Faltaban unos minutos para las 19:00 horas. Los noticieros empezaron transmitiendo lo que pasaba al interior de la Casa Grande del Pueblo. Se veían a casi todos los ministros sentados en las primeras filas. En la parte alta, varias personas sosteniendo carteles con mensajes de apoyo a Eduardo Del Castillo, ministro censurado con 101 votos, el pasado 27 de junio.
Sentados y aguardando el inicio del acto convocado, estaban también caras conocidas como Juan Carlos Guarachi (secretario ejecutivo de la COB), Virginia Velasco (actual senadora y exministra de Morales), Lidia Patty (exdiputada y defensora de Morales), representantes de confederaciones y sindicatos de comunidades interculturales, CSUTCB, CONAMAQ, Bartolina Sisa, COD El Alto, Fejuve El Alto…
Las siguientes imágenes de la transmisión fueron del presidente y del vicepresidente bajando las gradas y la de Del Castillo sentándose en un asiento de la primera fila del lado derecho. Arce se veía nervioso. Choquehuanca, inexpresivo. Ambos intentaban sonreír. Del Castillo mantenía la mirada fija en el frente. En el graph de la pantalla se leía: “Arce destituyó a Del Castillo. ¿Quién será el nuevo ministro?” Algo iba a pasar. Y pasó.
“(…) Se designa al ciudadano Carlos Eduardo Del Castillo como ministro de Gobierno”, se escuchó leer. Vítores y gritos de algarabía: “Eduardo, no estás solo”, “la derecha no pasará”. Arce tomó el juramento, y Del Castillo pasó a la testera. Su discurso estuvo plagado de ataques a Evo Morales, “aquel señor que vimos ingresar al palacio el año 2005, con una mochila llena de esperanza, hoy es un hombre cambiado”.
Cada frase era una ofensiva dirigida a Morales. Le acusó de pactar con la derecha, con los verdugos para atacar la gestión de Arce. Lo tachó de mezquino, opositor, enemigo de la patria y traidor de la revolución. En cada alocución se escuchaban gritos de: “Lucho, no estás solo.”, “los traidores no pasarán”, mientras se enfocaban los letreros que rezaban: “El ministro de la juventud”, “Ministro, el pueblo lo apoya”.
Lo que se veía era todo un espectáculo montado para mandar un mensaje a dos destinatarios específicos. El discurso de Del Castillo fue dirigido a Evo Morales: el presidente es Luis Arce y él decide cómo gobernar. Por su parte, el mensaje del presidente tenía por objetivo principal a la ciudadanía: mostrar que actúa “obedeciendo al pueblo” y no a una persona.
“Se toma esta decisión escuchando al pueblo, a las organizaciones sociales y pronunciamientos públicos de apoyo al compañero Del Castillo”, dijo para justificar su decisión. ¿Acaso el pueblo boliviano sólo está conformado por la CSUTCB, el CONAMAQ, las confederaciones de interculturales y mujeres, las FEJUVE y COD de El Alto?
Tal parece que, para Arce, Choquehuanca y sus ahora fieles seguidores, los comunicados o pronunciamientos de esas organizaciones son la prueba de que tienen el respaldo de toda la ciudadanía boliviana. Son también sus defensas frente a los ataques férreos que recibe del evismo; por eso van recolectando cartas y notas de apoyo.
No se puede negar que ese supuesto “apoyo” es una carta clave del arcismo frente al evismo, pero se olvidan que ésas mismas organizaciones sociales/sindicales brindaban su respaldo incondicional y acompañaban como barras bravas a Evo Morales durante su régimen. Él también se arropaba y escudaba en ellas. Esas mismas organizaciones, después, le dieron la espalda cuando su fraude fue expuesto.
Evistas y arcistas hablan de traiciones y lealtades. Ninguna de esas facciones sabe qué realmente significan esas palabras. ¿No era acaso Luis Arce el ministro estrella del hombre que ahora llama opositor y que antes vitoreaba? ¿Virginia Velasco no fue una de las que defendió al pobre hermano Evo, víctima de un golpe de Estado? ¿No fue Juan Carlos Guarachi uno de los máximos defensores del “proceso de cambio” y luego negó haber pedido la renuncia de Morales? ¿No fue acaso Eduardo Del Castillo uno de los que salió a “defender”, con petardo en mano, al hermano Evo durante el “golpe cívico-policial”?
Todos, del ala que sea, han olvidado su pasado. Mejor dicho, lo desconocen. Se traicionaron a sí mismos y se traicionan entre ellos. Se cobraron revanchas, pero aún no han saldado deudas. En el afán de mostrarse diferentes y moderados, Arce y compañía son poco serios e impulsivos en tomar decisiones. Restituir a Del Castillo no lo deja como “valiente” frente al evismo. La población que no irá a gritarle “Lucho, no estás solo” ve en él un presidente que defiende a un ministro sólo por ser obsecuente con él, inobservando su cuestionada gestión.
El evismo no perdió, ganó una oportunidad para seguir atacando la gestión de Arce. Estará, en consecuencia, atento a cualquier error del gobierno, principalmente para desviar su atención de los problemas urgentes. Los que se pasaron de ala y traicionaron al Hermano no actuaron por lealtad al “proceso de cambio” ni por amor al partido, sólo por conveniencia. Van e irán con quien tenga el poder en las manos.
Así fue restituido Del Castillo: respaldos por aquí, vivas por allá; un espectáculo no muy diferente al que hacía el Jefazo cuando pretendía “mostrar” su popularidad. Grotesco, risible… Me quedo con lo que escribió Edgar Allan Poe: “Es imposible imaginar un espectáculo más nauseabundo que el del plagiador.”
“Hoy, le guste a quien le guste, el conductor de la revolución es el presidente Luis Arce Catacora”, dijo el efusivo Del Castillo – quien, a la salida de su re-posesión, fue cargado en hombros por la barra que lo acompaña en cada interpelación –; ¿tiene Lucho lo suficiente para ser ése líder que necesita el MAS-IPSP para seguir aferrado al poder? Dejo mi respuesta para un próximo artículo.