… y bebió de su misma Copa

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Por: Andrés Gómez Vela

“No es tan importante qué partido se vota, como qué partidos existen”, dice un aforismo de la denominada escuela sociológica del comportamiento electoral. Es decir —escriben los profesores españoles Eva Anduiza y Agustí Bosch en su libro “Comportamiento político y electoral”—lo fundamental no es tanto el voto de los individuos como cuál es el catálogo de partidos que se les presenta.

En consecuencia, es necesario reflexionar sobre los partidos que existen y a qué se debe que existan estos partidos. Para completar el marco teórico, es necesario subrayar que, en un país democrático, las organizaciones políticas son fruto de la historia de sus fuerzas sociales, de las luchas entre ellas y de sus contradicciones.

Anduiza y Bosch indican que “siendo la política una forma de regular los conflictos que existen en una sociedad, la aparición de determinados partidos  es consecuencia de los conflictos que hayan existido en ella”. Basado en esta perspectiva, concluyo que el clivaje clase social dio nacimiento al Movimiento al Socialismo (MAS). Éste sumó el clivaje étnico cuando prolongó su denominación ideológica a Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP).

Ambos clivajes fueron causa de largos conflictos en Bolivia. En los primeros años de la democracia, el país vivió un profundo conflicto de clase, lo que impulsó al proletariado, organizada en la Central Obrera Boliviana (COB), otros sindicatos y sectores sociales, a alinearse a partidos de izquierda que cabalgaban sobre lo nacional popular.

A finales del siglo pasado y principios del Siglo XXI, el clivaje de clase social cedió ante el clivaje étnico, lo que fortaleció desde el 2002 a las organizaciones con esta base ideológica. Así se explicó, aquel año, el crecimiento electoral del Movimiento Indígena Pachakuti (MIP) y del MAS.

A diferencia del MIP, la élite del MAS aplicó algo que inventó Benito Mussolini en el ascenso del fascismo al poder: “la unión de lo nacional y social” (El filósofo francés y teórico del sindicalismo revolucionario, George Eugéne Sorel, subrayó en 1921 aquel invento de “il Duce”, y es mencionado por Antonio Scurati, en su libro “El hijo del Siglo”).

Dicho de otro modo, el masismo resultó de la mezcla del discurso étnico (500 años de exclusión y racismo) proyectado como la primacía de una nación sobre el resto plurinacional y basado en la filosofía política de lo nacional popular (siglos de saqueo de la riqueza) y clase social (discriminación, explotación, pobreza).

El masismo floreció sobre esos clivajes durante 20 años y le alcanzó para ganar las elecciones nacionales de octubre de 2020. Pero un partido no puede contener todo el tiempo a los grupos que lo componen y tienen aspiraciones  de poder. Si crece la base social de una organización, es casi natural su fraccionamiento.

Eva Copa es resultado de ese destino donde se cruzan tiempo y espacio: 1) sale del MAS en un contexto de rechazo a las prácticas antidemocráticas del masismo; 2) en El Alto, bastión azul.  ¡Ah! Y trae valores políticos que van más de allá de la derecha e izquierda, y tiene el desafío de superar el clivaje étnico.

Recordemos, la aparición de partidos es consecuencia de los conflictos que hayan existido en una sociedad. En Bolivia, además del conflicto étnico, avivado por el MAS, vuelve el clivaje de clase porque, desde hace años, hay quechuas y aymaras ricos que asumieron el estilo de vida de la clase burguesa porque pertenecen a esta clase. Y una clase necesita alinearse a una organización política que lo represente y defienda sus intereses.

Por esta razón, hay que estar atentos a lo que pasará en El Alto en las elecciones del próximo 7 de marzo. Si el MAS es borrado del mapa electoral, como proyecta la tendencia de voto de la encuesta de Cies Mori para Unitel, por la agrupación Jallalla La Paz, de clivaje étnico, el masismo habrá bebido de su misma Copa (exclusión, discriminación de los de arriba a los de abajo) y Eva podría terminar constituyéndose en la antítesis de Evo Morales.

Cuesta imaginar a Eva Copa retornando al MAS y entregando el 90% de caudal electoral al autor de su exclusión. El poder es como el dinero, sólo tiene sentido cuando se lo usa. Copa tendrá, además de poder, legitimidad. Pero es posible que malverse sus votos si no muta el ADN de su ser político.

Bueno. No es tan importante por qué partido se vota, como qué partidos existen. En las nacionales de octubre de 2020, no existía otra organización política similar al MAS. A partir de ahora existirán algunas más.

 

Andrés Gómez es periodista

 

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