El ser humano mide arbitrariamente el tiempo en un intento por controlarlo, cuando en realidad éste controla al ser humano. En un principio medía el tiempo a través de las fiestas, luego inventó el calendario para asignarle días, semanas, meses, años, siglos. En ese sentido inventó Navidad; siete días después creo el tiempo nuevo, al menos en el mundo occidental, porque cada cultura tiene años diferentes (Año 5.768 en el calendario Judio).
La Navidad tiene el objetivo de recordarnos nuestra condición humana, de conducirnos al final de un tiempo envejecido y recordarnos que debemos ser sensibles ante nosotros mismos en el nuevo tiempo, en el nuevo año. Marca, paradójicamente, el fin de algo infinito y abre la posibilidad eterna del ser humano para que sea cada día más humano.
Durante siete días nos tratamos como humanos que somos. Durante 168 horas nos hablamos y escuchamos como siempre deberíamos hacerlo cada día. Nos deseamos felicidades, parabienes, nos enviamos mensajes, agradecimientos, nos mimamos, nos unimos, compartimos nuestro tiempo y nuestras riquezas en dos amanecidas. El resto del tiempo, los 158 días que quedan, nos olvidamos que somos un fin en sí mismos, que no somos medios para otros fines. Pues, antes que llegue ese tiempo restante pido 10 deseos para cada uno de nosotros:
Que el futuro se convierta en verdad para los seres excluidos casi eternamente del tiempo nuevo.
Que la democracia llegue a los bolsillos de las personas más necesitadas y se reduzca en los bolsillos de los pocos que acaparan mucho en nombre de la libertad.
Que la igualdad se cristalice en las condiciones materiales y espirituales de los débiles para que éstos no sean el medio de los fines de los opulentos.
Que la justicia visite las cárceles y libere a los que convirtieron la delincuencia como único modo de vida y sobrevivencia y alcance a los seres que constituyeron la política como la práctica impune del robo “público legal”.
Que la ciencia les devuelva la razón a los racistas y discriminadores para que descubran que la frase “amaos unos a los otros” es un imperativo ético y un componente divino de nuestra condición humana.
Que cada uno de nosotros pensemos la paz en nuestra vida espiritual para luego expandirlo en cada uno nuestros actos destinados a nuestros semejantes.
Que el pronombre NOSOTROS sea el componente indispensable de nuestras ambiciones políticas, económicas, sociales y ecológicas.
Que cada día de los próximos 366 días pertenezcamos a la naturaleza y no intentar alterar las leyes naturales para que la tierra nos pertenezca a fin de enterrar en el sometimiento a los seres desterrados.
Que las autoridades soberbias entiendan que son seres transitorios, filamentos microscópicos en el tiempo, para que dejen de concebirse como seres con poder eterno.
Que Bolivia sea la palabra más amada en la construcción de sentidos destinados a deletrear el futuro.
¡Feliz Año Nuevo 2008!