César Navarro y los requisitos de la democracia

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Raúl Peñaranda U.
(Tomado de Página 7)
El ministro de Minería, César Navarro, ha publicado en Página Siete un artículo en respuesta a mi columna Obiang, Mugabe, Evo, en la que yo critiqué la actual concentración de poder y el riesgo que tiene Bolivia de que su ya débil democracia se vea cada vez más afectada, hasta el punto de desaparecer.
Navarro señaló que mi posición es «elitista” y que tengo «nostalgia por el pasado”, es decir por los gobiernos que gobernaron antes que Evo Morales, especialmente por el de Gonzalo Sánchez de Lozada, porque supuestamente rechazo la participación del pueblo en la toma de decisiones (cosa que no es verdad y que expresé explícitamente en mi texto).
Para combatir mis opiniones, Navarro ha seguido los argumentos de cierta tradición ideológica de izquierda, que él sigue: coloca la participación de los movimientos sociales y el apoyo electoral al líder como único requisito para que exista democracia. En su extenso artículo no hace referencia a ninguna otra condición para que una sociedad sea considerada tal. Ninguna.
El concepto de democracia al que yo me adhiero es distinto, más matizado y complejizado. Como dije en mi columna, la democracia sí debe tener participación y voto popular, y en ello coincidimos Navarro y yo. Yo califiqué a la participación social y al sufragio como un «requisito central”. Es que lo es (pero al respecto debe aclararse que es necesario que exista igualdad de condiciones para competir, algo que usualmente se denomina «igualdad política”, cosa que claramente hoy no se cumple).
Pero, aún en igualdad de condiciones, la democracia es más que la participación y el voto. Como dicen los libros de texto, considero que deben cumplirse otras características para que esta exista: que sean protegidos los derechos esenciales, que se aliente la libertad general de la sociedad, que se respete el derecho al disenso y a la individualidad, que nadie esté por encima de la ley, que se acepte la alternancia en el poder, que se aliente la independencia del Órgano Judicial y que se defienda la libertad de expresión y de prensa. 
La democracia tiene que aspirar, además, a ser un sistema que ayude a la resolución de conflictos y al desarrollo del país. La democracia se logra cuando existe equilibrio de poderes; es decir, cuando ningún actor político, social, empresarial, etcétera, tiene poder ilimitado, porque cada uno de ellos controla a los otros. 
Todo eso forma la DEMOCRACIA, así con mayúscula. El voto, la participación, el respaldo al caudillo; por tanto, son solamente algunas hebras de un tejido más complejo y más colorido. El objetivo final de la democracia es construir un Estado de Derecho, donde todos se sientan protegidos, no solamente los adherentes de un régimen determinado.
Ese Estado de Derecho al que aspiramos no es una entelequia, un armazón institucional sin sentido, sino una estructura que se refleja en infinitas condiciones de la vida cotidiana. Lograría que un dirigente sindical pueda competir en su institución sin ser chicoteado por oficialistas, que una ONG puede escribir un reporte sobre el extractivismo sin que pierda su personería jurídica, que un portador de VIH pueda ver su intimidad protegida, que 228 candidatos de un departamento puedan candidatear, que una radio crítica pueda trabajar sin ser sometida a asfixia económica, que un pueblo indígena pueda oponerse a la construcción de un camino sin ser brutalmente reprimido, que un jefe policial pueda ser procesado por ejecuciones ocurridas en un hotel y que una exministra pueda ser llevada a juicio por haber aprobado transferencias por 102 millones de bolivianos a cuentas privadas. En fin.
Si el único requisito de la democracia es la participación -como afirma Navarro- entonces estamos pensando en dos modelos de democracia diferentes. Siguiendo el modelo de Navarro, serían democráticos los regímenes que se viven en Zimbabue, que tiene a Mugabe en el poder desde hace 35 años; en Guinea Ecuatorial, en el que Obiang gobierna ya por 36; en Uganda, en el que Museveni está en el poder 29; en Camerún, que tiene a Biya en el gobierno desde hace 33 años, porque todos ellos ganan elecciones periódicamente. Para hacerlo, cambian sus constituciones cada cierto tiempo para que sean autorizados nuevos mandatos. ¿Les suena conocido?
Mi texto anterior afirmó que en Bolivia existe democracia, pero se preguntó también qué sucederá cuando Evo esté 20, 25 o más años en el poder, como espera lograr. Obviamente para entonces será un dictador como los mencionados líneas arriba. Y, con todo el poder concentrado en sus manos, seguirá ganando elecciones.

Raúl Peñaranda U.
es periodista.

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