Campañas políticas, la promesa de un puesto de trabajo que no llegará

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Por: Rudy Guarachi*

El 10 de noviembre, dos días después de la posesión de Luis Arce, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) lanzó la convocatoria a elecciones subnacionales, para elegir gobernaciones y alcaldías. Ese mismo día, diferentes facciones del Movimiento al Socialismo (MAS), principalmente de El Alto, se apresuraban a reunirse en la Plaza Murillo, agarrando con la punta de sus codos los famosos folders amarillos, esperando que lo poco o mucho que habían logrado en sus vidas les permita obtener el tan ansiado puesto de trabajo en dependencias públicas, de cual fuere el salario y cargo disponible. Más tarde y ya con la puesta de sol casi extinto, las facciones comenzaban a manifestar su descontento con las primeras designaciones ministeriales, nadie conocido por ellos fue posesionado, sus principales dirigentes quedaron con los ternos planchados y sus seguidores con los folders más arrugados que en la mañana.

Al día siguiente, más grupos afines al MAS llegaron a la sede de gobierno, aun agarrando sus arrugados folders amarillos, pero esta vez más agresivos, como si la presión pública obligara a los dirigentes del partido gobernante a darles un trabajo, es más, algunos ingresaron a oficinas públicas exigiendo la renuncia de los funcionarios públicos tachándolos de “traidores”. Nunca recibieron respuesta de nadie, fueron engañados, invirtieron dinero y tiempo en promesas prebendalistas que carecían de honradez y quedaron como en un principio, sin nada, en un país que ha naturalizado el padrinazgo político y entierra cada vez más la moribunda meritocracia.

Cualquiera pensaría que con esta experiencia una o uno lo pensaría dos veces antes de volver a creer en las promesas políticas, pero no, hoy, en medio del proceso electoral rumbo a las subnacionales se vuelve a repetir esta historia, las explicaciones pueden ser muy variadas, pero hay una que aglutina todas: el desempleo.

Bolivia cerró la gestión 2020 con una tasa de desempleo urbano de 8,7%, afectando principalmente a los jóvenes, pero esta cifra no significa que el restante continúe con sus trabajos intactos, muchos fueron obligados a aceptar nuevas condiciones laborales de precarización, entre ellas, la reducción de salarios a condición de no perder sus puestos laborales. Por otro lado, el comercio informal que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) alcanzaba el 62,3% para 2018, creciendo abruptamente a diario, sin necesidad de recurrir a cifras actuales, solo basta caminar por las calles más concurridas del eje central para percibir este fenómeno.

El 28 de diciembre, entre mucho ruido y grandes aglomeraciones, se cerraban las inscripciones para los candidatos a las subnacionales. Las caravanas acompañantes, divididas en bloques, tenían como principales protagonistas a jóvenes que, jugando entre ellos, se animaban unos a otros para demostrar su participación activa, después de todo ya se encontraban en plena competencia interna para demostrar al candidato y a la dirigencia del partido que estaban ahí y, en caso de ganar, merecían obtener más recompensas del botín político (puestos de trabajo) a diferencia de los otros bloques.

Una vez inscritos y habilitados, los partidos comenzaron, en la jerga política, a cerrar círculos, es decir, organizar internamente a los afines. Existen por lo menos tres tipos de círculos que merecen ser descritos. Los círculos primarios, compuestos por los dueños del partido, sus familias, y, sumados a último momento, los candidatos, son los que definen el cómo se encara la campaña política y quiénes ocuparán los principales puestos en caso de ganar, generalmente, ellos mismos, dirigentes y amigos que consideran importantes. Los círculos secundarios, compuestos por dirigentes sectoriales, aquellos que manejan grupos regionalizados de vecinos, gremiales, profesionales, universitarios y otros, son los que tienen algún tipo de nexo con algún miembro del círculo primario, no tienen poder de decisión, pero son parte del grupo directo de beneficiados con puestos de trabajo. Los círculos terciarios, compuestos por las bases de los dirigentes del círculo secundario y personas que se suman durante la campaña, no tienen vínculo alguno con los otros círculos, no tienen poder de decisión, son obligados a asistir a todas las concentraciones y “jalar” (traer) a más personas para acrecentar las mismas, no están en el grupo directo de beneficiados con puestos de trabajo, a excepción de alguno que otro.

Las promesas y compromisos dentro de estos círculos son muy frecuentes, en el caso del círculo primario no es tan marcado porque ya saben quién entrará o no, pero no ocurre lo mismo en los otros. Muchos dirigentes del círculo secundario se muestran confiados de que lograrán algo para ellos o sus familias, en cambio, otros se muestran dubitativos y con cierto grado de miedo, están constantemente presionados por sus bases y creen que, al no lograr mucho, protesten contra ellos. Por otro lado, los círculos terciarios son los más entusiastas y positivos, muchos son nuevos en este tipo de campañas y sienten que con trabajar incansablemente día a día serán recompensados correctamente, por lo menos, esa es la promesa reiterativa que les hacen sus dirigentes.

Ahora bien, una pregunta necesaria: ¿existen otras formas de lograr puestos de trabajo dentro de estos círculos? Lamentablemente, sí. Una práctica muy recurrida por varios dirigentes y autoridades es la de insinuar, de la forma más descarada, favores sexuales a mujeres jóvenes. Muchas de estas víctimas vienen de un camino muy dramático por encontrar empleo, las universidades les fallaron, no les cumplieron la promesa de que el esfuerzo académico les daría oportunidades laborales, tienen familias y sueños que cumplir, entonces, estas mujeres recurren a las campañas políticas como uno de sus últimos intentos por lograr algo, confían en las palabras esperanzadoras de los dirigentes, pero se chocan con una realidad que no muchas se animan a contar. Es estresante para ellas, todos los días reciben llamadas y mensajes de hombres que utilizan el poco poder que tienen para acosarlas, les prometen todo, mientras repiten discursos de igualdad, defensa de derechos, respeto, compromiso, entre otras cosas que la gente aplaude en las grandes concentraciones del partido.

Este pequeño bosquejo de organización interna que se desarrolla en las actuales campañas políticas, rumbo a las subnacionales ─que pude conocer tras participar de varias reuniones en sus diferentes círculos─, demuestra la paupérrima y degenerada situación de los mal llamados partidos políticos, pues muchos son el resultado de la improvisación electorera. Los responsables de esta situación, si es que se quiere identificarlos, son los políticos tradicionales, aquellos auto convencidos de ser la única salvación del país y aquellas oligarquías disfrazadas de progresismo; pero, además, otra responsable es la misma sociedad boliviana, aquella incapaz de organizar y formar nuevos cuadros políticos, perdida en el logro de sus intereses, su individualismo y encargada de burlarse a diario de los pocos jóvenes que intentan aparecer en la palestra pública.

Nuestro país está lejos de tener verdaderos partidos y militancia partidista, lo único cierto es que existe, desde antes de la pandemia, desempleo y falta de oportunidades, situaciones que han sido mal aprovechadas por alianzas políticas, clanes familiares y dirigencia corrompida hasta los huesos, demostrando la terrible situación de miseria humana en la que vivimos, naturalizamos e ignoramos agachando la cabeza.

*Rudy Guarachi es comunicador social.

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