Gómez Vela
ley fuera tan efectiva, los países que contemplan la pena de muerte ya hubieran
erradicado los delitos sancionados con ese sentencia; si fuera la medicina a
las enfermedades sociales, ya no hubiera homicidios, violaciones o delitos de
otra naturaleza. La ley es un marco hipotético en la que encuadran conductas
humanas diferentes para sancionar a la persona que cometió un hecho parecido
(no igual porque las causas, los actores, las consecuencias y las
circunstancias casi nunca son iguales) al descrito en un artículo. Creer que
toda la solución está en la Ley
genera una inflación legal y no garantiza la convivencia social.
de la solución está en construir un modelo de persona con escala axiológica.
Para ello es necesario revisar el valor de las palabras, que primero nacen en
la mente, desde donde luego saltan a la realidad. En ese ámbito urge expulsar
del lenguaje cotidiano términos que descalifican a la mujer o construyen la
culpabilidad o inferioridad de ella. Por ejemplo:
de puta.- Es el descalificativo más común de un hombre a través de
la mujer que le dio vida. Humillación indirecta, enfocando el misil verbal en
la madre. Este denominativo, que describe a la mujer que cobra por sus servicios
sexuales o vive de ellos, es el más usado por maridos, parejas, novios para
reducir la autoestima del sexo femenino y justificar la golpiza. Es un ataque
bajo contra la dignidad femenina en la medida de que no existe el insulto “Hijo
de Puto”, porque al menos en el mundo machista es un honor ser puto y “bien
visto” por los círculos patriarcales en los que militan muchas mujeres.
pecadora.- Recuerdo que en los cursos de primera comunión el
catequista mostraba a la mujer como la culpable del pecado original. Eva, que
salió de la costilla del hombre, cometió la osadía de probar el fruto prohibido
del Paraíso e inducir al bueno de Adán, pese a la advertencia de Dios, a darle
una mordida. Gracias a esa pecadora hoy tiene que trabajar y ganarse la vida con
el sudor de su frente, mientras que ella paga su culpa pariendo sus hijos con dolor.
La religión nos presentaba a nuestra propia madre como culpable de nuestra
desgracia, justificando la violencia contra ellas, representadas por la
despreciable víbora. Aunque luego quiso reivindicarse con la Vírgen María.
procreadoras.- Cuando un día leí en un
restaurante que “la mujer es un ser de cabellos largos e ideas cortas” y vi en
las leyes que el fin de la mujer es procrear daba la impresión de que ella tiene
una solo función en la sociedad: parir, ergo vivir bajo el dominio del macho,
quien la redujo a las labores domésticas y diplomáticamente la llamó Ama de
Casa. Para que se distraiga, le dio una misión: criar a los hijos, mientras él
podía hacer lo que le daba la gana con su vida. Hoy mismo circula la hipótesis
de que hay crisis en el hogar por culpa de ella, que ya no cría a los hijos y
cambio la casa por el trabajo.
es hombre.- La
Cultura Machista erigió a un
Dios hombre como origen de la vida, como el ordenador de las cosas en el mundo,
entre esas cosas figura la mujer, a quien le entrega al hombre, entonces,
algunas señoras aún se predisponen a rebautizarse cuando se casan agregando la
preposición “de” para comenzar una nueva vida: Verónica Mamani de Sánchez. Ese
monosílabo la convierte en propiedad de un hombre y el propietario tiene el
derecho de uso y goce de esa cosa.
palabras (seguramente usted conoces otras y puede ir agregando a esta lista)
parecen inocentes, pero no lo son, construyen el orden mental y mundano (desde
los juegos, las niñas cocinan y los niños tienen pistolas) en torno al hombre y
siembran la semilla de la violencia que termina con la vida de miles de
mujeres, quienes, precisamente, por estos golpes lingüísticos llegan a considerar
como natural el maltrato. Y muchos hombres las martillan con estas palabras
porque saben que es la base de su dominio.