Mucha plata, pobre vida

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Andrés Gómez Vela
Con dinero hasta el matrimonio por decepción funciona. Sin dinero hasta el matrimonio con mucho amor claudica. Lo propio pasa en política. Si la Unidad Democrática y Popular (UDP) hubiera tenido la plata que tiene ahora el Movimiento al Socialismo (MAS), en términos de gobierno, no le hubieran acortado su mandato y Hernán Siles hubiera resuelto la crisis en 100 días tal y como había prometido. Pero no todo está bajo control, son destinos, suertes, que juegan en la metafísica, más allá de nuestras posibilidades, capacidades o habilidades.
En ese sentido, se puede decir que el gobierno actual es muy sortudo. No sólo fue incubado por el déficit democrático de los partidos neoliberales, sino proyectado por la decadencia moral de éstos y acunado por la fortuna. Casi como nunca hay mucho dinero en el país, lo que causa la sensación de que todo es gracias a la magia del gobierno, que por supuesto tuvo aciertos en materia económica, pero no todo es mérito suyo, sino de la suerte de otros países lejanos también.
La bonanza genera consecuencias buenas. Una de ellas, los casi sempiternos excluidos de la sociedad boliviana saltaron del alcohol barato a la cerveza para matar su tiempo de ocio. Es genial ver la democratización del consumo de bebidas finas en las comunidades, pueblos, villorios, lo que no es lindo es observar cómo desechan sus jóvenes vidas. Tienen mucha plata, pero poco proyecto de vida.
Otra faceta de este momento se traduce en megaobras y obras chatarra en municipios. Como sobra el dinero hacen y deshacen, levantan la pared y vuelven a tumbarla. Aprueban obras sin prever si ese monumento de cemento hará sostenible la vida de la gente o cualificará la educación, el conocimiento. Entonces asfaltan ríos, construyen estadios con capacidad de 25 mil personas en pueblos donde viven apenas 5 mil, edifican campos deportivos a cada paso así no haya deportistas, hacen escuelas así ya no haya alumnos. La necesidad hace al genio, la abundancia eclipsa la inteligencia.
Con el “no tiempo” llegó la “democratización” de excedentes y corrupción. “Ayer fueron los neoliberales, ahora nos toca capitalizarnos”, repiten la frase seguros de que “hay dinero como caracha de colla” (dirían en el oriente del país) para despilfarrar, ergo cualquiera puede ser empresario constructor, así no sepa siquiera de albañilería. En varios municipios se adjudica obras con dinero adelantado a compadres, amigos del partido, personas no kjaras. No hay control previo ni garantías de calidad. Sobra plata, si no sale bien con tu empresa, pues, viene otra y lo rehace. Es el despilfarro del futuro.
Es ahora cuando debemos recordar la moraleja de la fabula de la cigarra y la hormiga o aprender del sueño del faraón que supo administrar bien José. De otro modo, nos farrearemos el futuro y no dejaremos nada a los que vienen detrás de nosotros.
Finalmente, algo que me encanta es ver cómo la burguesía cambia de color de piel. Ya no es sólo blanquita. Un día, en la población de Sica Sica (La Paz), un amigo me cuchichea al oído: ¿ves a ese señor? (en referencia a una persona morena, regordete, facciones indias marcadas y vientre abultado) Sí. “Es el principal “importador” de telas de China, una vez contrató un vuelo charter para llevar a un grupo de morenos (danzarines) y su banda a Cobija (Pando)”. Lindo. Esos lujitos sólo se daban los “culitos blancos” en otro tiempo no muy lejano. Nomás que mi amigo completa después la idea: “es pues contrabandista”. ¡Uhh! Me asaltan los malos recuerdos. Parte de la vieja oligarquía levantó su fortuna sobre la ilegalidad. Parte de la naciente burguesía repite la historia: chuteros, contrabandistas y hasta narcos camuflados. Pronto blanquearán sus fortunas y se convertirán en “dignos” señores.
Con dinero todo funciona y es causa de disputa incluso entre hermanos. La vida enseña que los buenos tiempos acaban y si seguimos a este ritmo de decadencia moral y despilfarro nos comeremos el pan de mañana (diría Marcelo Quiroga Santa Cruz). 

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