“Estuvimos descalzos y con las palmas de las manos hacia arriba y hablando de todas las cosas que habíamos hecho y lo que pensábamos hacer, recibimos la fuerza y la energía de los rayos sagrados del Tata Inti”, describió Germán, en un testimonio publicado en el periódico Pukara.
Ese primer año no llegó de una noche a la mañana, estuvo precedido de un proceso de reflexión filosófica, en un tiempo en el que gateaba “la politización de la “etnicidad” en los andes de Bolivia” y se sembraba la semilla del “accionar independiente del “indio” en la lucha por el poder estatal”, escribió Carlos Macusaya, investigador aymara, en un artículo sobre este tema.
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El soporte organizacional donde se incubaron estas ideas fue el Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), cuyas raíces alcanzaban el indianismo y el katarismo y buscaba visibilizarse en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), donde se problematizaban sobre diversas temáticas.
En una de esas reuniones surgió la idea de tener un año nuevo, así como lo tenían otras culturas. El calendario gregoriano marcaba el fin de la década del 70 y el nacimiento del 80, y la idea de un nuevo año despuntaba entre indianistas universitarios.
“Al hablar de temas históricos, habíamos considerado en una ocasión si los judíos tienen su año nuevo judío y los chinos también tienen su año nuevo, y nosotros como aymaras también tenemos que tener un año nuevo… debería haber esa celebración”, rememoró Moisés Gutiérrez, estudiante de Filosofía en aquel entonces al igual que Choque.
Se puede decir que Moisés parió la idea en complicidad con Germán, quien entre 1978, 1979, 1980 ya había trabajado un calendario andino de 13 meses, al que bautizó como “MaraWata” (Mara, año en aymara; y wata, año en quechua).
Fue en 1981 que por primera vez se publicó el “ensayo del calendario Histórico Indio, 5to Sol 498: 22 junio 1981-20 junio 1982” con Depósito Legal Nro. 176/81.
Moisés narró a Pukara que calcularon los años del nuevo calendario a partir de la llegada de los españoles a América.
“Se contabilizaría de que hasta la llegada de los españoles, digamos, era el año cinco mil… entonces se agregaba sucesivamente [los años posteriores]”, explicó.
Sobre esa base numérica señalan que este 21 de Junio de 2017 se celebra el año 5525. Dicho de otro modo, los españoles arribaron en 1492, que fue marcado como año 5000 por Moisés y Germán, al que suman los años que pasaron desde 1492 hasta 2017, el resultado es 5525.
En opinión de Macusaya, el Año Nuevo Aymara fue inspirado en el Intiraymi que se celebraba en el incario y que en la primera mitad del siglo XX fue “recuperado” por antropólogos en Cusco-Perú.
Desde 2009 es feriado, pero pocos celebran
El gobierno de Evo Morales aprobó en 2009 un decreto supremo para declarar “feriado nacional inamovible” cada 21 de junio con suspensión de actividades públicas y privadas en todo el país.
Justina Tórrez, chola paceña aymara y comunicadora social, señaló que no celebra ni acepta (el Año Nuevo Aymara) “porque no me gusta la imposición”.
La opinión y sentimiento de Justina data de muchos años atrás. Lo vivió en carne propia en 1979 uno de los autores de esta idea que eligió Tiwanaku para sondear a la gente sobre el nuevo calendario.
“En 1979 viajé a Tiwanaku para diagnosticar la conciencia que tenían nuestros hermanos sobre el Intiraymi. Llegué al pueblo de Tiwanaku para proponer la práctica del recibimiento del tata Inti el 21 de junio; sin embargo, cuando conversé con los vecinos, ellos cuestionaron e incluso un hermano aymara me llamó diablo y “saxra” y que ellos sólo reconocían el 1 de enero”, indicó Germán Choque.
Luis Salvatierra Gutiérrez, que se autoidentifica como indio aymara de la nación Sora, dijo a RimayPampa que celebra el Año Nuevo Aymara e indicó que quien no lo hace “debe ser porque se niega a sí mismo, no acepta su cultura o porque piensa q esto es discurso masista, chupatetillero o amarrawatero”.
A Germán Choque le costó convencer a gente de Tiwanaku, como cuesta hoy expandir esta celebración. Recordó que la tarde del 20 de junio de 1981 llegó otra vez a la población con un grupo de 7 jóvenes indianistas en busca de un yatiri para instituir la celebración.
“Vimos que en el ritual que desarrollaba hacía mención a la Virgen María en vez de la Pachamama, también mezclaba los nombres de nuestros Achachilas con de los santos además de persignarse. Esto nos desilusionó razón por la que seguimos buscando otro Yatiri”, explicó.
“Es una impostura, no tiene ni pies ni cabeza”
Para Agustín Echalar, columnista de Página 7, el Año Nuevo Aymara “es una impostura que no tiene ni pies ni cabeza”.
“Hace Cinco mil años, no había aymaras y los de hace 500 años no acumulaban los años. Las tradiciones no se inventan así nomás. Lo que es chuto huele a chuto de lejos; además hace mucho frío”, manifestó.
Edgar Sánchez, ex dirigente de la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Oruro, suele celebrar, aunque este año no lo hará por razones de trabajo. “Pero con seguridad recibiré los nuevos rayos del Sol, una nueva energía para seguir en la lucha”, agregó.
En su criterio, la fecha no tiene una aceptación social porque el “gobierno impuso un feriado nacional sin sentido, pues sólo es año nuevo andino y no amazónico”.
Este 21 de junio, el Año Nuevo Aymara cumplirá 35 años y no termina de convertirse en una gran fiesta popular. Los obstáculos culturales comenzaron desde su gestación.
Choque rememoró que en 1981, un año antes de la primera celebración, su grupo y él convencieron a duras penas al catequista aymara, Rufino Paxi, para encabezar la celebración, pero tuvieron que esperar un año más para convertirla en realidad.
“No celebro, pero cae bien el feriado”; “no me nace”
Al periodista y exdelegado del defensor del Pueblo en Santa Cruz, Hernán Cabrera, le cae muy el feriado, pero no celebra la fecha, sin embargo respeta su significado cultural.
“Es parte de los procesos de reivindicación indígena; y no es aceptado aún por la mayoría porque precisamente es un proceso que busca borrar una imposición que data desde la colonia”, dijo.
A Jessica Fernández, periodista y comunicadora social, no le nace celebrar porque “es muy occidental y el feriado es es de reciente creación”.
Carlos Macusaya tampoco celebra. “Cuando no era oficial veía más entusiasmo en la gente que asistía, yo incluido, pero ahora se relaciona esta celebración con el MAS y eso la desacredita más aun”, indicó.
Pedro Portugal, intelectual Aymara, comparte la línea de Carlos e identifica dos razones que bloquean una adhesión popular: 1) La gente que conoce la cultura andina real (no la de las Crónicas o ensayos de antropólogos y arqueólogos) sabe que es espurio; y 2) muchos de los que desconocen la cultura andina creen que de esa manera se oponen a Evo Morales.
Cuando terminaba este artículo, me escribió al chat un empleado del Banco Central de Bolivia (BCB) para denunciar que están obligados asistir a recibir el Año Nuevo Aymara en el cruce del “Puente Borracho”, El Alto, a las 04.30 de este 21 de junio.
¿Será algún día una gran fiesta popular o se diluirá cuando el MAS deje de ser gobierno? Quizás sí, quizás no; lo único seguro hasta ahora: ni Moisés Gutiérrez ni Germán Choque imaginaron que 35 años después de su idea, el Año Nuevo Aymara iba a ser feriado.
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