Mujeres – Hombres

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Andrés Gómez Vela
Cuando una mujer cambia de peinado o estrena un vestido, los primeros piropos que recibe son de otras mujeres. “Qué linda te ves, mamita”. “Ese peinado te queda, luces preciosa”. “Es un vestido muy lindo que resalta más tu figura”. Son algunas de las frases que se escuchan. Obvio, también hay de las otras mujeres que defenestran a sus pares. Sólo que éstas lo hacen en voz baja o en espacios reducidos, no se preocupan tanto por divulgarlo a todo el mundo, aunque a veces sí.
En la era del facebook, esta práctica social es habitual. Apenas una “amiga” cuelga una nueva foto, ya sea posando o simplemente para darle dimensión pública a su vida privada, llueven las felicitaciones de otras personas del mismo sexo. “Qué hermosa”. “Qué linda”. “Qué bonita”. “Fiu fiu, estás espectacular”. “Eres bella”. Y a nadie se le ocurre pensar que en medio de tantos piropos femeninos hay una lesbiana o aquella que echa flores a otra mujer lo es. De rato en rato aparece uno que otro hombre que echa unas frases comunes en algún muro.
Sin embargo, no sucede lo mismo entre hombres. Es casi imposible escuchar a un hombre alabando el corte de pelo de otro hombre. Difícil, por no decir imposible, escuchar frases que digan: “Qué hermoso te ves”. “Qué guapo te hace ese corte”. “Esa ropa resalta tu atlética figura”. Menos aún en el mundo virtual de los narcisos (el facebook). No hay piropos entre hombres. Imagínese leyendo las siguientes frases: “Fiu fiu, qué lindo”. “Qué hombre más bello”, o, “Muy guapo, el muchacho”. Si apareciera por ahí alguien del sexo masculino escribiendo estas frases, casi seguro que levantaría sospechas respecto a su orientación sexual. 
Hasta ahora no tengo una respuesta al por qué no se replica en los hombres el trato que hay entre mujeres. Probablemente ellas son más libres y menos prejuiciosas. 
Esta situación se reproduce en otros aspectos. Es muy común ver salir a un grupo de amigas a tomar un trago o ir a bailar. No es nada del otro mundo verlas ondulando sus cuerpos alegres y desenfadadas entre ellas. Pero casi nunca ves a hombres bailando entre ellos una cumbia. Salen juntos para anclarse en una mesa y beber nomás hasta arrastrarse. Si dos hombres aparecieran en la pista bailando un merengue u otro ritmo, inmediatamente despertarían cuchicheos y dudas -no sólo entre los mismos varones sino también entre las mujeres- sobre sus orientaciones sexuales. Definitivamente, ellas administran mejor su libertad.
Es común ver a mujeres vestir con ropas habitualmente usadas por hombres. Usan pantalones, jeans, trajes y hasta se ponen corbata. No se hacen problema en lucir una polera o una camisa “varonil”. Sin embargo, es difícil encontrar a hombres ataviados con ropa de mujer. Si pasara algo así, sería el hazmerreír de gran parte de la gente. Una mujer puede colocarse el uniforme militar  y calzarse botas y salir a trotar con su quepi (gorra). Imposible ver a un hombre caminando con zapatos de tacón. ¿Por qué? ¿Seres esclavizados o encadenados a centenarios patrones sociales?
En el ámbito laboral, cada día hay más mujeres que asumen trabajos y oficios reservados aparentemente con exclusividad para hombres. Sin embargo, es poco común, por ejemplo, conocer a un amo de casa (abiertamente declarado) o a un trabajador del hogar o a un secretario o a un recepcionisto. Cuesta mucho a centenares de hombres asumir roles o papeles supuestamente reservados a las personas del otro sexo.
Estas realidades son las pequeñas evidencias de la sociedad patriarcal reinante en gran parte del mundo, donde cuesta mentalmente despojarse de prácticas, costumbres, usos, que permanecen almacenados en un chip que tardará años en ser cambiado. 
Obvio hay algunos avances, pero que viene más del mundo femenino y no tanto del masculino.
Las circunstancias descritas demuestran que gran parte de las mujeres ejercen su libertad en su dimensión psicológica y lógica.  

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