La prensa boca abajo

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Por: Ana Rosa López Villegas

Mauricio Egüez no puede contener las lágrimas. Él suele ser quien sostiene el micrófono frente al entrevistado. Él suele ser quien recoge los testimonios de los protagonistas de la información. Él y el camarógrafo que lo acompaña cada día suelen ser quienes enfrentan los hechos para hacerlos noticia. Las lágrimas chorrean por sus mejillas sin parar, pero su voz no calla. Frente a la cámara y ante el micrófono cuenta una vez más cómo sucedieron los hechos aquel 28 de octubre en la zona Las Londras de Guarayos, Santa Cruz. Él fue la víctima. Él y otros colegas suyos que pasaron las siete horas más largas de sus vidas respirando terror e incertidumbre.

“Nos pusieron boca abajo”, relata Egüez. “Nos dijeron que nos iban a matar”, recuerda. A los avasalladores de tierras en Santa Cruz no les importó que se tratara de un grupo de periodistas el que tenían en frente. Los emboscaron, los secuestraron, los golpearon y los amedrentaron: libertad de agresión en su más perniciosa expresión. Portaban armas largas y estaban dispuestos a matar. A 200 kilómetros de la capital de uno de los departamentos más importantes del país hay una tierra sin ley llamada Las Londras y en ella nadie es capaz de poner orden. Que la policía nacional haya hecho pasear a sus uniformados por el lugar sin presentar a los responsables de lo ocurrido dice más de un Estado desidioso, cómplice y cobarde que de uno que se interese genuinamente por preservar los derechos de sus ciudadanos.

En Bolivia la polarización es profunda y peligrosa. Los medios de comunicación no se han librado de sus tentáculos, pero su naturaleza de libertad y pluralidad sigue prevaleciendo en la sociedad, por eso nos deja estupefactos lo acontecido el 28 de octubre, porque los ciudadanos que fueron agredidos son también portadores de un compromiso social con la verdad. Son periodistas que cumplían su deber, reporteros que buscaban mostrar hechos, porque esa es su tarea: echar luz allí donde los poderosos se esfuerzan por esconder sus inmundicias y donde los comunes no fijamos la atención. Su objetivo es exponer verdades y desentrañar mentiras; darle voz a quienes callan o son callados. La noticia no informa, orienta y quien se orienta construye una opinión que se contrapone o se suma a otras dando lugar a un intercambio de ideas, es el principio básico de la libertad de expresión y en sentido extendido, de la democracia; así lo planteó en las primeras décadas del siglo XX el destacado sociólogo estadounidense Robert Ezra Park.

El periodismo es imprescindible en un estado de derecho, en una democracia, en una sociedad. Una de las identidad del periodismo se construye a partir de su función como servicio público y por tanto útil y necesario. Poner boca abajo a la prensa nos hace una sociedad amordazada y carente de principios democráticos; agredir físicamente a los periodistas que cumplen su deber nos hace ciudadanos desvalidos y temerosos, amenazarla con armas y con la muerte devela un total desprecio por la libertad de expresión y por la vida. Que el estado no defienda a la prensa ni condene categóricamente el ataque que sufrieron los periodistas es un síntoma de ligereza y desinterés, de falta de valores y de principios.

Un estado de derecho que se precie de serlo está llamado a luchar con ahínco por la defensa de todas las libertades, debería garantizarlas a toda costa. El derecho a la información es una prioridad irrenunciable. Los gobiernos de turno de cualquier país conocen la magnitud del llamado cuarto poder, saben de su tarea de fiscalización a través de la información y de las consecuencias que tiene. Unos gobernantes que aprecien la voluntad del pueblos son conscientes de la importancia de su relacionamiento con la prensa como portavoz de un colectivo social y deberían ocuparse de instalar puentes para encontrarse con ella.

En Bolivia no podemos dejar de exigir que se identifiquen a los responsables de la agresión que sufrieron reporteros y camarógrafos en las Londras. No fue una trifulca, no fue un altercado, no fue una diferencia de opinión. Fue una acción violenta y deliberada que tiene que ser castigada. Si pensamos que no hubo muertos porque se trató de periodistas, ¿qué podría haber pasado si hubiesen sido los dueños de los predios avasallados los secuestrados? Me abstengo de preguntar por la justicia, porque la respuesta es conocida al igual que el color político con el que la tienen vestida. Pero no podemos callar aunque veamos que el Estado solo defiende la integridad de unos mientras que encarcela a otros sin si quiera un prueba concreta de su culpabilidad. No podemos callar aunque seamos testigos de un gobierno extraviado en su ego y en su disfraz de democracia. El silencio no es una opción ante unos gobernantes que entregan sus afanes políticos solo para beneficiar a unos y perjudicar a otros.

Hace tiempo que la prensa ha dejado de ser un poder en Bolivia, es un gremio bajo ataque al que el poder de turno busca callar sin disimulo. Es un gremio manoseado en algunos casos y valiente en otros. La sociedad necesita de ella y este es el momento de apoyar su labor, de valorar el trabajo que realizan especialmente contribuyendo en el cumplimiento de las leyes. Es el espejo de una sociedad y si este se rompe, se distorsionan también nuestra libertad y la democracia que compartimos.

 

Ana Rosa López es Comunicadora social

Twitter: @mivozmipalabra

Instagram: @misletrasmislibros

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