Derecho a la inteligencia

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El poder suele usar las palabras para incomunicar, esconder sus acciones o disimular sus intenciones. Con ese fin trata a la gente como si nunca hubiera pasado de la edad infantil. Algunos ejemplos.
Cree que tiene el poder de Cronos y puede alterar la ley del tiempo y convertir el después en el antes (el ayer en el hoy) a plan de repetir que la consulta posterior en el TIPNIS es previa. Cuando detectas la irracionalidad, te declara su enemigo.
Asegura tener el “secreto” para alterar la ley del espacio y creer que una carretera que pasará por el corazón del TIPNIS beneficiará a las comunidades indígenas ubicadas a 80 kilómetros de ese trazo. Si tus antenas descubren la falacia, te remite, en ejercicio de su poder, de la izquierda sin pasar por el centro a la extrema derecha.
En teoría es antineoliberal, pero en la práctica anula sutilmente a pueblos que tienen como base filosófica de existencia la propiedad comunitaria y fomenta el modelo de acumulación desmedida de la propiedad privada en manos de gente exenta de las normas morales y legales (chuteros, contrabandistas). Shh, ¡cállate neoliberal!
Se declara antiimperialista, pero ofrece nula resistencia al imperio que nos rodea con miles de kilómetros de frontera, cuyo gobierno pidió respetar el casi millón de hectáreas de tierras bolivianas en manos de brasileños y no tocar sus intereses en el gas. Ni se te ocurra advertir que pronto el país parafraseará: “Bolivia, tan lejos de Dios, tan cerca del Brasil” porque te llamará imperialista.
Se declara anticolonialista, pero su base política son los colonizadores, quienes se rebautizaron como interculturales pero no perdieron su “espíritu” invasor de tierras de pueblos pacíficos ubicados en el oriente boliviano. Cuando alertas sobre esta realidad, el colonialista eres vos.
Asegura que sin carretera no hay desarrollo, pero no admite que los pobres de siempre salen a los asfaltos a buscar cáscaras de naranja y plátano para comer. Si adviertes con amabilidad esta situación, te devuelven de la extrema derecha a la extrema izquierda, de donde te habían expulsado antes.   
Instruye repetir que la IX Marcha está debilitada y cuando reflexionas y preguntas si está tan debilitada ¿por qué no deja a los indígenas marchar tranquilos hasta que se esfumen de debilidad? Te declara conspirador sin concebir que en la duda está el conocimiento y en la buena pregunta, el secreto de las causas y las probables soluciones.
Dice que la IX Marcha es política, cuando las VIII anteriores también lo fueron. Ese argumento suena a uno de la oposición en tiempos de la Asamblea Constituyente cuando advirtió muy seriamente que se estaba politizando la Constitución sin percatarse que, precisamente, por eso se llama Constitución POLÍTICA del Estado. Si pones en evidencia la incoherencia, otra vez al rincón de la derecha.
Le gusta que seas soldado del proceso para que repitas las consignas y acates las órdenes, si asumes el papel de pensante del cambio te baja del tribunal de la democracia y te echa al corral de la oclocracia, donde todo se resuelve con descalificaciones, insultos, palos y golpes.
Dice que respeta la ley, pero la desconoce cuando quiere como en el caso de los policías, cuya Ley Orgánica (Art.13) estipula que el comandante de la Policía debe ser egresado de la Academia Nacional (indispensable) y no un homologado. Si intentas demostrar que la democracia es el gobierno de la ley y la opinión pública, amenaza con aprobar la Ley de la Gravedad para evitar su caída en las urnas.
Profesa la libertad de expresión, pero desearía prohibir el derecho a la inteligencia para que esa libertad, en su grado negativo, se reduzca a una repetición martillada y complaciente de sus deseos. El poder usa palabras para convertir la verdad en mentira y la mentira en verdad cuando protege intereses sectoriales. Menos mal que la inteligencia no admite regulaciones.  

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