“Dos muertos están tirados en un barranco envueltos en frazadas”

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Segunda parte:

Andrés Gómez Vela

Esa misma fría tarde noche del jueves 17 de julio, dos uniformados de las Fuerzas Armadas envolvieron los cuerpos de Marcelo Quiroga Santa Cruz y Carlos Flores Bedregal en frazadas plomas con franjas verdes y guindas, los subieron a un vehículo militar y salieron a prisa del Estado Mayor de Miraflores.

El jeep giró a la izquierda, tomó la avenida Saavedra y descendió por la avenida Copacabana hacia la zona sur de la ciudad. Tras pasar las zonas de Obrajes y La Florida, subió el camino hacia a Mallasa; 100 metros antes de llegar a la cancha de fútbol Litoral cambió de rumbo, a la altura de donde hoy están unas banderas, y tomó la ruta a Mallasilla.
El resto de los presos políticos seguía en el Estado Mayor del Ejército, donde sufría torturas y humillaciones. Ninguno de ellos sabía aún que Marcelo había muerto, incluso aquellos que lo habían visto caer se aferraban a la remota esperanza de que siguiera con vida.
Sentencia pública de García Meza.
Esa posibilidad se derretía como un muñeco de nieve cuando recordaban que el líder socialista había sido sentenciado públicamente por Luis García Meza 26 días antes del Golpe de Estado.

― Advierto por última vez que las Fuerzas Armadas de la Nación no permitirán un ataque más a cualquiera de sus miembros o a la propia institución tutelar de la patria, y los que reiteren en sus insultos se atendrán a sus graves consecuencias. No se puede tolerar más esos ataques, esos insultos a las Fuerzas Armadas, como es el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz, que sin saber nada se ocupa de la vida económica y organizativa de la institución armada. A ese señor, las Fuerzas Armadas sabrán ponerle en su lugar, y yo como hombre ― declaró amenazante García Meza, en Cochabamba, el 22 de junio de 1980.

Marcelo no se intimidó y respondió al día siguiente.

― Invito al general García Meza a debatir públicamente, por el medio de comunicación que él prefiera, sobre la vida organizativa y económica de las Fuerzas Armadas, como un modo de probar cuál de los dos conoce más de ellas ―dijo.
El líder socialista confiaba en sus argumentos (su arma fundamental), pero sus enemigos no querían debatir con él, sino asesinarlo.
― Toda institución nacional, incluidas las Fuerzas Armadas y la Iglesia, están sujetas a la crítica o elogio que su conducta merezca. En uso de un derecho constitucional y en cumplimiento de un deber ciudadano irrenunciable, seguiré ocupándome del análisis de la conducción de las Fuerzas Armadas tantas veces como juzgue necesario ―declaró el 23 de septiembre.
Sin ceder un milímetro en su conducta y sabiendo que estaba en desventaja, Marcelo desafió al entonces futuro golpista.
― En cuanto a la amenaza de agresión física que, con propósitos intimidatorios, formula el general García Meza, por cuenta de las Fuerzas Armadas y en nombre suyo, debo aclarar que, si bien no ignoro la demostrada peligrosidad de la misma, estoy, como siempre, resuelto a defender mi honra, mi vida y la de los míos.
Sorpresa electoral

Marcelo se había convertido en una amenaza real para los grupos dominantes y la cúpula militar, que usaba a las Fuerzas Armadas como un instrumento político al servicio de aquellos, cuando logró 113.959 votos (8.7%) en las elecciones del domingo 29 de junio de 1980 y quedó por detrás de la UDP de Hernán Siles Suazo (38.74), Víctor Paz Estenssoro (20.15%) y Hugo Bánzer (16.83%).El líder socialista era la sorpresa electoral y su figura comenzó a atemorizar a sus detractores porque su apoyo en las urnas se multiplicó por 14 en tres años. En las elecciones de 1978 obtuvo 8 mil votos; en los comicios de 1979 logró 72 mil y 5 diputados; y en 1980 alcanzó casi 114 mil, 10 diputados y un senador.

Esa tendencia electoral proyectaba a Marcelo Quiroga como un serio aspirante a ganar las elecciones nacionales de 1984 si García Meza no asaltaba Palacio y Hernán Siles juraba como Presidente el 6 de agosto de 1980.

El líder socialista presintió que había puesto en riesgo su vida cuando la bancada de su partido, el PS-1, inició el 29 de agosto de 1979 el juicio de responsabilidades contra el exdictador Bánzer.
Quiroga fundamentó el juicio entre el 29, 31 de agosto y 1 de septiembre de aquel año durante 14 horas de oratoria magistral. Acusó al dictador de tres tipos de delitos: 1) Aquellos cometidos contra los derechos, libertades y garantías fundamentales; 2) aquellos que atentaron contra la seguridad, la integridad y dignidad nacionales; y 3) aquellos referidos a la economía popular y nacional.

Como pruebas, presentó a la Comisión Mixta del Congreso 270 folios, cuatro libros, una cinta magnetofónica y veintiséis Decretos Reservados. Su objetivo era inhabilitar de por vida a Banzer y sus colaboradores para el ejercicio de funciones públicas y sancionar históricamente los siete años de dictadura.Marcelo terminó su alegato con una premonición: “Sabemos que más pronto que tarde se cobrarán esto que estamos haciendo. Estamos dispuestos a pagar este precio. Siempre estuvimos dispuestos. Jamás vamos a rehuir el peligro, porque mucho más temible que ese enemigo que está buscando la manera de anularnos, aun físicamente, es una conciencia culpable. Y no podríamos soportamos a nosotros mismos si no cumpliéramos nuestro deber”.

Un año después, el líder socialista era asesinado en las gradas de la Central Obrera Boliviana por un militar petizo, identificado por el testigo presencial Wálter Vásquez Michel como teniente Retamozo, quien después de ese hecho desapareció sin dejar rastro alguno, según el periódico La Razón.

El desaparecido matutino Presencia reveló en 1997 que el asesinato fue cometido por Felipe Froilán Molina, “el Killer” (asesino, en inglés), sentenciado el 12 de diciembre de 2007, junto a Franz Pizarro Solano y José Luis Ormachea España, a 30 años de cárcel sin derecho a indulto por los delitos de alzamiento armado, terrorismo y encubrimiento y asesinato en grado de complicidad de Marcelo y Carlos Flores.El mismo día del crimen, un testigo vio que Molina fue una de las personas que trasladó a Marcelo agonizante al Estado Mayor del Ejército. Pero no precisó, luego, si fue él mismo quien transportó la tarde de ese fatídico día los cuerpos de Quiroga y Flores hasta Mallasilla.

Dos campesinos reportan que hallaron dos cadáveres
A eso de las ocho de la mañana del viernes 18 de julio, dos campesinos que vivían en los alrededores de Mallasilla se acercaron al retén de tránsito que había en Aranjuez, a unos 50 metros del puente que conecta esa zona de La Paz con la vía hacia Mallasa.
― Ayer, al anochecer, vimos que desde un auto militar tiraron dos bultos a un barranco y se fueron ― contó uno de ellos a uno de los policías que estaba en el retén.
― Esta mañana (viernes) hemos ido a ver y parece que son dos cuerpos de personas ― agregó el otro.
El policía reportó el hecho a la Unidad 110, desde donde llamaron posteriormente a Homicidios de la Dirección de Investigación Nacional (DIN).
Apenas recibió los datos, la jefatura de la DIN asignó el caso al investigador Joaquín Quisbert Quiroga.
Rogelio Gómez, Juan Aquice y César Altamirano se sumaron al equipo para ir a Mallasilla a verificar la información proporcionada por los dos campesinos
Minutos después, Herminio Mena, que trabajaba de chofer en la DIN, introdujo la llave en la ambulancia y puso en funcionamiento el vehículo, al que subieron los cuatro encomendados para hacer el levantamiento de los cuerpos.
En la puerta posterior de donde hoy funciona la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), ubicada en la céntrica calle Sucre, otra persona abordó la ambulancia sin imaginar que en 17 años esa decisión espontánea le iba a traer consecuencias.
Se cerró la última puerta, la ambulancia activó su sirena y el ulular de ella se fue perdiendo velozmente en las casi desérticas calles del centro paceño.

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