de sostén por la misma evidencia empírica que la historia nos ofrece. Un acontecimiento en curso como la paulatina transmutación del dinero físico en bits de información, se constituye en un ejemplo sobre cómo la incertidumbre, y hasta cierto punto un campo azaroso de pulsaciones creativas, está y estará presente en los intercambios de las relaciones económicas de una sociedad. 
Evidentemente, la regulación económica sí requiere normas técnicas para identificar el aprovechamiento de los recursos, pero también requiere de principios éticos para que la generación de riqueza, se construya mediante las potencialidades de los individuos o grupos, y no con base en la degradación del comportamiento humano. Ante esos desafíos, seamos más conscientes cuando participamos en las microesferas y en las macroesferas de la economía, sepamos que al actuar ahí; podemos constituirnos en transformadores, en transmutadores de materia y en autoreguladores conscientes de nuestras fuerzas psíquicas… tratemos de maximizar bajo principios éticos, nuestro saber y nuestro hacer económico.

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