Clase media

281 views
6 mins read

Andrés Gómez Vela
“Clase media/medio rica/medio culta/entre lo que cree ser y lo que es media una distancia medio grande”, escribe Mario Benedetti. Su contexto es la clase media rioplatense. La boliviana no se queda a medias porque fue gestora de la Revolución Nacional de 1952; protagonista de la resistencia a las dictaduras y restitución de la democracia (revise el origen de los mártires de la democracia, salvo honrosas excepciones); fue y es participe del agotado proceso de cambio (mire la procedencia de los ministros del Gabinete del MAS, casi todos pertenecen a esa clase).
Es una clase necesaria para cualquier proyecto de poder, por ello participó activamente en la buena etapa del neoliberalismo y gestó medidas que hoy son reproyectadas en otra fase u otro nombre  (Participación Popular, Reforma Educativa, Descentralización, Creación de instituciones como el Defensor del Pueblo, Tribunal Constitucional). No es una clase que se regala sin condiciones al mando de turno, tiene capacidad de rebelión contra el absolutismo, la violación de derechos humanos, la corrupción y la oclocracia. Dos pruebas, primera: La huelga de hambre encabezada por doña Ana María Romero de Campero, después senadora del MAS, frenó las balas de Gonzalo Sánchez de Lozada contra la ciudadanía alteña, con lo que la clase media terminó de inclinar la balanza en contra de la partidocracia decadente. Segunda: votó por el nuevo gobierno, resistió a la oligarquía apátrida y finalmente optó por la senda de la nueva Constitución.
Es una clase que tiene contradicciones, como otras, pero tiene una fortaleza: sus conocimientos. Desprecia el tránsito de la democracia a la oclocracia. Es una clase que no aspira a la aristocracia, pero sí al gobierno de los valores democráticos y del conocimiento por encima de la fuerza y de la irracionalidad.
La reciente batalla de los médicos contra el gobierno ha sido la expresión de esa clase media cansada de la tiranía de los dirigentes de los movimientos sociales del MAS. Ha sido una crítica callejera contra la improvisación gubernamental en la administración de servicios hasta forzar en 50 días de huelga el anuncio oficial de la revolución de la salud, más allá de las ochos horas (resta saber si habrá revolución).
Es la misma clase que apoyó a Morales abiertamente y comenzó a distanciarse desde el 2009 al divisar acumulación de poder e incoherencia entre lo que dice y hace; la brecha creció en las elecciones municipales, cuando le dio su confianza en La Paz a un partido clasemediero, el MSM; y se alejó más con la VIII marcha en defensa del TIPNIS, tras constatar que el gobierno traicionó los trascendentales postulados constitucionales.
En ese momento surgió una simpatía y una alianza de hecho entre la clase media y los indígenas desencantados de su “líder espiritual”; les unió la necesidad de salvar los principios básicos de la democracia en un Estado del Siglo XXI. Durante la maduración de esa alianza, el gobierno aprobó un decreto con el fin de acabar con un “privilegio”: las seis horas de trabajo de los médicos.
Es probable que a primera oreja suene a privilegio las seis horas, lo que no es probable, sino muy cierto es que hay médicos mercaderes de la salud, pero no son la mayoría. Sin embargo, en el marco del principio de igualdad ante la ley, los privilegiados del gobierno actual son los cocaleros del Chapare, quienes no generan casi ningún aporte económico al Estado y producen el 93% de la coca para la cocaína (datos ONU y lo reconoció el propio Presidente) y gozan de la protección de Palacio. Eso sí es privilegiango (dirían en el oriente del país). Y si faltara algo, están a punto de forzar los datos de un estudio que establecen, según fuentes extraoficiales, menos de 10.000 hectáreas de coca para el consumo tradicional, a fin de preservar la coca del Chapare. Más privilegio no podía haber y la desigualdad no es democracia.  
Clase media/media rebelde/sin medias tintas por hoy

Facebook Comments

Latest from Blog