Cementerio cerca del cielo, “El Milluni”

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Dicen que es el más alto más de 6 mil metros de altura y el que está más cerca del cielo. 
Lo resguardan tres grandes montañas; el Huayna Potosí (6.088 m.s.n.m.), el Charquni (5.390) y el nevado de Chacaltaya (5.421). 
En ese entonces, el dictador René Barrientos Ortuño consideraba que en los centros mineros se organizaban en movimientos guerrilleros. Por esa razón decidió cortar de raíz cualquier posibilidad de guerrilla en Bolivia y ordenó al ejército concretar lo que se conoce como La masacre minera de Milluni, el 24 de mayo de 1965. 
Dos años más tarde, el 24 de junio de 1967, repetiría el asalto militar a los campamentos mineros de Siglo XX, en Catavi. Conocidos como «Masacre de San Juan»
El llamado “Cementerio de los Mineros” está abandonado.
Las tumbas clasificadas en la arquitectura Minera se asemejan a campamentos que había y aún hay en los centros mineros. Eligieron este lugar por el respeto que tienen al Huayna Potosi
Los nichos están orientados hacia el este, punto por donde sale el Sol, pues para el aymara el Tata Inti (Sol) es el creador de todo. Igual que los Chullpares las tumbas no están en la misma fila, unos apuntan al este y otros al noreste.

Se encuentra dos tipos de cruces: uno de rosas, para mujeres; y otro colonial, para varones.
La tumba tiene forma de barco y en ella esta enterrado un niño. Es un juguete construido con la creencia de despachar en paz el ajayu (alma) de un niño que falleció de forma natural o desgracia inesperada. La Pachamama entiende que “el nicho barco” ayuda al menor a continuar su camino y no llevarse consigo a algún familiar.
Réquiem para los caídos en la masacre minera de Milluni por Victor Montoya.
Réquiem para los caídos en la masacre minera de Milluni
Por: Victor Montoya.

Todo transcurría con normalidad en los campamentos de Milluni, hasta que el ejército, por órdenes expresas de Alto Mando Militar Boliviano y con el beneplácito del régimen dictatorial de René Barrientos Ortuño, hizo su ingreso por tierra y aire la mañana del 24 de mayo de 1965.

Las tropas, llegadas en caimanes desde la ciudad de La Paz, tenían órdenes de ocupar los campamentos, con la finalidad de poner en jaque a los supuestos actos subversivos del sindicato. Los pobladores, al percatarse de la presencia de los uniformados en las cercanías, no tardaron en hacer correr la voz de alarma. Entonces los mineros, movilizándose como un solo hombre, se armaron con dinamitas, fusiles Máuser y explosivos (preparados con pólvora, arena y vidrios), y se aliaron con los ciudadanos de la comunidad de Zongo, para organizar una resistencia armada contra la intervención militar.

Como en todo conflicto beligerante, en el que se enfrentaban de manera desigual los mineros y los organismos de represión del gobierno, se hizo circular el rumor de que la Fuerza Aérea Boliviana tenía órdenes de bombardear los campamentos. El objetivo principal del ataque con avionetas y tanquetas, aparte de sembrar el pánico y el terror entre las familias mineras, era acallar la Radio Huayna Potosí, apresar a los dirigentes sindicales y frenar la huelga de hambre que había declarado la Central Obrera Boliviana (COB).

Los mineros, para evitar el bombardeo contra la emisora, que por entonces transmitía los acontecimientos en cadena nacional, detuvieron a cuatro soldados y los ataron en las antenas de la radio. Asimismo, mientras unos cumplían con la misión de custodiar la radio y los campamentos, otros se daban a la tarea de derribar al menos a una avioneta que sobrevolaba como un moscardón de metal entre montaña y montaña.

La lucha fue enconada en los sectores de Trapiche y Viudani, lugares donde los trabajadores hicieron sus trincheras y levantaron barricadas para enfrentarse a las tropas del ejército que, levantando nubes de polvo a lo largo del camino, llegaban en caimanes, prestos a posesionarse del centro minero y declararlo bajo jurisdicción militar.

Los trabajadores, sin contar con armamento apropiado, cedieron en sus posiciones, sin poder resistir el ataque de las avionetas Mustang, que empezaron a disparar ráfagas de ametralladoras. La derrota de los mineros era inminente. La furia de los interventores se intensificó al ver a cuatro de los suyos atados en las antenas de la radio. Las avionetas descargaron su arsenal contra los mineros y los soldados, en cumplimiento de las órdenes emanadas por sus superiores, no dudaron en disparar contra los mineros atrincherados en la oposición.

Una vez doblegada la resistencia, se desató la masacre. Las bajas de los mineros fueron muchas y la sangre saltó por todos lados, como por todos lados estaban los cuerpos de los muertos; en los ríos, las montañas, la cuenca e incluso enterrados en sus propias trincheras por el impacto de los explosivos. No en vano algunos de los sobrevivientes cuentan que las rocas, las lagunas y los nevados del Huayna Potosí fueron testigos mudos de esa horrenda tragedia en la que los mineros ofrendaron sus vidas a la causa de la justicia social, mientras resistían con valor y coraje a los embates de la dictadura militar de René Barrientos Ortuño.

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