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Tras el coronavirus, urge inversión en la protección del clima

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DW

Según los meteorólogos, este año fue uno de los más calurosos desde que comenzaron los registros. Y esto en medio de la pandemia. Cuando esta termine, será hora de invertir de forma sostenible, opina Jens Thurau.

¿Esperábamos otra noticia sobre el tema del clima distinta de ésta? La Organización Meteorológica Mundial ha descubierto que el año 2020, a pesar del coronavirus, fue uno de los tres años más calientes desde que comenzaron las mediciones de temperatura a mediados del siglo XIX.

En Europa, en los primeros diez meses, este año fue incluso el más caliente. Cifras alarmantes. Pero la gente, y también los gobiernos, tienen otras preocupaciones en su vida cotidiana: hacer frente a la pandemia, preocuparse por el futuro y por sus empleos.

«Nuestro planeta está roto»

Tanto más importante resulta que, al final de este año angustiante, el secretario general de la ONU, António Guterres, haya encontrado palabras drásticas que describen correctamente el estado del planeta. «Nuestro planeta está roto», dijo Guterres en la Universidad de Columbia de Nueva York. Desde hace mucho tiempo, el principal diplomático de las Naciones Unidas ha venido señalando su impaciencia por la inacción de muchos políticos en relación con el cambio climático. Hizo un llamado a «poner fin a la guerra contra la naturaleza», y resumió acertadamente: «Los incendios e inundaciones apocalípticos, los ciclones y huracanes son cada vez más la nueva realidad».

Sin embargo, la protección del clima está teniendo dificultades para recibir la atención que merece. También han contribuido a ello los informes que indican que la pandemia provocó que los gases de efecto invernadero se redujeran en un 17% en todo el mundo en la primavera. Los políticos alemanes también lograron que los aplaudieran por haber cumplido el objetivo climático para 2020: un 40 por ciento menos emisiones que en 1990. Aunque fue únicamente el virus lo que aseguró que los aviones permanecieran en tierra y las empresas emitieran menos gases de efecto invernadero.

Pero para la crisis climática, el coronavirus es, en el mejor de los casos, un respiro, nada más. Lo que es más grave es lo difícil que será después de la pandemia llamar la atención sobre este otro gran problema, probablemente el mayor de la humanidad.

Sin cumbre climática por el COVID-19

Los activistas climáticos de «Fridays for Future» trataron casi desesperadamente de hacer llegar sus mensajes a la gente incluso durante el confinamiento. Pero las campañas en línea no tienen el impacto que pueden tener las protestas masivas en las calles. Lo mismo vale para las conferencias anuales de la ONU sobre el clima: las cumbres del G20 pueden celebrarse digitalmente, pero las reuniones anuales de delegados y activistas del clima de casi 200 países viven de reuniones espontáneas, de miles de conversaciones. También del hecho de que en conferencias con hasta 20.000 participantes, se puede ejercer presión sobre los países que no están dispuestos a aceptar el cambio climático.

Y es por eso que la cumbre climática de este año en Glasgow, que debería haber tenido lugar en noviembre, fue postergada hasta el próximo año. Esperemos que el impulso de las reuniones anteriores se pueda retomar después de este receso obligatorio. Porque el Tratado Climático de París todavía está esperando ser llenado de vida, para que el objetivo de permitir un máximo de dos grados de calentamiento global no sea solo una ilusión. En términos concretos: los Estados deben mejorar las promesas climáticas que hicieron en la capital francesa en 2015. Hay demandas grandes en estos tiempos turbulentos.

EE.UU.: a pesar de Trump, las emisiones bajan

La protección internacional del clima está en una encrucijada, una vez más. Por un lado, el nacionalismo y el populismo desenfrenados dificultan las cosas para los partidarios de una política climática global. Por otro, el inminente cambio de poder en EE.UU. significa que Washington probablemente se reincorporará al Tratado Climático de París, que Donald Trump abandonó. El hecho de que el electo presidente Joe Biden quiera nombrar al exsecretario de Estado John Kerry como su encargado del clima es también una buena señal.

Kerry fue uno de los pioneros del tratado de París. En general: también en Estados Unidos los gases de efecto climáticos han disminuido recientemente a pesar de Donald Trump, un éxito de los incansables luchadores de los municipios y ciudades, que no se amedrentaron por el confundido negacionista del cambio climático de la Casa Blanca. La UE y China también han presentado objetivos climáticos ambiciosos, pero queda por ver si se aplicarán cuando el virus desaparezca.

Sin embargo, tal vez algunas experiencias de la pandemia puedan ser favorables para el clima: no todos los viajes de negocios en avión son necesarios, como han demostrado suficientemente las reuniones en línea. Pero, por otro lado, una vez que la pandemia termine, el enfoque mundial se centrará en hacer que la economía se mueva de nuevo. Hay formas sostenibles y menos sostenibles de hacer esto. Pero el hecho de que Alemania, por ejemplo, se esté tomando su tiempo hasta 2038 para eliminar gradualmente la generación de energía a base de carbón, que daña el clima, no demuestra una gran osadía.

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