Por: Max Baldivieso
“La dignidad es la respuesta popular al cinismo abierto de los que están en el poder. Nadie se toma en serio la democracia o la justicia, todos somos conscientes de su corrupción, pero las practicamos, demostramos nuestra fe en ellas, porque suponemos que funcionan aunque no creemos en ellas.”, Slavoj Žižek.
El poder es parte de las discusiones eternas del ser humano, es un viejo compilado que tiene muchas reediciones, en diversas situaciones desde tomar un café, hasta un pleito en plena avenida; culpable de muchas muertes, pero también responsable de cambios buenos, no tan buenos, malos y muy malos, muchas preguntas dan vueltas sobre este estado de divinidad social, pero solo una importa, ¿quién debe tener el poder y a quién beneficiar?
Esta pregunta obliga a los cazadores del poder a cometer hechos contra toda lógica racional, desde negar la realidad y conformarse con una pequeña porción de este estado. Este fenómeno se vive ahora en nuestro país y se paga cualquier costo para poseer las migajas, que caen de la mesa de los poderosos.
En esta coyuntura pos moderna, donde pocos la comprende a ella, la realidad, que se pasea desnuda sin que nadie le tome apunte, pero es tajante y cruda como la verdad, sin dejar nada al azar. Esta va desde los resultados en las elecciones, hasta las concentraciones de personas que no comprenden los procesos políticos, donde las miserias, el racismo, las taras y desprecio por el otro, crea una falsa condición de superioridad, que terminan en arranques de maratones fanatizados sin objetivos.
Estos nuevos actores son el frutos del mayor error político de nuestro siglo, algo que entrará en la historia con la marca de la soberbia y la pobre visión que provoca la miopía del poder, cuando se niega ceder la sucesión y se crea mini monarquías basadas en un solo caudillo, el ahora odiado por estas cofradías, pero siendo el padre de las mismas y las engendró cuando este personaje rompió la Constitución Política del Estado por sus ansias de poder que eran mayores al bienestar del pueblo, a quien se debía.
Estos entre dichos van más allá del 20 de octubre del 2019, surge cuando no se respetó el resultado del referéndum para la reelección presidencial, un 21 de febrero fecha que marca una división dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), dando pie al crecimiento de un grupo opositor diferente a los tradicionales, el que logró ser refugio de una clase social que nunca salió a protestar y que no tiene orientación política concreta y vocifera en las manifestaciones sus conflictos de identidad, marcados desde su nacimiento en un país abigarrado por su multiculturalidad, martirizado por la república y luego convertido en un estado plural, donde ese resentimiento aflora en un grito “…el que no salta es indio”.
Estas fracciones de grupos radicales y jóvenes con mucho tiempo libre, guiados por comités cívicos que buscan protagonismo basados en cualquier teoría conspiratoria, tan locas e irrisibles que parecen ser un producto de algún químico.
Las coyunturas de las disputas de poder nos van trasmutando en seres destructivos, donde solo prima la tozudez de unos cuantos frente a una gran mayoría, la que ahora va por su premio, pero en éste caso la vara está muy alta, por la expectativa que genera el sucesor del caudillo, en una coyuntura de endeudamiento, desempleados y con mucha incertidumbre económica y social.
Una retórica de estos días que se ve expresada en las redes sociales y en una coyuntura que va desde un 55% del universo de votantes que confiaron en que ya es tiempo de reactivar la economía, un 14% solo piensa en poner los escollos necesarios al heredero y así no cumpla sus metas y un comité que se desmarca por que la situación económica no es la misma de octubre de 2019, de una Bolivia que venía de un crecimiento constante y que se permitían declarar un paro indefinido de 21 días.
La inquietud de esta oposición joven radical que no supera el 2% de la población, con intentos vacilantes que los hace presentes en un nueva forma de ver la realidad, lista para ser validar su pensamiento político inmaduro condimentado por la extrema derecha, que es la tendencia política Latinoamérica, pero ya se escucha sus pasos, en las fronteras, calles, avenidas, plazas y dentro de las familias, es el momento de increparnos y reafirmarnos como seres empáticos y pensar en la igualdad social y económica, no pasará de moda, como pasa un dedo por las pantallas táctiles de estas nuevas generaciones.
Max Baldivieso es periodista