La ciudad está en una especie de hamaca sostenida entre el Sararenda y otras montañas. El Parapetí (parapiti significa río asesino en lengua guaraní) lo abraza y le da frescura en el mero “infierno verde”. Es una de las tres ciudades intermedias más simbólicas de la historia de la última mitad del siglo pasado (las otras dos son: Siglo XX y Achacachi). Camiri explica Bolivia desde el Chaco, particularmente al país petrolero de las nacionalizaciones históricas y, por supuesto, la postguerra (la del Chaco que dejó un saldo de 50 mil personas muertas).Cupesís, toborochis, bibosis le dan sombra a Camiri en los días en que la temperatura llega, incluso, hasta los 43 grados y la ciudad arroja lengüetas de fuego y no corre ni una leve brisa para refrescar el aire paralizado, en cuya transparencia se divisan gotas de luz que suben del suelo hacia el cielo. En invierno, el surazo hace tiritar al propio Sararenda, como la última vez (hace tres semanas, cuando nevó después de nueves años) cuando cambió su habitual vestido verde por uno blanco que lo cubrió desde su pico casi hasta sus pies. Esos días, pese a la temperatura de polo sur, la coqueta montaña lució su mejor perfil para los flashes de las cámaras fotográficas, cuyos lentes no habían registrado, hace tiempo, en sus memorias artificiales, tan hermoso paisaje. El camireño, la camireña, ama a Bolivia por naturaleza, no razona su sentimiento nacional, sólo expresa su pasión y no pregunta ni busca respuestas. Lo probó durante la contienda bélica contra Paraguay, cuando acogió entre sus arenas y árboles a aymaras, quechuas, altiplánicos, vallunos, amazónicos para articular la defensa de la Patria, empujada a una pelea fratricida que nunca debió haberse producido. Conozco Camiri desde mis tiempos de cuartel; y por referencias de familiares, parientes y amigos, quienes por una u otra razón aseguran al unísono que desde esta parte del Chaco, Bolivia se divisa con profundo respeto y un desenfrenado amor. Acoge sueños de miles de bolivianos (casi 50.000 sólo en la ciudad), guaraníes, paceños, cochabambinos, chuquisaqueños, benianos, etc., y curiosamente no es mestizo, sino sencillamente chaqueño y punto. Sí, chaqueño, cuya máxima expresión de baile es la chacarera, que tomó el país hace tiempo. La última vez que probó su gran espíritu nacional fue cuando se constituyó en el dique que evitó el paso de la derecha apátrida (2006-2008), que se había articulado (entre la casta que vive en Pando, Beni, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija) para partir el territorio patrio. Los habitantes de esta tierra pusieron la cuña territorial que terminó de hacer añicos el mapa que habían ambicionado los fascistas. Su cultura (la chaqueña, que es diferente a la guaraní) se comió el país, en el mejor sentido de la expresión, porque contagia su alegría, creatividad, vigorosidad, su visión de integración y su permanente perspectiva de construcción de espíritu nacional. En su jurisdicción está parte del pueblo Guaraní, rebelde y con una energía histórica que aún no termina de explotar o decantar. Tal vez porque es el pueblo que más divisiones sufrió, está repartido entre Paraguay, Argentina, Bolivia e incluso Brasil. Cae el atardecer en Camiri y un aire fresco sopla del norte, presagio de que se viene un surazo a fines de julio…mejor vuelvo a La Paz antes de que haga más frío.
Camiri
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