Las declaraciones de Rodrigo Paz, que atribuyen a la ruptura comercial con Estados Unidos en 2008 la pérdida de 500 millones de dólares en exportaciones y 40.000 empleos, carecen de sustento empírico y contradicen los datos oficiales sobre la evolución económica del país en las últimas dos décadas. Lejos de representar un colapso productivo, aquel episodio marcó el inicio de una transformación estructural de la economía boliviana, que pasó de depender de beneficios arancelarios y mercados concentrados a consolidar un modelo diversificado, con mayor valor agregado y soberanía comercial. Mientras durante el neoliberalismo la tasa de desempleo urbano rondaba el 8,1% y las exportaciones apenas superaban los 2.800 millones de dólares en 2005, con la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo —y pese a la suspensión del ATPDEA— las exportaciones se duplicaron hasta alcanzar 6.933 millones en 2008 y continuaron creciendo hasta superar los 13.600 millones en 2022. En ese mismo periodo, el desempleo urbano se redujo al 3,6%, surgieron nuevos polos de dinamismo en la industria, la agroindustria y los servicios, y los mercados externos se multiplicaron por diez, ampliando la presencia boliviana en Asia, Europa y América del Sur. Los datos desmienten, por tanto, el relato catastrofista de Paz: la ruptura con Estados Unidos no hundió la economía boliviana, sino que aceleró su diversificación, fortaleció su mercado interno y consolidó su independencia frente a los vaivenes externos, demostrando que la soberanía económica resulta más eficaz que la subordinación a intereses foráneos.
La declaración de Rodrigo Paz no tiene mucho fundamento. El político afirmó que la ruptura de relaciones comerciales con Estados Unidos en 2008 provocó la pérdida de 500 millones de dólares en exportaciones y 40.000 empleos, cayendo a solo 23 millones de dólares y 1.000 empleos en 2009. Según él, la decisión —de naturaleza político-ideológica— fue una “traición a la patria”.
Sin embargo, esa afirmación carece de sustento. En el ámbito laboral, durante la época de la capitalización y el neoliberalismo —modelo al que hoy algunos pretenden presentar como liberalismo eficiente—, Bolivia registraba altos niveles de desempleo. Entre 2000 y 2005, la tasa alcanzó el 8,1%. Con la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, a partir de 2006, esa cifra se redujo de forma significativa, llegando al 4,3% en 2008. En 2024, la tasa de desocupación urbana bajó aún más, situándose en 3,6% al cuarto trimestre, mientras que la empleabilidad aumentó gracias a las políticas activas de inversión y reactivación económica del Estado.
En cuanto a las exportaciones, los datos también contradicen la visión de Paz. Si el modelo neoliberal y la dependencia de Estados Unidos hubieran sido tan beneficiosos, los resultados deberían haber sido mejores. Sin embargo, las cifras muestran lo contrario:
- 2000: 1.246 millones de dólares.
- 2005: 2.867 millones de dólares.
A pesar de las grandes exportaciones de gas natural, los ingresos reales para el país eran mínimos, ya que la mayor parte de las utilidades quedaban en manos de las transnacionales.
El panorama cambió con la nacionalización de los hidrocarburos y la implementación del nuevo modelo económico:
- 2008: 6.933 millones de dólares, un récord histórico impulsado por los altos precios de los hidrocarburos y minerales.
- 2014: 12.899 millones de dólares, consolidando otro año de máximo histórico, aunque ya con señales de desaceleración en los precios internacionales.
- 2022: 13.653 millones de dólares, superando el récord anterior gracias a la diversificación productiva y el impulso a la industria manufacturera.
Estos datos reflejan que la economía boliviana no solo resistió la ruptura comercial con Estados Unidos, sino que logró fortalecerse y diversificar sus mercados internacionales, consolidando un modelo que prioriza la soberanía económica y el bienestar social por encima de los intereses externos.
Datos históricos por rubro
La historia reciente del comercio exterior boliviano refleja una profunda transformación estructural. De un modelo dependiente de mercados concentrados y beneficios arancelarios externos, Bolivia ha evolucionado hacia una economía más diversificada, con nuevos destinos, mayor valor agregado y un creciente protagonismo de las exportaciones no tradicionales. La ruptura comercial con Estados Unidos en 2008 marcó un punto de inflexión en este proceso, revelando tanto las fragilidades de la etapa neoliberal como la capacidad de resiliencia y adaptación de la economía nacional en las décadas posteriores.
De los años neoliberales al quiebre del ATPDEA
Entre 2004 y 2008, Bolivia atravesó un ciclo de auge exportador impulsado por los altos precios internacionales de los minerales y los hidrocarburos. En 2004, las exportaciones alcanzaron los 2.263 millones de dólares, con un crecimiento superior al 23% respecto al año anterior. El gas natural lideraba la canasta exportadora con 619,7 millones de dólares, seguido por minerales como el zinc, estaño y plata. Estados Unidos, junto con Brasil y Argentina, figuraba entre los principales destinos: 331 millones de dólares fueron exportados al mercado estadounidense, especialmente en minerales y manufacturas.
Sin embargo, el modelo mantenía una alta dependencia de los mercados tradicionales y de mecanismos externos como la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas (ATPDEA), que otorgaba acceso preferencial al mercado norteamericano. Esta dependencia se rompió en 2008, cuando el Gobierno estadounidense suspendió los beneficios de la ATPDEA bajo argumentos políticos. Según el exalcalde Rodrigo Paz, esta ruptura significó “una pérdida de 500 millones de dólares en exportaciones y 40.000 empleos, cayendo a solo 23 millones y 1.000 empleos en 2009”. Paz calificó la decisión de política exterior como una “traición a la patria”, al considerar que los costos económicos fueron altos y afectaron directamente a sectores productivos nacionales.
El comercio exterior en 2008: auge y vulnerabilidad
Pese al contexto político, 2008 fue un año récord para las exportaciones bolivianas, que alcanzaron los 6.525 millones de dólares, impulsadas por la venta de gas natural y minerales a Brasil y Argentina. Estados Unidos representó el 7,16% del total exportado, con 505 millones de dólares en productos, principalmente minerales, textiles, joyería, cuero, castaña y quinua. Pero el fin del ATPDEA afectó gravemente a los rubros no tradicionales, especialmente textiles y manufacturas, que perdieron competitividad en el mercado norteamericano.
La estructura de las exportaciones seguía concentrada: el gas natural y los minerales sumaban la mayor parte de los ingresos, mientras que los productos industriales y agrícolas apenas comenzaban a consolidarse. Aun así, se observaban señales de diversificación incipiente, con el crecimiento de rubros como la castaña, la quinua y la joyería artesanal.
La transición hacia la diversificación
La pérdida de preferencias arancelarias obligó a Bolivia a replantear su estrategia comercial y productiva. En lugar de depender de un solo mercado, el país comenzó a ampliar su red de destinos y a promover políticas de industrialización interna. En los años siguientes, las exportaciones hacia Asia, América del Sur y Medio Oriente se expandieron, marcando una nueva geografía del comercio exterior boliviano.
Este cambio estructural se consolidó en la década de 2010 y alcanzó su máxima expresión en 2022, año en que Bolivia registró el valor más alto de exportaciones en su historia: 14.932 millones de dólares. El salto no solo fue cuantitativo, sino también cualitativo: por primera vez, la industria manufacturera representó el 50,9% del valor exportado, mientras que los sectores extractivos (minerales e hidrocarburos) mantuvieron una participación equilibrada cercana al 43%.
El nuevo mapa de las exportaciones (2022)
En 2022, el comercio exterior boliviano reflejó una estructura más sólida y equilibrada. Las exportaciones tradicionales (gas, minerales, hidrocarburos) alcanzaron el 71,5% del total, mientras que las no tradicionales representaron el 28,5%, evidenciando una diversificación sin precedentes.
Los principales productos exportados fueron el gas natural (2.972 millones de dólares), la torta y el aceite de soya, la urea, el estaño, la plata, el zinc, la carne bovina y las nueces de Brasil. Santa Cruz se consolidó como el motor de la exportación no tradicional, aportando más del 33% del total nacional, seguido por Potosí, La Paz y Tarija, que lideraron en minería e hidrocarburos.
En cuanto a destinos, India se convirtió en el principal socio comercial (16,6%), seguido por Brasil (13,9%), Argentina (12,8%), Colombia, Japón, Perú, China y Corea del Sur. Estados Unidos, aunque fuera del top 10, siguió siendo un mercado relevante para productos de alto valor agregado, con 193 millones de dólares en exportaciones, dominadas por joyería, nueces de Brasil y aceites vegetales.
El empleo y la nueva estructura productiva
El proceso de diversificación también impactó en el empleo. Según el Censo 2024, la población ocupada en Bolivia alcanzó los 5.818.999 trabajadores, mientras que la población económicamente activa (PEA) urbana llegó a 4,8 millones de personas. Estos datos muestran un mercado laboral más amplio y heterogéneo que en 2008, cuando la dependencia del sector extractivo hacía más vulnerables los niveles de empleo a las fluctuaciones externas.
La expansión del sector agroindustrial, manufacturero y de servicios permitió absorber una mayor cantidad de mano de obra, reduciendo la exposición del empleo a los shocks externos y fortaleciendo la base productiva interna.
De la ruptura a la resiliencia
La comparación entre 2008 y 2022 evidencia un cambio de paradigma: Bolivia pasó de un modelo de exportaciones concentrado y dependiente de un único mercado, a una economía exportadora diversificada, regionalmente equilibrada y con mayor valor agregado. La pérdida del ATPDEA, que en su momento pareció un golpe devastador, terminó siendo un catalizador para el rediseño de la política comercial boliviana.
La inserción en nuevos mercados —como India, Japón y los Emiratos Árabes—, el impulso de la agroindustria y la industrialización de los recursos naturales consolidaron un modelo más autónomo, sustentado en la complementariedad productiva y el fortalecimiento del mercado interno.
Conclusión
A 14 años de la ruptura con Estados Unidos, los datos muestran que Bolivia no solo se recuperó del impacto inicial, sino que transformó estructuralmente su comercio exterior. Mientras en 2008 el país exportaba 6.525 millones de dólares, en 2022 la cifra superó los 14.900 millones, casi triplicando el valor y ampliando su base exportadora.
El caso boliviano demuestra que la independencia económica no se logra mediante la protección o el aislamiento, sino a través de la diversificación productiva, la apertura inteligente a nuevos mercados y la consolidación de una industria nacional capaz de competir globalmente. De la dependencia del ATPDEA al liderazgo exportador regional, Bolivia ofrece hoy un ejemplo de resiliencia y reconstrucción económica, forjado en una década de decisiones estratégicas orientadas al desarrollo soberano y sostenible.

