Hace unos días escuchamos los discursos de costumbre de las autoridades, en el aniversario de la ciudad de El Alto, rayaban en lo ridículo y casi estúpido. Acudiendo a las gloriosas jornadas de aquel octubre que a tanto pronunciar se desgasta en el sin sentido de las palabras vacías de contenidos. Sin decir nada de lo que realmente está sucediendo en las realidades que se respiran, en el cotidiano vivir y la pesadez del ser que se arrastra en la ciudad que no tiene las condiciones para ser, donde el capitalismo más salvaje posible se ha adueñado de sus calles,