Por: Max Baldivieso
“La falta de respuesta social a una insuficiencia provocada por un fenómeno externo, meramente cuantitativa y provisional para superar la capacidad de reacción del estado, el que lanza políticas inconclusas frente a este fenómeno llevando a la crisis a su pueblo”, Bolívar Echeverría.
La concentración de eventos en esta coyuntura dificulta ver cómo se desarrolla la nueva normalidad con la flexibilización de la cuarentena, que en algunos casos pasa a un segundo plano y lo político es el actor principal, dentro de esta carrera por el sillón presidencial, que es el símbolo del poder, para obtener la facultad de tomar la decisión por 11 millones de habitantes.
En un contexto totalmente político, muchas decisiones van desde o para el interés de un partido o línea representada por un color, verdes, azules, rojos, etc. pero también toman decisiones que afectan a nuestras vidas, como lo que ocurre en nuestro país, con las nuevas políticas para la lucha contra el Covid-19, que el Estado la llama de un manera coloquial “pospandemia“, ¿qué no seguimos en pandemia a nivel global?
En Bolivia damos por sentado que estamos saliendo de esta crisis sanitaria o tuvo que ocurrir algo que todos en el mundo no estaban enterados, pero sí nuestro Gobierno y por eso tendrá una estrellita. Nos preguntamos ¿por qué?, será que ya no hay préstamos de instituciones internacionales; será que se acabó la necesidad política de mantener a las personas en casa y es tiempo de generar dinero al costo que se tenga que pagar; será que ya está dada la fecha de elecciones y ya no importa la salud; o como jugada final, será que solo le queda al Gobierno transitorio dejar este panorama económico sombrío al feliz ganador de la contienda electoral.
Contextualicemos, según los informes del Ministerio de Salud, los casos positivos en el país bajaron, pero hay una homogeneidad entre los departamentos según su demografía, Santa Cruz reporta cada vez menos casos de Covid y otros departamentos suben su porcentaje. Los números son arrojados a diario por los distintos hospitales, clínicas y laboratorios autorizados.
La prueba cuesta, dependiendo del lugar, desde Bs. 1.200 a Bs. 150, las chinitas, por su generalidad solo se compran para un miembro de la familia con más síntomas de la enfermedad. Al dar positivo, por lógica, los demás también están infectados, pero esa prueba ya no la realizan en la mayoría de los casos, ni pensar para todos los integrantes de la familia, quienes dan por hecho que son portadores y solo les queda recurrir a algunos medicamentos y una serie de mates y/o sortilegios mágicos como el dioxiodo de cloro. Todos estos bolivianos están fuera de la estadística oficial, pero están dentro de la pospandemia sin tener un número real de portadores.
Hay que esperar que estas nuevas políticas no lleven a un colapso al sistema de salud y no lleven al fracaso estas ansiadas elecciones. Si más del 50 % de los votantes está enfermo sin poder levantarse de cama, el cómputo se lo contará como nulo, blanco o entrará a las estadísticas como voto duro de la falta de prevención, malas políticas ante la crisis sanitaria, fiesta electoral e incumplimiento de las normas de distanciamiento social. Octubre lo dirá. Como dato, el 90 % de las pruebas son pagadas por los afectados, un 5 % por instituciones no gubernamentales o su fuente laboral y solo un 5 % es pagada por el Gobierno.
Y la gran pregunta que toca hacer al ganador de la pugna electoral es ¿cómo poner en orden un país en una profunda crisis sanitaria, con un desempleo agobiante y un crecimiento incontrolable de la población flotante, que deriva en un inmenso comercio informal y por consecuencia en un desmoronamiento de la industria nacional? Las respuestas son muchas, pero la verdad es que la coyuntura golpeará al bolsillo de la clase más deprimida económicamente.
Una de las frases más usadas de este tiempo de pandemia es el derecho humano. El derecho humano de no cuidar la salud, de vivir como político, como un zángano pintándose del color que más le convenga para no dejar la mamadera del Estado o cometer actos de corrupción y quedar impune. Empero, el verdadero derecho humano es tener un trabajo digno y llevar el pan honestamente a casa, protegido por un sistema de salud adecuado, que los niños puedan estudiar y la cultura del país pueda desarrollarse y así mostrar lo valioso de nuestra gente, que lucha incansablemente contra este virus. Solo les pedimos empatía, pero esta palabra es la que más olvidan los candidatos de la justa electoral.
(*) Es periodista