Luchando contra el pandemónium

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Como dice Campoverde, “Hunden cualquier esfuerzo de prosperidad, acaban con empresas exitosas, destruyen culturas, consumen, esperanza”. Y aunque en eso hoy se anotan varios del socialismo del Siglo XXI, por supuesto, no se trata sólo de ellos.

Se preocupan de lo que van a decir y no de aquello que la gente espera, de manera tangible. Tienen una mentalidad retrógrada respecto al poder.

Nos permitimos puntualizar tres tipos de actores en la política y el poder: Los eficientes, los malos y los malditos. En la actualidad los dos últimos son los que prevalecen. Son los que Savater identifica como los culpables de la distorsión de la razón del poder y de política.

Cada uno de los dos resulta culpable de manera diferente, ya que “los verdaderos malos son así porque quieren -podrían ser buenos, pero prefieren fastidiar al prójimo- y los malditos son los que quisieran ser buenos, pero acaban siempre haciendo el mal”.

Uno u otro o los dos son los que llevan a los infortunios del poder y de la política: Crisis económicas, crisis de justicia, crisis humanitarias, crisis sociales o crisis políticas. Ninguno de nosotros podrá negar que la actual coyuntura transcurre por una o más de ellas a base de una crisis de valores o de antivalores.

Lo expuesto nos lleva a afirmar, metafóricamente, que hay países en la actualidad que están en el lugar de todos los demonios, por culpa de sus gobernantes -Venezuela y Nicaragua los más populares, entre otros- quienes no han tenido la “fortuna” de contar con el antídoto que utilizaban los romanos para conjurar a los demonios del poder: En el mayor momento de gloria, al pasar por el arco del triunfo, “un hombre de menor jerarquía” le decía en voz alta al general triunfante: Recuerda que sólo eres un hombre”.

Si hoy esos gobernantes -jurásicos- hubieran identificado el consejo, tal vez hubieran cambiado su realidad. Lamentablemente, todo lo que vienen haciendo hasta ahora sólo demoniza al poder político de esos países.

Sin embargo, a pesar de esa realidad, los que creemos en la democracia real, tenemos esperanza, sabemos que vendrán nuevos tiempos, no queremos para nuestro país y para los países hermanos una nueva vieja historia del pandemónium, querremos una nueva realidad.

Queremos países en donde los valores éticos, morales y sociales tomen sentido y aceptación ciudadana, donde se afirme que se ha iniciado la revolución del cambio de conducta, revolución más profunda de la conciencia social. Donde los gobernantes sean mejores seres humanos, mejores personas.

Nuestra esperanza y nuestro compromiso con la democracia real y el bienestar de los pueblos nos permite afirmar que no queremos como país una lapida grabada como el sepulcro de Aristipo: “Aquí descansa quien os aguarda”. Estamos en la lucha”.

*Oscar Heredia Vargas es docente emérito de la UMSA.

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