Vivimos endiablados días porque se supone que los seres humanos son criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios y que por tanto están obligados a Amar a Dios por sobre todas las cosas. Sin embargo, este último tiempo han optado por El Diablo, al menos en el gobierno laico. ¿O se habrán enterado que el Diablo es el mismo Dios, nomas que usa ese seudónimo para hacer algunas maldades y esconder su lado malo, como canta Facundo Cabral? ¿O tal vez han leído El Evangelio Según Jesucristo, de Saramago, y se han dejado tentar por Lucifer?
“Diablada o muerte” es la consigna que reemplaza al de “Patria o Muerte”. Suena serio, pero raya en la estulticia, pues, sería como creer en el infierno y rezar a San Gabriel y a San Miguel para que los diablos peruanos ardan eternamente en el averno. ¿O creen de verdad que otro Dios es Posible, como escribe José Ignacio López Vigil, pero otro Diablo no es posible, más si es peruano? ¿O se habrán convertido porque si creen en el Diablo, creen en Dios, La Vírgen y todos los Santos, como dice la oración? Ya es hora que se enteren que creer en el infierno es una obligación de fe, establecido en el año 1123 por el concilio de Letran y ratificado recientemente por el Papa Benedicto 16 (Orden de la cúpula de la poderosa Iglesia Católica).
Vaya, si el infierno es un invento, el Diablo también, y si no existe infierno, no existe el Príncipe de las Tinieblas. Pero estos días es como si existiera y viviera en el mero Palacio, quienes actúan como posesos, endemoniados seres que cultivan una peligrosa xenofobia hacia los hermanos peruanos. Es como para pensar en un exorcismo.
Yo no creo en el Diablo, pero estos días he comenzado a dudar de su ausencia total, porque no es posible que toda la unidad del movimiento indígena que se iba construyendo en el altiplano peruano-boliviano se vaya al diablo por una simple careta. Estoy comenzando a creer que es obra de Belcebú.
¿Acaso no se desarrolló en Puno las cumbre de los pueblos indígenas, a donde el Presidente Evo Morales envió una carta pidiendo a aymaras y quechuas peruanos y bolivianos unirse contra el neoliberalismo satánico que reside en Lima por estos días? ¿Dónde quedó el Abya Yala, o ya la echaron azufre? ¿Cómo puede haber unidad en un gran proyecto histórico, si ahora están blasfemando hermanos contra hermanos por un traje y una careta de Diablo? ¿Qué tal si Hugo Llano Mamani, el puneño aliado de Evo Morales, es un gran bailarín de la diablada?
El Ministro de Culturas, Pablo Groux, se ha convertido en el Ángel Caído, pues, cayó en la trampa de la oligarquía peruana, que al ver cómo crecía peligrosamente la unidad indígena en el sur de su país en torno al movimiento indígena boliviano, optó por inocular sutilmente en la agenda de la diplomacia al Diablo, nada más ni nada menos en el Miss Universo. La derecha peruana logró su objetivo: despertó el chovinismo entre peruanos y bolivianos, quienes ahora organizan sendos bailes y entradas para demostrar que “Satanás” les pertenece y que el otro es el maligno usurpador de culturas. Como efecto de la campaña, muy bien explotado en los medios, un aymara puneño echa maldiciones contra su par aymara boliviano y viceversa. Adiós unidad del movimiento indígena e internacionalista.
Es curioso que en el Ministerio de Culturas no se hayan enterado que la cultura es dinámica y no se queda petrificada, pues, cuando un migrante se va del país, lo único que lleva en su mochila es su cultura, sus bailes, sus canciones, sus instrumentos, su comida, y lo reproduce, ya sea tal y como es o con algunos aditamentos, en la tierra prometida. Como somos exportadores de seres humanos, por tanto de cultura, pronto habrá más diablos en España, Alemania, Estados Unidos, y deberíamos sentirnos orgullosos de esos procesos, como se sienten los que nos envían el rock, el hip hop, el rap, etc.
Era fácil pedir un informe al embajador de Bolivia en Perú acerca de la abismal diferencia que hay entre Lima y el sur del Perú, que por naturaleza política y procesos culturales es más próximo a Bolivia. O aún más sencillo todavía, recorrer la frontera, donde las danzas bolivianas andinas como la morenada, el tinku, son practicadas en casi todos los eventos con bandas y trajes de Oruro y de La Paz porque los bailarines son producto de matrimonios binacionales. Mejor dicho, son aymaras y quechuas y punto.
Y ahora ¿qué? ¿Cómo reconstruir ese movimiento indígena en torno a proyectos históricos reales? ¿Y los resentimientos que quedan? Ojalá que no sea como el que quedó en torno al Pisco entre peruanos y chilenos ¿Quiénes son los culpables de este endiablado error? ¿No era mejor ofrecer a la Miss Peruana un traje más hermoso bordado en La Paz y agradecer al Perú por exportar la cultura boliviana en lugar de generar xenofobia? ¿No tendrá otras cosas más importantes de qué ocuparse el gobierno en lugar de estar bailando la diablada en la plaza Murillo? Digamos que “la diplomacia de la careta” es obra del Diablo, al final de cuentas para eso sirve el Diablo para echarle la culpa de los errores de algunos “genios”. Dios nos salve de ellos.
Obra del Diablo
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