Federico Zelada – Rumbo al Mundial: Bolivia ante su última oportunidad: ¿seguiremos confiando en la suerte o apostaremos al trabajo serio?

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Cuando hablamos de las posibilidades de clasificar al próximo mundial, muchos sacan la calculadora y se aferran a una posibilidad matemática. Sin embargo, conviene recordar que la calculadora no mete goles.

Le ganamos a Chile en El Alto, una selección que terminó última en la tabla. ¿Es realmente un gran logro? Quizás no. Pero podemos hacer las cosas mejor y, al menos, intentar algo importante. Estamos frente a una oportunidad única en décadas, y sería imperdonable no aprovecharla. Debemos darlo todo para, por lo menos, tener la certeza de que lo intentamos en serio.

Como es bien sabido, el fútbol mundial es altamente competitivo. En Bolivia aspiramos legítimamente a que nuestros jugadores se destaquen en el exterior. Sin embargo, pensar que la mitad de nuestra plantilla milite en clubes como el PSG, el Bayern o el Real Madrid —como sucede en selecciones como Argentina, Brasil o Uruguay— es, por ahora, un anhelo lejano. En esas condiciones, nuestro futuro mundialista se presenta cuesta arriba.

Frente a este panorama, podemos resignarnos a seguir siendo los eternos perdedores o tomar con seriedad esta oportunidad. Aunque se trate apenas de un medio boleto al Mundial, es, sin duda, la mejor posibilidad que hemos tenido en años. Y la responsabilidad recae enteramente en la dirigencia y el cuerpo técnico. Pueden hacer lo de siempre: confiar en la suerte, especular con la tabla y esperar un milagro. O pueden asumir con coraje y decisión los próximos dos meses para preparar una selección verdaderamente competitiva.

Se trata de apuntar alto: buscar un empate ante la gran Colombia, asegurar la victoria ante Brasil y, sobre todo, consolidar una estructura que nos permita transformar esa mínima posibilidad en una realidad. Porque, insisto, esta es una oportunidad que difícilmente se repetirá en mucho tiempo.

Sabemos que el rendimiento deportivo puede mejorar en corto plazo si se trabaja con rigor. Jugadores con proyección profesional —como algunos de la sub-17 o de clubes locales— pueden incrementar hasta un 10% su rendimiento físico en dos meses (julio y agosto), si se someten a un programa de entrenamiento bien diseñado, específico y enfocado en la intensidad. Aunque parezca poco, en alta competencia estas pequeñas diferencias son determinantes. Resistir 90 minutos a un ritmo elevado puede marcar una diferencia crucial respecto al rendimiento actual, que suele decaer tras los 70 minutos. No es casualidad que muchas derrotas lleguen en los minutos finales.

La preparación debe ser estratégica. Propongo seleccionar entre 20 a 30 jugadores de equipos de la liga profesional sin competencias internacionales, y conformar con ellos la base de dos equipos: uno orientado a enfrentar a Colombia y otro a Brasil. Este grupo debe estar respaldado por un equipo multidisciplinario: médicos, kinesiólogos, nutricionistas y entrenadores de alto nivel. Asimismo, se deben alquilar instalaciones adecuadas para el entrenamiento y la recuperación. Bajo estas condiciones, el «milagro» podría dejar de ser una ilusión.

Pierde solo quien repite lo mismo esperando resultados distintos. Y pierde aún más quien ni siquiera lo intenta y se conforma con lo de siempre.

Finalmente, si no se hace el máximo esfuerzo, los jugadores no serán los culpables del fracaso. Todos sabremos con claridad quiénes fueron los verdaderos responsables de dejar escapar esta rara y valiosa oportunidad. Y tendremos que esperar, tal vez, una década más para volver a soñar.

* El autor es docente de la UMSA, ex rector de la UPEA y deportista destacado en atletismo, natación y triatlón en categoría máster.

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