Evo: machismo y perpetuidad

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Paola Cortes Martinez
El psiquiatra Enrique Stola sostiene que el machista es un sujeto que está inquieto, temeroso de perder sus privilegios, y agrega que algunos machistas matan a quien no se resiste y también a quien le dice que “NO”. De esa forma describe cómo éste, ejerce al máximo su poder patriarcal.
La antropóloga y teórica feminista Marcela Lagarde, explica que la violencia patriarcal es una horrorosa estrategia que se empeña en controlar a la mujer en todas las circunstancias. En el fondo, es el uso de la violencia como mecanismo de control político de género, donde el miedo es un mecanismo de “domesticación”, de silenciamiento y sometimiento. No existe táctica más eficaz para someter al otro que el miedo. 
No es desconocido que Evo Morales es un misógino importante. Se burló de la Ministra Ariana Campero y de otras mujeres que trabajan con él. Durante una visita a un campo petrolero, al recibir el saludo de mujeres que trabajan en la estatal YPFB, el mandatario les preguntó: «perforadoras o perforadas, díganme». También expresó su preferencia por mujeres jóvenes, mejor si son quinceañeras. «Yo dije alguna vez que acabo mis años de gestión con mi c’ato, mi quinceañera y mi charango». En una conferencia de cambio climático en Tiquipaya, dijo que «el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres». Evo Morales ha dicho también otras frases sexistas/machistas, como: «Cuando estuve en Cochabamba las compañeras me decían: Mujeres ardientes, Evo presidente». «Mujeres calientes, Evo valiente». «Mujeres aguantan, Evo no cansa». «Cuando voy a los pueblos, quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice: ‘Evo cumple». «Este Presidente de gran corazón, a todas sus ministras les quita el calzón». «Llora pues Nardita (Nardy Suxo, ex ministra Anticorrupción), llora pues no más, te daré de yapa un polvito más».
Estos antecedentes no son casuales, sino el resultado de una forma de comportamiento que Evo Morales tuvo desde el inicio de su mandato. Hay un dato sintomático, en la campaña del 2005, declaró ante los medios de prensa que él iba casarse con Bolivia. Bien puede entenderse el devenir de muchos de sus gestos como gobernante como los típicos actos del cónyuge machista que manda, ejerce su poder y quiere subyugar. Convencido de ser el único que entiende lo que requiere Bolivia, que sin él, Bolivia se pierde, Evo, impulsa su reelección indefinida porque está poseído por la idea de que “Bolivia depende de él”. Se piensa como poseedor, está atravesado por la megalomanía, las vanidades y la prepotencia, atrapado por la sensación de superioridad.
El proceso de Evo Morales, instaló estratégicamente ciertas dicotomías, reinstalando un neocolonialismo o colonialismo interno, un socialismo nac&pop igual al capitalismo neo-extractivista, y como en el patriarcado, ha disfrazado con versos bonitos y slogans contagiosos su aborrecimiento por la libertad de su “consorte”, Bolivia, instalando una nueva cultura de dominación, una forma de pensar hegemónica y una cultura de la violación. En ese afán, el evismo ha diseñado estrategias de control, tal como lo hace el patriarcado, urgido por una necesidad de macho dominador, excluyente, casi dueño de la patria.
Para Evo y la cúpula palaciega, el ejercicio del poder es de varias maneras el ejercicio de una virilidad, que ante la resistencia de los ciudadanos, activa mecanismos de disciplinamiento para que avance sin problemas el sujeto dominante por sobre el cuerpo o los sentimientos del sujeto dominado. La reelección indefinida que persigue el evismo es parte de esa estrategia de dominio para hacerse del poder ilimitado. Parafraseando a Stola, Evo está inquieto, temeroso de perder sus privilegios y por eso imprime fuerza y autoritarismo. 
Y para completar la alegoría de toda esa pobreza intelectual y humana, traducida en la ideología de supremacía masista, Evo y los suyos han erigido un enorme falo (La Casa del Pueblo, lo llaman) en pleno corazón de la sede de gobierno, como referente simbólico de la virilidad, del machismo, del evismo y su intención de perpetuarse en el poder.

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